
Los restos de Iván Federico Díaz ingresaron a la morgue de General Rodríguez poco después de ser encontrados en un bañado de las aguas del río Reconquista este domingo. No había nada para identificar el cuerpo, al comienzo. Entonces, el fiscal Federico Soñora comenzó a buscar denuncias de paradero. La familia de Díaz, oriunda de Merlo, había radicado una denuncia el jueves anterior. Las características de la denuncia coincidían con lo encontrado. Poco después, la familia reconoció el cuerpo. Lo que el asesino había dejado para reconocer fue grotesco.
Faltaban los ojos, para empezar. Los forenses especularon con que podrían haber sido arrancados por animales, tampoco pudieron coincidir en la causa de muerte, si Díaz, de 30 años, en pareja, padre de una hija, falleció por las seis puñaladas que recibió o por los fuertes golpes en la cabeza que presentaba, suficientes para dejarlo sin vida. También encontraron que faltaban otras partes. El estudio al cuerpo reveló que un tramo de los intestinos había sido extraído. No había forma de que un animal lo hiciera.
Poco después hubo un sospechoso. Fue la familia de Díaz la que señaló a Miguel Ambrosio, compañero de trabajo del joven asesinado. Sabían de una relación que Ambrosio y el joven asesinado mantuvieron, en secreto, que había terminado hace “dos años”, aseguraron familiares.
Soñora supo después que la relación continuaba hasta hoy.

Así, Soñora rápidamente fue por Ambrosio, alias “Piny” y lo detuvo. En su auto el test de luminol reveló la presencia de rastros de sangre. En su casa encontraron un bisturí. El fiscal no tardó en reconstruir la historia. El crimen fue, según sus cálculos, una respuesta. Ambrosio había denunciado a Díaz en una UFI de Morón hace un año por extorsión.
El teléfono de Díaz sigue sin aparecer. El de Ambrosio, por su parte, contenía la prueba que llevó al fiscal Soñora a cerrar su hipótesis. Había mensajes. En uno de ellos, según supo Infobae, la víctima le decía a su amante: “Si me dejás, le cuento a tu vieja”. La amenaza se hacía extensiva a la pareja de Díaz, incluso a su hija.
Ambrosio se negó a declarar ante Soñora. La forma en que el cadáver fue eviscerado, a los ojos del fiscal, es algo sumamente específico, de un desprecio insólito. Todavía no hay una explicación de por qué Ambrosio, si es que es el autor del hecho, removió los órganos del cadáver, o si tiene los conocimientos necesarios para hacerlo, también busca saberse si esto fue hecho con Díaz todavía vivo o tras su muerte.

El acusado del crimen cayó con un presunto cómplice, Jonathan Gaitán, de 42 años, alias “Mosquito”, un changarín de la zona. Un cuñado de Ambrosio los complicó. Aseguró que los vio llegar a la casa de Ambrosio, de la que es vecino. Los vio “lavar una pala e irse”.
Gaitán, tal como Ambrosio, se negó a declarar.
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