
Las películas en las que la banda sonora es tanto o más protagonista que los propios actores tienen por delante, casi siempre, futuro de comedia musical. Pasó con Billy Elliot y con los tanques de Disney, y también se dio al revés, en casos como Cabaret o The Rocky Horror Picture Show, obras que pasaron de las tablas a la pantalla grande. El caso de Fiebre de sábado por la noche corresponde al primer grupo: una película que en 1977 revolucionó las pistas de baile y reprodujo el éxito en 1999 cuando desembarcó en Broadway.
Fiebre de sábado por la noche, la película, está inspirada en “Ritos tribales del nuevo sábado por la noche”, una nota firmada por el periodista británico Nik Cohn que fue publicada en la revista New York Magazine en junio de 1976. El eje de la crónica estaba puesto en Vincent, un personaje ficticio que representaba a miles de jóvenes que salían por las noches a gastar zapatos en las pistas de las discotecas. Ese chico de fantasía fue la inspiración para crear el personaje de Tony Manero que luego Travolta interpretaría en la pantalla grande. La actriz Karen Lynn Gorney hacía de Stephanie Mangano, y así terminaría por cerrarse el círculo perfecto que formaron como pareja de baile. El feeling existió: la coreografía más famosa del filme fue improvisada por ellos.

La vestuarista Patrizia Von Brandenstein fue quien impuso el famoso traje blanco que lució Travolta en la pelicula y con el que quedó inmortalizado en el inconsciente colectivo de la música disco. El director, John Badham, quería que el actor usase un traje negro, pero daba mal con las luces del boliche; el blanco era perfecto. El vestuario era barato pero efectivo, y contemplaba tres juegos de saco y pantalón por si se manchaba o John transpiraba demasiado.
La película se estrenó en diciembre de 1977 y ya empezó facturando millones de dólares. Este éxito de taquilla fue calificada en Estados Unidos como R, de “Restricted”, solo para mayores de 17 o 18 años, o menores de esa edad acompañados de un adulto. Ya en marzo de 1979 se lanzó una nueva versión PG (“Control de Padres Sugerido”) que siguió arrasando incluso cuando años más tarde se lanzó en otros formatos hogareños. Más allá de la historia, los actores y el vestuario, la bomba de la película fue la música y los Bee Gees estaban detrás de todo esto.

El rodaje de la película ya estaba muy avanzado cuando Robert Stigwood, productor musical y cinematográfico, le encargó a los Bee Gees la banda sonora. Los hermanos Barry, Robin y Maurice Gibb no sabían casi nada de la trama cuando los convocaron, pero igual hicieron magia. El disco de Saturday Night Fever vendió más de 15 millones de copias solo en Estados Unidos y fue, durante muchos años, la banda sonora más exitosa de todos los tiempos. El filme y toda su parafernalia revivieron la música disco que ya estaba de capa caída y los Bee Gees quedaron pegados al estilo para siempre.
Barry y los gemelos Robin y Maurice habían comenzado su carrera en Australia, el país en el que crecieron, aunque habían nacido en la Isla de Man. Luego se siguieron desarrollando como artistas y aprendiendo en Inglaterra, y la terminaron de romper en Estados Unidos. Con su padre como mánager y una educación musical exigente, los Gibb se destacaron por la armonía de sus voces, su talento para componer y los falsetes de Robin. Las composiciones de la banda de sonido de Fiebre de sábado por la noche son una mejor que la otra y pintan cada escena. Por eso, llevar la película a la comedia musical del teatro resultó casi inevitable.
En octubre de 1999 se estrenó en Broadway la obra teatral, con James Carpinello como Tony Manero y Paige Price como Stephanie Mangano. Con un gran elenco, se presentó con mucha aceptación durante más de 500 funciones. Era un reflejo de lo que había pasado en el West End de Londres, adonde se había estrenado un año antes. Pero no todo quedó reducido al idioma inglés: Fiebre… también tuvo su versión en castellano, y el primero en ponerla en marcha fue Alejandro Romay en Buenos Aires.
La versión argentina de la película que Travolta hizo mundial se estrenó en abril de 2001 en el Teatro El Nacional de Buenos Aires, con Darío Petruzio como Tony, Silvia Luchetti como Stephanie y Elena Roger como Annette, entre otros actores y actrices. Aunque los diálogos fueron traducidos al español, muchos de los temas musicales quedaron en el idioma original, menos “”If I Can’t Have You”, “You Should Be Dancing”, “Tragedy”, “What Kind of Fool”, “Nights on Broadway”, “Immortality” y “How Deep Is Your Love”, que fueron adaptados al español por Gustavo Zajac, director de teatro y coreógrafo que en la actualidad reside en Nueva York.
En un artículo de Silvina Friera publicado en Página 12 con motivo del estreno, se habla de “una inversión de 2 millones de dólares, más de 35 actores en escena, 40 cambios escenográficos y 20 músicos”. Todo un despliegue para una Argentina que ya comenzaba a palpitar la crisis del corralito, que se iba a desencadenar a fin de ese año. En el primer párrafo, Friera escribe: “Los protagonistas argentinos de la comedia musical Fiebre de sábado por la noche no vivieron el fenómeno que generó la música disco en los 70 a través de la película, ni el lanzamiento al estrellato de John Travolta, ni el éxito de los Bee Gees”.

A dos décadas de aquel estreno vernáculo, vale decir que los jóvenes de la generación Z tampoco vivieron el fenómeno, y ni siquiera la remake. Pero como la historia suele ser cíclica no faltará mucho para que vuelva el traje blanco y las voces aflautadas de los Bee Gees para avisarnos que, otra vez, abre la disco.
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