La actualización digital del diccionario de la Real Academia Española, presentada esta semana, volvió a instalar (entre otros) el debate sobre sexismo y lenguaje. Por ejemplo, en torno a la persistencia de la entrada "sexo débil", aunque ahora con una enmienda que da cuenta de su uso "con intención despectiva o discriminatoria". Mientras una petición en change.org araña las doscientas mil firmas para que la RAE suprima "sexo débil" y "sexo fuerte", los académicos insisten en aclarar que la institución "no crea ni promociona palabras o expresiones; solo las recoge". Por otra parte, en el caso de "sexo débil", afirmó el director Darío Villanueva, la expresión existe en inglés, italiano y francés.
A propósito, mientras la discusión se renueva, los académicos tienen buenas razones para mirar, literalmente, para un costado: hacia sus vecinos de Francia, donde en estos días las cuestiones de sexismo y lengua francesa son el centro de un debate nacional. Todo comenzó con un lanzamiento de la tradicional editorial parisina Hatier, que en su cuenta de Twitter se complació en anunciar algo así como: "¡Muy orgulloso.a.s de haber publicado el primer manual escolar redactado en escritura inclusiva!" La curiosa grafía "fier.ère.s" o "fier·ère·s" ("orgulloso·a·s"), con puntos intercalados, es una adaptación no sexista del adjetivo, que equivaldría en español a nuestros impronunciables "orgullos@s" y "orgullosxs" o el más reciente "orgulloses". La "escritura inclusiva" francesa tiene algún tiempo más que la expresión reciente que la designa, como es lógico, y abarca múltiples estrategias igualitarias, entre las cuales el uso del "punto medio", también llamado "punto de alteridad" o "inclusivo", es de las más controvertidas. De modo que no sorprende que, a partir de un titular del diario Le Figaro ("Un manual escolar 'con salsa' feminista"), la discusión haya escalado: altos funcionarios del gobierno de Emmanuel Macron, las organizaciones feministas, los ecologistas, pedagogos, lingüistas, filósofos, periodistas e "inmortales" (como se conoce a los miembros de la Academia Francesa) llevan largas semanas ocupándose del asunto. ¿Debe o no ser modificada la gramática, conscientemente, para combatir las marcas lingüísticas del androcentrismo? Las derivaciones llegan al grado de debatirse, en el Consejo de París, una propuesta del partido verde para rebautizar las "Jornadas del Patrimonio", que Europa dedica anualmente a honrar sus monumentos y tesoros culturales, como algo parecido a "Jornadas del Matrimonio y el Patrimonio".
El manual escolar del escándalo, en realidad, aplica criterios de escritura no sexista consagrados por el Alto Consejo de la Igualdad entre las Mujeres y los Hombres francés en su guía oficial de 2015, entre otros, el uso de puntos para componer con doble sufijo (masculino y femenino) las palabras y, de ese modo, evitar el uso del masculino englobando ambos géneros. Fue la posibilidad de que el cambio llegue a las escuelas lo que multiplicó las voces a favor y en contra de estas y otras prácticas de redacción alternativas que se han ido abriendo paso en lo cotidiano.
El ministro de Educación Jean-Michel Blanquer no dejó dudas sobre su posición: "Hay una sola lengua francesa, una sola gramática, una sola República". Por su parte, el 22 de noviembre el Primer Ministro Edouard Philippe dirigió una circular a la administración pública que avivó la polémica: "Invito a ustedes, en particular en textos destinados a su publicación en el Boletín Oficial de la República francesa, a no hacer uso de la llamada escritura inclusiva". Philippe instaba a apegarse "a las reglas gramaticales y sintácticas, sobre todo por razones de inteligibilidad y de claridad de la norma".
La Academia Francesa, como cuerpo de referencia en el uso de la lengua, había difundido poco antes una declaración sin medias tintas: "Frente a esta aberración 'inclusiva', la lengua francesa se encuentra de ahora en más en peligro mortal"; "ya es bastante difícil adquirir una lengua, ¿qué ocurrirá si el uso agrega formas segundas y alteradas? ¿Cómo podrán las generaciones futuras crecer en estrecho contacto con nuestro patrimonio escrito?"
Pero con el correr de los días hasta en la férrea institución fundada en 1635 por Richelieu comenzaron a aparecer matices: si el rechazo es unánime frente al uso del punto medio, en cambio hay divergencias entre los académicos sobre la composición de los nombres de las profesiones y sobre la supremacía del masculino en el sistema de concordancia de la lengua. "Los Inmortales" decidieron celebrar, durante todo este mes de diciembre, una sesión semanal dedicada al análisis del lugar del femenino en el francés.
Mientras la Academia Francesa plantea problemas de claridad y legibilidad, otros argumentos se apoyan en cuestiones éticas. Raphaël Enthoven, escritor y doctor en filosofía (y ex de Carla Bruni, dicho sea de paso), fue un portavoz mediático de ese tipo de reservas. "La escritura inclusiva es un atentado contra la memoria misma, porque toda lengua es una memoria, y las palabras son sus cicatrices", dice Enthoven, que comparó la escritura adaptada con la "neolengua" de 1984 de Orwell y la consideró "un negacionismo virtuoso, un lifting del pasado que cree abolir las injusticias suprimiendo sus rastros".
"Una lengua que vuelve a las mujeres invisibles es la marca de una sociedad en la que tienen un rol secundario", advierte el Alto Consejo de la Igualdad francés, y argumenta contra el empleo del masculino como neutro: "El uso del masculino no es percibido de manera neutra más allá de que esta sea la intención, porque en el locutor activa en menor medida la representación de mujeres que un genérico epiceno. Esto es tan corriente que apenas tenemos conciencia". El Consejo apoya, por ejemplo, la rehabilitación de la antigua regla de concordancia por proximidad y, si de él dependiera, validaría por igual los enunciados: "las mujeres y los hombres son bellos" y "los hombres y las mujeres son bellas".
En espacios feministas el debate es rico, en particular acerca del "punto inclusivo". "¡Levantemos el puño más alto que el punto!", reclaman desde las páginas de Le Nouvel Observateur la historiadora Alya Aglan y la periodista Sandra Freeman, y argumentan: "El punto (…) no hace más que reducir a la mujer, como si fuera un agregado (…) que se esconde detrás de la puerta, en la antesala. ¿Quién va a creer que la batalla por la igualdad se desarrolla detrás de esa puerta? No podemos aceptar distorsionar la lengua para, finalmente, perdernos en un debate corrido de cuadro. ¿Quién se puede conformar con puntitos negros?" Por su parte, la titular de la Secretaría de Estado a cargo de la Igualdad de las Mujeres y los Hombres, Marlène Schiappa, ironizó en la revista Slate sobre el modo en el que operan los prejuicios: "¿Ahora resulta que, porque soy feminista, tengo que tomar la espada para defender el punto medio y considerar que está en juego mi vida, que está en juego el lugar de las mujeres? Son estereotipos: ¡si una es feminista, necesariamente es irascible, no se depila y está a favor del punto medio!"
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