A 50 años del primer filme de Porcel y Olmedo: hombres desesperados por sexo, mujeres ingenuas y un fenómeno imparable

En el otoño de 1973 Los Caballeros de la Cama Redonda encabezaba la taquilla argentina. Fue la primera película de ambos comediantes. Quienes fueron los creadores de esta receta para un humor imposible en la actualidad cuya saga llegó a las 36 películas. Las polémicas situaciones y el lugar que ocupaba la mujer. La inquietante y premonitoria escena de Olmedo en el balcón

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Los Caballeros de la Cama Redonda llevó casi dos millones de espectadores a los cines. Fue la primera de la saga de películas de Porcel y Olmedo
Los Caballeros de la Cama Redonda llevó casi dos millones de espectadores a los cines. Fue la primera de la saga de películas de Porcel y Olmedo

Hace 50 años, en el otoño de 1973, una película monopolizaba la taquilla argentina. En menos de un mes ya casi dos millones de personas la habían visto. Los Caballeros de la Cama Redonda daba inicio a una larga saga: la de las películas de Porcel y Olmedo. Graciosas, polémicas, perezosas, con un humor demasiado fechado (y muchas veces violento y procaz), extremadamente populares, las películas del dúo cómico fueron muy exitosas durante quince años.

Fines de 1972. Un almuerzo de trabajo en la parrilla porteña La Cabaña. En la mesa estaban hombres del cine y los dos guionistas y productores más importantes de la televisión de esos años. Fernando Ayala y Héctor Olivera eran dos directores reconocidos. También eran los propietarios de Aries, empresa clave de la industria cinematográfica. Nicolás Carreras y Luis Osvaldo Repetto eran los otros dos hombres de la industria. Frente a ellos, Gerardo y Hugo Sofovich. Los programas humorísticos de los hermanos batían récords de rating. En sus elencos participaban casi todos los grandes del humor (de ese tiempo y de los siguientes 15 años). Operación Ja Ja y Polémica en el Bar eran las naves insignias. Al almuerzo llevaron una propuesta. Querían aprovechar el suceso televisivo y expandirlo al cine. Nada que no se hubiera hecho antes. Tenían el fervor del público, oficio, el termómetro de lo que hacía reír a la gente y dos cómicos descomunales: Alberto Olmedo y Jorge Porcel. Y una enorme ambición. Los Sofovich, en especial el hermano mayor, querían ir al abordaje de todos los géneros y formatos posibles. Este era el intento por trasladarse a la pantalla grande. Un par de años después, conquistaría el teatro de revistas.

Entre vinos y tiras de asado, discutían posibilidades, imaginaban algún formato. Ayala y Olivera no estaban del todo convencidos. A Aries le había ido bien con la picaresca unos años antes –con esa sucesión de películas cuya género podría llamarse Enredos en el Telo- pero los últimos intentos habían resultado un fracaso absoluto. Además, la empresa estaba tomando otro cariz, con miras a propuestas más serias, más prestigiosas como terminó resultando La Patagonia Rebelde. Había un argumento más: les iba muy bien con la serie de films de Sandrini de El Profesor Patagónico.

Los dueños de Aries le pedían precisiones argumentales a los Sofovich. Las respuestas eran vagas. No podía ser de otra manera, la imprecisión era inevitable: no tenían pensada ninguna historia. Ayala y Olivera, con amabilidad y la experiencia que brinda haber pasado por esa situación, dijeron que les interesaba mucho el proyecto, que volvieran cuando tuvieran algo escrito. Cuando Gerardo Sofovich vio que la posibilidad de hacer su primera película se evaporaba, como buen tahúr, sacó de la manga su mejor carta: el título. “Los caballeros de la cama redonda”, dijo y los conquistó.

Los Caballeros de la Cama Redonda tuvo un gran elenco. Participaron casi todos los grandes humoristas de esos años
Los Caballeros de la Cama Redonda tuvo un gran elenco. Participaron casi todos los grandes humoristas de esos años

La película se estrenó el 12 de marzo de 1973 en el Gran Rex. Se convirtió en un éxito inmediato. A la popularidad de Porcel y Olmedo, su arrastre televisivo, se le sumaban las mujeres desnudas, los chistes verdes, el doble sentido, todo lo que la pantalla chica no brindaba, aquello que sólo se podía ver –y no tanto cómo se cree- en el teatro de revistas. Y el cine con sus latas podía llegar a cada rincón del país.

Olmedo todavía no había participado nunca en una revista, faltaban un par de años para que llegara al Astros, al Maipo y otros escenarios similares. Su experiencia teatral era más bien escasa. En 1972 había fracaso en Promesas, Promesas con Susana Brunetti. Su experiencia en el cine no era demasiado vasta. Debut con papel menor en Gringalet, varios roles secundarios y dos protagónicos: la película del Capitán Piluso a principios de los sesenta y El Hombre del Año, de Kurt Land en la que interpretaba a alguien con dos corazones. En esos años se había convertido en el actor televisivo mejor pago. Era el único del elenco de los Sofovich que ganaba más que ellos. Jorge Porcel también era un fenómeno. Sus torsiones gestuales, la velocidad de respuesta, la gordura y la gracia de los movimientos.

El resto del elenco es una especie de catálogo exhaustivo del humor de televisivo de los setenta y los ochenta. Aunque con apariciones breves aparecen casi todos los que recorrieron los programas de Gerardo Sofovich, Porcel y Olmedo durante esos años. De César Bertrand a Adolfo García Grau, pasando por Javier Portales, Tristán, Mario Sánchez, Mario Sapag, Marcos Zucker, Julio De Grazia y hasta dos leyendas de la revista en breves cameos como Délfor y Fidel Pintos, quien luego de una larga trayectoria se había convertido en una primera figura desde el centro de la mesa de Polémica del Bar y su sanata. También, claro, estaban las mujeres: Mariquita Gallegos, Mimi Pons, Carmen Morales, María Rosa Fugazot, Haydeé Padilla y (según figura en los créditos) la presentación de Moria Casán. Hasta había lugar para alguien no identificado con el género como Chico Novarro y para una mujer de otra escudería –la de los uruguayos de Hupumorpo-, la talentosa Gabriela Acher.

El guión era de Hugo y Gerardo Sofovich. La dirección del hermano mayor. El argumento –previsiblemente- es sencillo. Cuatro hombres (Porcel, Olmedo, Novarro y Tristán), compañeros de trabajo en una zapatería femenina, se ponen de acuerdo para alquilar juntos un departamento para utilizarlo de bulín; es decir como sede para sus infidelidades. Los enredos se presentan cuando todos (incluido el dueño de la zapatería, un muy gracioso García Grau) concurren simultáneamente con sus ocasionales conquistas al lugar. La cama redonda del título es la que compran en una mueblería atendida por Marcos Zucker. La cama genera intriga y excitación en cada personaje: la circunferencia perfecta del sexo.

La película llevó millones de espectadores en toda Argentina. Pero más allá del éxito, su principal legado fue que creó una franquicia, un género en sí mismo: las películas de Porcel y Olmedo.

 Los Doctores las Prefieren Desnudas se estrenó seis meses después para aprovechar el éxito de la dupla. Fue escrita también por los hermanos Sofovich
Los Doctores las Prefieren Desnudas se estrenó seis meses después para aprovechar el éxito de la dupla. Fue escrita también por los hermanos Sofovich

Porque si Los Caballeros de la Cama Redonda tenía varios protagonistas en ese elenco amplio, tanto los productores de Aries como los Sofovich supieron entender que habían generado el fenómeno: la dupla Porcel-Olmedo y la posibilidad de ver chicas mujeres hermosas con poca ropa.

Es muy posible que la película sea la mejor de todas las que hicieron. Sin dudas ingresa en el podio. Todavía no le había ganado la desidia a ninguno de los participantes, ni descansaban en que la fórmula fue indestructible durante mucho, mucho tiempo. Hay gags flojos, chistes muy malos y previsibles, planos incomprensibles, actuaciones acartonadas. Y (demasiadas) situaciones que hoy serían imposibles siquiera de pensar. Pero también hay respuestas veloces, la gracia natural del dúo, un guión más elaborado que en el resto de la saga y una gran escena con los cuatro vendedores y sus conquistas repartidos en el diminuto departamento mientras se alarga con ingenio el momento de que se crucen y estalle el escándalo.

La escena final de Los Caballeros de la Cama Redonda, la primera de las 36 películas de la saga Porcel, Olmedo y Aries
La escena final de Los Caballeros de la Cama Redonda, la primera de las 36 películas de la saga Porcel, Olmedo y Aries

Recordemos un dato: los cines de Corrientes o de Lavalle eran enormes. Albergaban entre mil y tres mil espectadores. Durante años estas películas los llenaban. Cada vez que Porcel aparecía detrás de una puerta y le gritaba ¡Cornudo! A Mario Sánchez, o que vendiendo zapatos le dice revoleando los ojos a una clienta que Tranquila, va entrar, o cuando Olmedo aparece disfrazado de pescador o cuando se burla porque su amigo fue al bulín con Julio De Grazia y sospecha que es homosexual o cuando Mariquita Gallegos queriendo acostarse con Tristán, seduciéndolo, le pregunta qué tiene en su mirada y este responde “estrabismo”, el cine, las tres mil personas estallaban, reían a carcajadas y contagiaban a los que todavía no se habían convencido. Debe haber sido una gran experiencia colectiva.

Una de las características de estas películas es que todo el tiempo los hombres están pensando en sexo, queriendo llevarse una mujer a la cama (en este caso redonda) pero nunca concretan. Humor interruptus.

El 90 por ciento de los chistes que se hacen sobre Porcel y los que hace él son sobre comida, la gordura y todos lo que esté relacionado con ello. La homosexualidad es condenada y motivo de burla. Marcos Zucker hace a un comerciante judío ávido por el dinero. Olmedo manosea a las mujeres, se queda en calzoncillos cada vez que puede. César Bertrand termina con torticolis para espiar debajo de la pollera de una asistente. Los maridos están desesperados por el sexo, sus esposas son ingenuas, bastante tontas, pacientes y, ante todo, virginales.

Es humor de hace medio siglo atrás. Más que para condenar a los que están involucrados, sirve para entender el clima de época, cuál era el lugar de la mujer y sobre qué se hacía humor.

Hace poco tiempo Fernando Martín Peña publicó un hermoso libro llamado Diario de la Filmoteca (Blatt y Ríos). Allí recuerda que en Los Hombres Sólo Piensan En Eso de 1976, en una escena Susana Giménez se desmaya frente a Porcel y Olmedo. Ellos creen que está muerta y Olmedo se desabrocha los pantalones con gesto libidinoso. Porcel le dice: “Che, con los muertos no”. Olmedo le pide: “Dejame un ratito nada más”. Justo el personaje de Susana despierta. Peña después cuenta la última escena de A Los Cirujanos Se les Va la Mano: “El dúo anestesia a Susana y a Moria y se las llevan en direcciones opuestas diciendo: ‘Que te diviertas’ y ‘Gracias, después te cuento’. El film termina con música feliz, compartiendo con el público masivo que festejaba nada más que la complicidad en una violación”.

Hay que reconocer, al menos, el ingenio de los Sofovich para desnudar a las actrices. Las excusas más variadas sirven para que queden en ropa interior. La desnudez total se retacea. Las chicas bajo la ducha o cambiándose se contorsionan para no mostrar el vello púbico o los pezones, aunque algún que otro pecho se puede ver.

En los años ochenta, Porcel y Olmedo se volcaron al cine infantil. La fórmula de la picaresca parecía agotada
En los años ochenta, Porcel y Olmedo se volcaron al cine infantil. La fórmula de la picaresca parecía agotada

Según consignan Manrupe y Portela en Un Diccionario de Films Argentinos (obra indispensable de consulta) en el diario La Opinión escribieron: “El que busque humor fácil y bastante grueso verá con este film satisfechos sus deseos”. En Mayoría fueron más contundentes: “Los caballeros del pero de los gustos”.

A las pocas semanas del estreno, Aries y los Sofovich decidieron lo obvio: ponerse a trabajar en una segunda entrega. La estrenaron justo seis meses después: Los Doctores Las prefieren Desnudas. Esta película tiene varias diferencias con la anterior y es más representativa de lo que vendría. Historias menos elaboradas, mucho rodaje en sets y poco exteriores (una de las maravillas de estas películas es la de ver a la Buenos Aires de los setenta: las escenas iniciales de la calle Lavalle, los hombres saliendo del cine todos con saco, la boite Rugantino, los restaurantes de ese momento, los taxis destartalados) y el protagonismo exclusivo de Porcel y Olmedo. Lo que en la segunda entrega fue apuro, en las siguientes fue desinterés y escaso esfuerzo: descansar en el ángel de los dos cómicos y en la atracción de las mujeres hermosas.

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El cine no era el medio ideal para Olmedo. En Los Caballeros de la Cama Redonda se lo ve contenido y con peluquín (lo uso unas pocas temporadas). Pero su verdadero medio era la televisión. El cine tenía varios problemas para él. Casi nunca interpretaba a un personaje como sí lo hacía en sus sketchs; esos personajes los iba construyendo grabación tras grabación hasta que al cuarto o quinto programa ya tenían una forma definida, variantes, cierta tridimensionalidad. Además esos sketchs duraban 12/14 minutos, el tiempo que él necesitaba para entrar en calor y sacar cada uno de sus recursos de improvisación, para ir venir como un músico de jazz por la melodía principal. Siguiendo un texto (por lo general flojo) estaba encorsetado, sin naturalidad. Lo otro que le quitaba el cine era uno de sus súper poderes: la movilidad, la posibilidad de desplazarse por todo el set y hasta por bambalinas, sin ataduras: una especie de Fred Astaire deslizándose por una inmensa pista de baile. El cine, el alcance de la cámara y las marcas lo opacaban.

Hay una escena inquietante, algo premonitoria. En ese momento que recrea el vaudeville teatral, la comedia de puertas, en la que cada uno de los amigos está en un ambiente del departamento, Olmedo fuma en el balcón. Para ver a su chica bañarse por una pequeña ventana, se trepa. Para eso se para en una maceta para acceder a la baranda. Eso mismo hizo, según la huella de su bota marrón en la tierra húmeda, su última madrugada en el Maral 39 quince años después.

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“Si los Sofovich no contaran con dos cómicos como Olmedo y Porcel, con ángel y un desparpajo admirables, seguramente naufragarían en la mediocridad”, escribió Ricardo Parrota en la revista Satiricón tras el estreno de la segunda entrega. En esa película –la última de Gerardo y Hugo juntos- los Sofovich encontraron la excusa perfecta para desnudar mujeres: Olmedo y Porcel son falsos médicos y le piden a sus pacientes que se saquen la ropa.

Atracción Peculiar fue la última película que hicieron juntos. Se estrenó 4 días antes de la muerte de Olmedo
Atracción Peculiar fue la última película que hicieron juntos. Se estrenó 4 días antes de la muerte de Olmedo

En total hubo 36 películas. La mayoría con los dos cómicos. En muchas se sumó Susana Giménez. Moria Casán participó en casi todas. A principios de los años ochenta la fórmula de la picaresca pareció agotarse. Con la llegada del destape ya carecía de sentido. Pegaron un volantazo e hicieron películas infantiles: desprolijas, perezosas pero que muchos fuimos a ver al cine con ilusión y felicidad. Rambito y Rambón, Los fierecillos se divierten, la serie de Los Colimbas. Cuatro días antes de la muerte de Olmedo se estrenó Atracción Peculiar, la última; un regreso a la picaresca, de trazo grueso, cuyo frase de promoción era “Los Trolex se divierten”.

Los directores fueron Nicolás Carreras, Hugo Moser, Cahen Salaverry. Las mejores, las que tenían algo distinto, siguen pareciendo las de Hugo Sofovich (sin Porcel y Olmedo hizo una buena comedia: Un Toque Diferente con Susana y Ernesto Bianco). En algunas el guionista fue Juan Carlos Mesa. También Oscar Viale que escribió la más disruptiva: Mi novia el… (el título original, antes de la censura, era Mi Novia El Travesti).

En esas 36 se cuentan las que Olmedo hizo con Tato Bores o las que Porcel protagonizó solo. En esos casos, el que no era el protagonista hacía un cameo. Según cuenta Héctor Olivera en sus memorias las del dúo eran las que mejor andaban en la taquilla, después las de Porcel solo y últimas las de Olmedo. Aries Cinematográfica fue una de las grandes beneficiadas con la saga de Porcel y Olmedo.

El Facha Martel contaba que una tarde fue al cine con Olmedo a ver El Manosanta está Cargado (una de las mejores de él solo junto a Basta de Mujeres). Antes de la película pasaron una publicidad institucional del Incaa. Mostraban con orgullo los logros en los festivales internacionales en esos primeros años del gobierno de Alfonsín. Había imágenes de La Historia Oficial, Camila, Darse Cuenta, La Película del Rey. Hablaba de la vitalidad del cine argentino. Olmedo se enojó y empezó a los gritos en la oscuridad de la sala. -“¿Y las mías y las del Gordo dónde están? Vendemos más entradas que todas esas juntas. Con la guita de las nuestras financian esas”. La falta de reconocimiento solía indignarlo.

Los Caballeros de la Cama Redonda cumple 50 años. Pero las películas de Porcel y Olmedo tuvieron muchas vidas. Primero en los cines continuados de los barrios y de las ciudades de provincia. Después un nuevo boom en los ochenta con la aparición del VHS; fueron durante un largo tiempo favoritos en los videoclubes. Luego tuvieron muchísimo rating cada vez que Canal 13 de Buenos Aires las emitió viernes a la noche o las tardes de domingo. Por último en el cable.

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