
Por primera vez desde la creación de la categoría en 2005, un latino se convierte en nominado al Grammy estadounidense en Best Immersive Album. Ese logro lleva el sello de dos argentinos: Andrés Mayo y Martín Muscatello, quienes desde su estudio y con el corazón puesto en la obra de Astor Piazzolla, lograron lo que parecía inalcanzable para la música de la región. El álbum, An Immersive Tribute to Astor Piazzolla, no solo homenajea al gran renovador del tango, sino que también rompe una barrera hasta hoy infranqueable en la premiación más importante de la industria musical.
El viaje comenzó mucho antes del anuncio. Mayo, ingeniero de audio especializado en masterización y ganador de dos Latin Grammy en 2008, y Muscatello, productor e ingeniero con amplia trayectoria, conformaron una dupla potente dispuesta a arriesgarlo todo en una apuesta: crear una experiencia auditiva 3D en la que la música de Piazzolla envolviera al oyente, sumergiéndolo dentro de la atmósfera original de la orquesta y la vitalidad inigualable del tango de vanguardia.
En charla exclsuiva con Teleshow, ambos detallan la génesis del trabajo, los pormenores, desafíos y el futuro, teniendo en cuenta la relevancia mundial de lo que están viviendo.

La historia de la nominación tiene todos los ingredientes de una pequeña epifanía compartida. “Las nominaciones de los Grammy se anuncian en un evento, pero las técnicas las comunican después por boletín oficial. Estábamos con la computadora en refresh constante, hasta que apareció. Mariela Aquino, mi asistente, y yo en el estudio nos miramos y bajé corriendo a tocarle la puerta a Andrés. No le dije nada, solo le mostré el celular y después fue todo abrazos y brindis. Todo lo que puedas imaginar en ese aspecto,” rememoró Martín Muscatello. Ese instante se convirtió en historia: un argentino, un latino, en la terna más innovadora del Grammy.
¿Qué implica, a nivel personal y profesional, ese reconocimiento? Para Andrés, la magnitud creció con el paso de los días. Las invitaciones para dar charlas y master classes llovieron de universidades de Moscú, China, Australia, y diferentes estados de Estados Unidos. “Eso habla de la importancia del premio en el mundo, y de repente competir a la par de proyectos australianos, noruegos, canadienses, te hace sentir ciudadano global. Aunque, internamente y para nuestra comunidad, sabemos que abre una puerta, que un Grammy internacional escuche a Piazzolla es muchísimo”.
La selección de las piezas fue un proceso tanto artístico como emocional. “Decidir qué obra de Piazzolla es mejor sería insostenible, son todas geniales,” reconoce Muscatello. El criterio fue internacional: piezas que lograron trascendencia mundial, pero también arreglos que ofrecieran el mejor potencial inmersivo. “En una master class en Rusia preguntamos si conocían a Piazzolla y todas las manos se levantaron. Luego, escuchamos conciertos, analizamos arreglos, evaluamos dónde podía ubicarse cada instrumento y qué dinámica generaba más impacto, siempre en función del oyente sumergido en la esfera 360°,” detalla. La tecnología de audio inmersivo guiaba cada decisión, pero la emocionalidad definía la selección final.

Andrés Mayo subraya: “No nos guiamos solo por la perfección técnica, sino por lo que más nos conmovía. Libertango, por ejemplo, nació al final de un concierto, en una jam session donde músicos que nunca habían tocado juntos improvisaron en el escenario. Fue algo absolutamente memorable. Cada uno tomó el micrófono que había y tocó; la perfección era imposible, la emoción, total.”
La recepción de Piazzolla fuera de Argentina constituye otro capítulo en esta historia. Adentro, la eterna rivalidad con Gardel divide al público. Afuera, Piazzolla se levanta como un genio universal, admirado sin grietas ni comparaciones. “En Asia, Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá: lo aman. Nadie lo pone en competencia con otro artista argentino,” enfatiza Mayo.
La complejidad de la grabación tuvo momentos caóticos y hasta cómicos, según cuenta Muscatello. “En la jam del Libertango, cada ensamble tenía microfoneo y disposición diferentes. Hubo bandoneones sin canales grabados, otros apuntando a cualquier lado. El despliegue técnico fue improvisado, mágico. Si no lo sabes, parece perfecto, pero fue un desafío monumental sacar la esencia de esa toma.” La edición fue drástica: de nueve minutos y medio a cuatro minutos veinte, cortando solos con bisturí y quedando solo con lo sublime. “Eso fue clave en la mezcla,” remató Andrés.

El encuentro con el audio inmersivo fue un viaje a contramano de la inercia local. Ya en 2016, Mayo detectó que esa era la frontera a conquistar. “Veíamos que la forma más demandada de entretenimiento era la inmersiva, y la seguimos desde la realidad virtual hasta la consolidación del Dolby Atmos. Probamos tecnologías, desarrollamos desde lo artesanal a lo de punta, beta testeamos con empresas globales. Muchas horas de error y acierto hasta consolidar el sistema en nuestra sala”.
Muscatello aporta la mirada de apertura: “Fue reconfortante, porque la tecnología nos conectó con desarrolladores y artistas del mundo. Ofrecer a músicos nuevas formas de expresión es un privilegio. Abrió puertas, permitió colaborar y aprender desde la experimentación”.
El proyecto, además, fue el primero en el que ambos diseñaron, produjeron e ingenierizaron la visión completa, sin voces externas, ni dueños ni clientes, solo ellos al mando. “Antes trabajamos con Pedro Aznar, Santaolalla, Palo Pandolfo, hicimos pódcast para HBO, instalaciones en México, presentaciones en el sur argentino. Pero nunca como en este proyecto nos adueñamos del proceso, desde el primer detalle hasta el último. Que la nominación haya llegado tan lejos valida todo ese trabajo y esa fe en el proyecto,” afirma Mayo, todavía emocionado.

“La nominación refleja que estábamos en el camino correcto,” corrobora Muscatello. Pero el verdadero desafío empieza ahora: “Hay que volver a innovar, no repetir la fórmula. El Libertango del disco es la versión veinticinco. Hubo prueba, error, cortar y empezar de nuevo: eso tiene que repetirse en los proyectos que vengan para realmente romper el molde y crecer.”
En medio de los nombres, los premios y la tecnología, queda lo esencial: un homenaje argentino a Astor Piazzolla, una revolución para los Grammy, y un salto en el modo de escuchar y sentir el tango. Andrés Mayo y Martín Muscatello no tocaron apenas una puerta: abrieron una ventana inmensa para la música latinoamericana y el futuro del audio.
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