Huelga de camioneros: explotó la bomba brasileña

La situación es caótica y se hace necesario revertir la misma por el bien de la población, pero cualquier solución encontrada podría representar una crisis para el presidente que asuma el cargo en el 2019

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Largas filas para conseguir combustible (Reuters)
Largas filas para conseguir combustible (Reuters)

Con casi una semana de paralización de actividades por parte de los camioneros de Brasil, el caos se observa en todos los sectores. Las pérdidas calculadas en los días de huelga para los diversos sectores de la economía brasileña llegan a los USD 3.000 millones.

13 aeropuertos sin combustible para abastecer los aviones. Mercados centrales sin alimentos. Limitación a 5 unidades por clientes en algunas redes de supermercados. Aumento en el precio de productos esenciales (el kilo de papa se vendía a R$ 1 – U$S 0,27- antes de la huelga y hoy se vende a R$ 17 – U$S 4,65-). Los hospitales están con el stock de oxigeno prácticamente en cero. En las farmacias ya faltan remedios de uso masivo

Varias empresas suspendieron actividades por la falta de insumo y por la dificultad de los empleados en llegar a sus puestos de trabajo. Las terminales automotrices comenzaron a paralizar la producción en función de la falta de insumos (Ford suspendió la producción en su planta de Camaçari –Bahía– y Taubate –San Pablo-).

Algunas ciudades, incluyendo San Pablo, decretaron estado de emergencia, y algunas otras, como Uruguayana, decreto estado de Calamidad Pública del Municipio.

(AFP)
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En la mayor aduana del Mercosur –Uruguayana y Paso de los Libres– la situación es por demás preocupante: Tanto la llegada a la aduana de Brasil como la salida de ella, se encuentran bloqueadas, por lo que está interrumpido el flujo comercial entre Brasil y Argentina.

Los accesos de los principales puertos de Brasil también están bloqueados, por lo que la carga que llega a los mismos se acumula en la zona primaria aduanera, generando importantes sobre costos para las empresas importadoras.

Las principales líneas de transporte municipal de diversas ciudades, operan en situación de emergencia, colocando apenas el 30% de la flota en la calle. Minas Gerais, entre otras ciudades capitales, suspendió el servicio el día domingo, para poder tener combustible y poder operar el lunes.

El 99% de las estaciones de servicio de la Ciudad de San Pablo, están cerradas y aun en el caso de la normalización del servicio de abastecimiento, llevará días hasta la que todas las estaciones de servicio estén operando.

Los antecedentes: El problema está en "la bomba"

Bomba, en portugués, significa surtidor de combustible, pero no obstante que la huelga tuvo inicio por el precio del gasoil, el problema de "la bomba" a la que hacemos referencia es la bomba que se inicia en un gobierno y le explota al próximo gobierno.

(AFP)
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Durante el 2013 y hasta el primer trimestre del año 2014, la economía brasileña se mostraba en franco crecimiento y se observaba un importante aumento en la demanda de transporte terrestre, merced de la expansión del consumo.

El gobierno Dilma Rousseff había lanzado líneas de crédito fácil y barato para el sector y tanto las empresas de transporte como los camioneros autónomos invirtieron como nunca en la renovación de la flota.

En la mitad del mismo año 2014 los indicadores macroeconómicos comenzaron a mostrar la realidad y la economía comenzó a detenerse. La demanda por transportes también disminuyó.

En la desesperación por detener la inflación el gobierno Dilma determinó dos medidas que serían el caldo de cultivo para la actual crisis (sin que en ese momento, nadie pudiera imaginar que la bomba que se estaba gestando): Aumentó la tasa de interés de referencia y congeló el precio de los combustibles.

Petrobras
Petrobras

La población, sobre todo de bajos recursos, festejó la medida. Después de todo, todos los derivados de petróleo producidos por la gigante Petrobras, resultaban más baratos para los brasileños que cargaban nafta en las "bombas" de las estaciones de servicio. Lo mismo ocurría con el gasoil para los camioneros.

Petrobras, entonces, compraba combustible en el exterior a un precio mayor que el precio al que lo vendía localmente pero este cóctel populista debía durar por lo menos hasta después de las elecciones. La empresa tuvo el primer año de pérdida en su Balance, desde 1995 (sin contar las perdidas por los robos a la estatal).

Luego de las elecciones los reajustes de los combustibles se hicieron notar, aumentó el precio de la nafta y del gasoil, y con una economía que mostro el primer año de caída de la actividad, la demanda por transporte se vio afectada.

Altamente endeudados y con poca actividad, los camioneros (tanto las empresas de transporte como los autónomos) no tenían poder para negociar y menos aún con una Presidente que ya denotaba fragilidad política y no se sabía cuánto tiempo podría durar en el cargo. Se había armado la bomba

Esta precaria situación duró hasta mediados del año 2017, donde el crecimiento económico obtenido por el Ministro de Economía Henrique Meirelles, durante el Gobierno del Presidente Temer, le mostró a la categoría que estaba llegando la hora de pedir reivindicaciones con una demanda Logistica en pleno aumento.

Por la crisis del sector de transporte, no había aumento en la venta de camiones y los transportistas sintieron que el poder para negociar estaba en el momento oportuno, sumado a un gobierno con las valijas hechas y con un Presidente fragilizado por las denuncias de corrupción.

No fueron pocas las oportunidades en que los diversos sindicatos que nuclean a los camioneros enviaron señales al gobierno, del descontento de los más de un millón de trabajadores del sector y en todas estas oportunidades el gobierno miró para otro lado.

El aumento del dólar y el aumento del petróleo, llevo a Petrobras a aumentar los combustibles y en el aumento del gasoil, solo en el mes de mayo del 2018 supero el 12%. ¡Explotó la bomba!

¿Que podemos esperar?

La reivindicación de los camioneros va mucho más allá de una reclamación del aumento del gasoil. La empresa Petrobras bajó el precio del gasoil un 10% (que le generó perder valor de mercado por USD 13.300 millones en un único día) pero la huelga continuó. Los transportistas piden mantener la reducción en el precio del Gasoil – por dos meses -, retirar del precio del combustible todos los impuestos federales hasta fin de año y que no se les cobre el peaje por el eje no apoyado – pidiendo no pagar cuando no llegan carga.

El último jueves, el Gobierno y los representantes de 4 sindicatos de camioneros, firmaron una tregua pero la misma no fue acatada por los camioneros que cortaban las rutas y el abastecimiento.

La población está dividida. Algunos apoyan a los camioneros porque se ven reflejados en las reivindicaciones y otros, que sufren con las consecuencias de la huelga, son contrarios a la continuidad de la medida.

El gobierno se encuentra en la disyuntiva de mostrarse débil al aceptar los pedidos de la categoría o de endurecer su postura y que la población que aún es contraria a los camioneros, cambien de lado.

Lo cierto es que la situación es caótica y se hace necesario revertir la misma por el bien de la población, no obstante que cualquier solución encontrada armará una nueva bomba que explotará a partir del 1 de enero del 2019 cuando un nuevo presidente asuma las riendas del Brasil.

Quedará como lección que las bombas hay que desarmarlas en el momento en que son detectadas porque al explotar, el daño siempre será mayor.

(*) El autor es socio de Center Group y Profesor de la Universidad Paulista