¿Un mes o una semana? La ciencia develó cómo son las vacaciones ideales

Los grandes debates que se plantean al planificar el descanso tienen una respuesta científica: existe evidencia empírica acerca de cómo deberían ser las vacaciones para prolongar sus efectos positivos en la salud. Cómo combatir la depresión de la vuelta

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Existen evidencias empíricas de que las vacaciones favorecen la salud (iStock)
Existen evidencias empíricas de que las vacaciones favorecen la salud (iStock)

Muchas son las preguntas que se plantean al momento de pensar unas vacaciones. Elegir el destino, decidir la cantidad de días, planificar las actividades que se realizarán, hacer las valijas son cuestiones que estresan a más de uno. Sumado al hecho de que, generalmente, a los días de descanso se llega agotado. En este contexto, suele escucharse que hay personas que vuelven de sus vacaciones más cansados de lo que se fueron.

¿Pero por qué? Algo falla en un eslabón de la cadena que hace que no se disfrute del todo o resulte imposible "desconectarse". Ahora, la ciencia vino a ofrecer algunos datos contundentes que ayudan a planificar unas vacaciones exitosas.

"Existen evidencias empíricas de que las vacaciones favorecen la salud y de que, tras un tiempo prolongado sin darnos un respiro, somos más vulnerables a las enfermedades cardiovasculares y aumenta el riesgo de muerte prematura", explicó la investigadora Jessica de Bloom, quien junto con su equipo de la Universidad de Tampere (Finlandia) demostró que, a partir del segundo día de descanso, la salud mejora y aumentan los niveles de energía.

Según investigaciones, el pico de bienestar máximo se alcanza el octavo día de vacaciones

Según sus investigaciones, el pico de bienestar máximo se alcanza el octavo día de vacaciones y a partir de ahí, que se sume más tiempo de ocio poco cambia el panorama.

"Las pruebas reunidas hasta ahora indican que el efecto saludable de las vacaciones es idéntico si duran ocho días que si duran quince", aclaró De Bloom, cuyas investigaciones indican que es más lógico acortar las vacaciones y optar por varios períodos cortos a lo largo del año. Una vez escogidas las fechas y la duración, planificar el descanso también tiene sus secretos: a la hora de elegir entre relajarse en una playa o mantenerse activos, es preferible la segunda opción.

Sobre todo si implica contacto social y entretenimiento pasivo, dos ingredientes que fomentan el bienestar durante y después. Si en vez de descansar cerca de casa se opta por salir del país, los jefes se lo agradecerán. Sobre todo porque al regreso surgirán mejores ideas. Varios estudios indican que los viajes internacionales catapultan la flexibilidad cognitiva, un componente clave de la creatividad. Es más: cuanto más tiempo pasa una persona fuera de su país, más capacidad de innovación desarrolla.

Poco influye la duración del tiempo de descanso

Mientras se planifica un viaje, las expectativas de placer que suponeliberan dopamina en el cerebro (iStock)
Mientras se planifica un viaje, las expectativas de placer que suponeliberan dopamina en el cerebro (iStock)

Sobre gustos y preferencias acerca de destinos no hay nada escrito, pero sobre cómo afectan estas opciones a la salud sí. De acuerdo con una investigación de la Universidad de Edimburgo, las vacaciones al sol aumentan los niveles de vitamina D, una molécula que reduce la presión arterial, disminuye las cardiopatías y aumenta las posibilidades de sobrevivir en caso de padecer cáncer. Aunque cada vez hay más pruebas que vinculan un tiempo en las montañas con pérdida de peso y tener el corazón más sano.

Una táctica infalible es dejar lo mejor para el final: la regla del peak end. Según el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, no falla porque se basa en el funcionamiento básico de nuestra memoria. Resulta que el cerebro humano no suma el disfrute de los distintos momentos y hace la media, sino que está configurada de manera que lo que ocurre al final de un período se recuerda mejor. Por lo que siempre será buena idea visitar la ciudad más deseada o la playa más preciada cuando el viaje se acerque a su fin.

Los destinos que implican contacto social y entretenimiento pasivo fomentan el bienestar durante y después

De lo que no hay dudas es de los beneficios del descanso en la salud. Investigadores de las universidades de California y Harvard demostraron que basta con seis días alejados de la rutina para que se modifiquen ciertos genes clave relacionados con la respuesta al estrés, la actividad del sistema inmune, la longevidad y la curación de heridas. Lo llaman efecto vacaciones y se traduce en que, durante un mes, el cuerpo está mejor preparado para enfrentar lesiones y ataques de virus. Incluso se reducen los niveles de ciertas proteínas relacionadas con la demencia y la depresión.

Suele decirse que el viaje comienza desde que se empieza con los preparativos. Desde la compra del pasaje, la elección de los hoteles, todo cuenta. Mientras se planifica un viaje, las expectativas de placer que supone cada destino liberan en el cerebro dopamina, un neurotransmisor también conocido como hormona de la felicidad.

Y el después también cuenta. Por increíble que parezca, la añoranza no contribuye al bajón postvacacional, pero puede ser de ayuda para combatirlo. La clave, una vez más, está en el cerebro. Cuando entra en acción la memoria autobiográfica para evocar recuerdos positivos, se activan circuitos neuronales en la corteza y en el núcleo estriado del cerebro que coinciden con los que se encienden con las recompensas económicas, según un estudio de la Universidad de Rutgers. Así, mirar las fotos del viaje, por ejemplo, puede ser de gran ayuda para mejorar el estado de ánimo.

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