Romina Gaetani: “En los momentos difíciles me la banqué, no la careteé y supe pedir ayuda”

"El arte es tan sanador, no estamos solos ni solas", afirma la protagonista de "Cajas chinas" en esta charla con Teleshow y rescata la importancia de la solidaridad compartida: "tengo contacto con músicos y actrices que hoy están recibiendo una bolsa de comida"

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Romina Gaetani a solas con Teleshow

“La cuarentena está sacando lo peor de nosotros, y en muchos casos, lo mejor”, dice Romina Gaetani, que pasa sus días de aislamiento en su casa, adaptando su carrera como actriz y música a la nueva normalidad. “Hay que aprender a tener paciencia. Es un forma distinta de conectarnos que, espero, no dure tanto”, reflexiona.

Próxima a estrenar Cajas chinas, una nueva experiencia de cine teatro que nació en pleno aislamiento, la actriz tiene sus expectativas en el escenario virtual que comparte con Roly Serrano y Daniel Aráoz, entre otros. “Estamos en vivo. ¡Jugadísimo! Con todo lo que conlleva la conexión a Internet”, cuenta en esta entrevista con Teleshow. La obra, dirigida por Kris Niklison, puede verse online los jueves a las 22.

En su perfil musical, Gaetani se propone encarar su camino como solista y pararse de frente a sus propios miedos. “Estoy reescuchando las canciones que quedaron afuera del disco de La Rayada y viendo qué tengo ganas de contar”, confiesa, ahora.

—Estrenás en este contexto particular y en un formato distinto. ¿Algunas cambios llegaron para quedarse?

—Una nueva forma de comunicación. Todos estamos hablando de lo mismo. A nosotros nos toca el cómo mostrar nuestro arte y seguir de una manera creativa, aportando y pasando este momento de encierro. Tratar de estar acompañada lo mejor posible y administrar el tiempo para que uno pueda sacarlo afuera.

—¿Cómo nace Cajas Chinas?

—El día 15 de cuarentena empezamos a ensayar. Decir: “A ver, ¿qué hacemos? ¿Cómo seguimos trabajando? ¿Cómo ponemos el tiempo y el encierro a nuestro favor?”. No quedarnos solo en la incertidumbre. Hace un rato recibí un llamado hermoso de Jorge D’Elía, hablando de los derechos de los actores, muy contenedor de parte de todos los que forman SAGAI. Sabía, a partir de Daniel Aráoz y Roly Serrano, que estaban llamando a cada uno de los colegas: “Che, ¿necesitan algo?”. Fue muy emotivo, muy agradecida.

—¿Cómo fue ensayar en cuarentena?

—Difícil (risas). Fue un proceso creativo colectivo en el que, desde el primer día, es: “¿Qué tenemos ganas de contar? ¿Queremos hablar de la pandemia? La gente va a necesitar escuchar otras cosas”. Cuando empezó, uno encendía la televisión y todo era esto. De las ideas, las charlas, las tres, cuatro o cinco horas de Zoom, y a partir de las improvisaciones, la directora fue armando la dramaturgia. Fue un trabajo muy intenso. Por momentos muy libre, y por otros, muy estresante.

—También debe haber sido muy aliviador tener en qué poner la cabeza.

—Sí, me he sentido aliviada. Y me siento agradecida de estar con compañeros que admiro mucho. Aprendés de la humildad de los grandes. Me pasó de estar más ocupada y productiva que no estando en cuarentena. Yo soy más de poner el cuerpo, levantarme, ir a clase de canto, a Jiu-jitsu… El trabajo de escritorio, quizás, lo dejaba para el fin de semana. En esta noventena es todo el tiempo trabajo de escritorio. No solo con Cajas chinas, también me puse un poco en el papel de productora en un corto que estoy armando con dos grandes actrices, la dramaturga Maruja Bustamante y Julieta Vallina, y con una amiga música, Valentina Cooke. El director es Cristian D´Alessandro.

Romina Gaetani: "Tengo contacto con músicos y actrices que hoy están recibiendo una bolsa de comida"

—Hay un tema de La Rayada que es “Extrañarte”. ¿A quién extraña hoy Romina Gaetani?

—A la familia, ni hablar: abrazar a mi madre. Con mi hermano tengo más contacto porque nos llevamos, nos traemos... Mamá le mandó comida, entonces fui a buscarla. A las amigas, las mujeres que en todo este último tiempo me salvaron, me llevaron siempre a la reflexión, aprendí mucho. Mis tías, amigas de mi madre.

—Cuando decís “las mujeres”, ¿hablás en particular de tu núcleo cercano o te referís al movimiento de mujeres?

—Sí, periodistas. Encender la tele y escuchar la opinión de cada una, cómo vive el feminismo desde su lugar. Seguir peleándola, aún adentro de la casa, en el mismo encierro, con más de un cacerolazo por tantos femicidios que hubo.

—¿En la cuarentena saliste a cacerolear con el feminismo?

—Sí. Feliz de encontrar a mi vecino haciéndome la segunda. Digo: “Bueno, un hombre”. Y otro hombre mirándome: “Callate, pelotuda”, desde el edificio de enfrente. Pero… Y con la Red de Mujeres. Más que nunca con el celular: “¿Qué necesitas vos?”. Me ha sucedido mucho de compañeras que a mitad de la noche decían: “Muchachas, tengo un tipo gritando en el piso de arriba. Siento a la mujer gritando. ¿Qué hago? ¿A quién llamo”; “Bueno, llamá al 144 o al 137. Fijate”; “Pegá carteles en el ascensor”. Eso al principio de la cuarentena. No sé si a vos te habrá llegado también, pero había mucho video desde lo hablado o desde los carteles.

—En el encierro se potencia la violencia y la desesperación.

—Eso me angustiaba mucho mucho, de llorar. Después te empieza a angustiar extrañar, querer salir, encontrarse con uno mismo en el encierro. Diez segundos estás con un estado, y a los otros diez, estás con otro, y decís: “¡Uff!”. Te encontrás con todos los yo: “¡Ah! ¡Esta soy yo!” (risas). Todas las preguntas existenciales... ¡Bienvenidas sean!

—¿Cómo está el amor?

—Vamos bien. Más allá de entrar en el detalle, si uno puede estar con otro o con otra o con quien fuese, lo que encontré en esta cuarentena es el entender un cambio de alimentación radical. El dejar de querer comer carne para mí fue... Más allá de lo que una va aprendiendo del feminismo y qué significa, hace tiempo quería hacerlo y no lo venía logrando y eso que estudié casi 10 años metafísica, hice meditación, me interné un fin de semana a estudiar horas por día. En esta cuarentena la alimentación y la meditación fueron mi rutina.

—¿Dejaste de comer carne?

—Sí. Una amiga mía, Mey, me habló con una amorosidad, sin bajar línea, me hizo entender lo que significaba, por lo que pasan los animales en los mataderos, lo que sufren las hembras. No me rotulo vegetariana porque todavía estoy en un proceso. Cuando tengo ganas de comer mucha carne, compro. Pero estoy en ese camino, y estoy contenta.

—¿Pescado comés?

—No, no, nada. Y lo que puedo comprar de producto vegano, voy al vegano. Desde la leche a lo que unto en las tostadas.

Romina Gaetani y el feminismo en cuarentena

—Otro tema de la banda es “Mala”. ¿Fuiste mala con alguien?

—No, no me considero una persona mala. El tema “Mala” está exacerbado (risas). Un día le dije a Osky (Righi), que era mi pareja: “Hoy no tengo ganas de quedarme, me voy a casa”, y me dijo: “Qué mala que sos”. Entonces, quedó como estribillo: “Mala, mala, mala, sos mala, mala, mala”.

—¿Te llevás bien con vos?

—Ahora me estoy llevando muy bien, siempre me llevé muy bien. En los momentos difíciles me la banqué, no la careteé y supe pedir ayuda. Tengo un costado en mi personalidad: soy de escuchar la canción que te hace llorar… Me gusta entrar en el barro.

—¿Hoy qué te inspira para escribir?

—La incertidumbre, el quién soy. Siempre digo que me cuesta verme. No me veo. Voy pasando las etapas en el trabajo: “Ya hice esto, lo paso; estreno la obra, voy a otra cosa”. Tiene que ver con un tema del disfrute: “Pará, estás estrenando. Reconocelo, mimate”.

—Conectar más con el ahora.

—Sí. Desde el momento de hacer un videoclip... Cómo quiero mostrarme, cómo quiero vestirme, qué quiero decir con la canción. A mí Romina, la actriz, no me ha representado. Hoy voy a tratar, en la medida de lo posible, de encarar proyectos que empiecen a empatizar con mi pensamiento. No siempre se tiene esa suerte porque uno tiene que comer. Vas armando un equilibrio, negociando.

—En la actuación interpretás personajes que no son vos misma. En la música, ¿hay otro grado de exposición?

—Estás más en carne viva, ahora estoy en esa parte. La Rayada fue un conjunto con Osky Righi donde él también traía canciones. Acá estoy más en bolas. Está mucho el tema de la incertidumbre, de no saber para dónde ir. Es dejar el cuerpo, hacer el pedido y que el cosmos te empuje. Menos cabeza.

—La situación del mundo artístico en este contexto, a nivel económico, es muy complicada. Hay gente que la está pasando realmente mal. ¿Cómo lo vivís?

—No quiero entrar en el momento de desesperación pero tengo contacto con músicos y actrices que hoy están recibiendo una bolsa de comida. Lo digo y me dan ganas de ponerme a llorar; es lo primero que me pasa en el cuerpo. Después levanto el tubo, llamo a un productor para que me ayude, y digo: “¿De dónde voy a sacar la plata para los músicos? ¿Quiénes pueden participar y que, una vez que se suba a la plataforma, se sientan redituados?”. Lo mismo con los cortos que estoy produciendo. El arte es tan sanador. No estamos solos ni solas. Tengo a muchas compañeras que hoy están sin laburo, y bueno... ¡hagamos cosas!

—En todo esto, hay algo del nadie se salva solo.

—Nadie. El que se quiere salvar solo queda a la vista. En pandemia y no pandemia. La sociedad está más protagonista que nunca. Pasa algo en la calle y cualquiera con el celular lo toma, lo comparte. Hoy todes estamos en ese lugar. Pasamos a ser comunicadores o, a través del arte, viendo cómo transformamos y transmutamos.

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