Sicarios a 15 minutos de la Casa Rosada: qué hay detrás de la muerte del testigo de un resonante asesinato

El paraguayo Fredy Serafini Cáceres fue condenado a 20 años por matar a un compatriota en la Villa 31. Los testigos en el juicio hablaron de una pelea por un perro. Sin embargo, un policía en el juicio apuntó un motivo mucho más oscuro: el asesinato de Serafina López, baleada en la cabeza por oponerse a que un transa abuse de su hija de once años.

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Serafina López, asesinada en la Villa 31 bis en 2014.
Serafina López, asesinada en la Villa 31 bis en 2014.

El 11 de diciembre último, el Tribunal Oral Criminal N°3 condenó a 20 años de cárcel a Fredy Raúl Serafini Cáceres, de 27 años, nacido en Paraguay, por el asesinato de su compatriota Pablo Díaz Gavilán, ocurrido el 25 de abril de 2015 a las 2:30 de la mañana en la manzana 104 del sector Cristo Obrero de la Villa 31 bis, una fuerte pena en concurso con el delito de portación ilegal de arma de fuego lograda por el fiscal del proceso, Andrés Madrea, tras una investigación de la Fiscalía N°43 de Carlos Velarde.

La  historia del caso es aparentemente lineal: Fredy, de acuerdo con lo que el tribunal dio por probado, llegó a bordo de un Peugeot 206 azul a un kiosko de la zona, compró algunas cervezas y se encontró allí con Díaz Gavilán, herrero de profesión, al cual siguió para enfrentarlo. Allí, Fredy le atestó al menos dos disparos calibre .380 en la cara y en el tórax. Un hermano de Pablo fue testigo del hecho, así como una vecina. "Callate boluda, o si no te mato a vos también", le lanzó Serafini Cáceres a la vecina, que luego tuvo que mudarse de vuelta a Paraguay, asustada. Ambos señalaron a Serafini Cáceres como el culpable ante los jueces del TOC N°3.

Diversos testimonios en el juicio, incluido el del hermano de Díaz Gavilán que presenció el asesinato, apuntaron a una pelea por una patada a un perro de Fredy como la causa del asesinato, una excusa un tanto excesiva de cara a dos tiros de alto calibre a quemarropa. Las versiones en el juicio minimizaban en el vínculo entre ambos. Los vecinos de la 31 bis aseguraban que se conocían que Fredy y Díaz Gavilán apenas se conocían de vista. Sin embargo, el miedo era obvio: la vecina que presenció el homicidio llegó directamente de Paraguay a la terminal de Retiro y declaró ante la Justicia, sin escalas en el medio en su casa del Cristo Obrero.

Serafini Cáceres, soltero, oriundo de Coronel Oviedo, carpintero y changarín según él mismo, padre de un hijo, no tenía un prontuario pesado. Al contrario, no tenía ningún antecedente penal en la Justicia argentina hasta el momento del juicio. Su plan era migrar a España tras escabullirse por la Triple Frontera un día después del crimen y ocultarse en Oviedo con su familia.

Se escabullió un largo tiempo. Serafini Cáceres no fue detenido en suelo porteño: la Policía Nacional española lo arrestó en mayo de 2016 en el aeropuerto de Barajas, Madrid, luego de una orden emitida por el TOC N°3 a Interpol. Fue extraditado a la Argentina ocho meses después. Se negó a declarar al llegar.

Serafina López
Serafina López

El móvil de la patada al perro no tenía sentido para el fiscal Madrea. Los testigos, evidentemente, no decían algo más grave. Un testigo aseguró ante el Tribunal que Serafini solía rodearse de pesados de la zona, de transas que copaban una esquina para vender, que encontrarlos de noche era un problema, testimonios policiales deslizaron que habría sido un transa él mismo.

Un oficial del área de Narcocriminalidad de la Policía de la Ciudad declaró en el juicio. El oficial, en sus tareas de inteligencia, había recogido versiones que indicaban a Serafini como el asesino de Díaz Gavilán, había localizado el Peugeot azul y había conducido varios allanamientos en la 31 bis que fueron infructuosos. Lo que el policía afirmó bajo juramento -y que consta en los fundamentos de la sentencia del TOC N°3- arrojó la hipótesis del perro a la basura.

Aseguró, de acuerdo a sus investigaciones, que Díaz Gavilán no había muerto por patear ninguna mascota: había sido testigo del asesinato de Serafina López, ocurrido en la Villa 31 bis el 14 de noviembre de 2014. La muerte de Serafina, paraguaya como victimario y víctima, fue de una particular crueldad. Murió en su cama, de un tiro sicario en la cabeza. El ideólogo de su muerte fue Cosme Báez Brizuela, "El Roli", un traficante de pistola al cinto, vinculado según la Policía de la Ciudad a Fredy Raúl, condenado a prisión perpetua por el crimen en 2016 por el Tribunal Oral de Menores N°3.  

Serafina se oponía a que "Roli", de 28 años de edad, mantuviera una relación con su hija de apenas once: Serafina llegó a denunciar a Báez Brizuela por abuso. Dos menores fueron los pistoleros enviados por Cosme Báez se encargaron de matarla. Lo cierto es que Serafina fue entregada. Su hija menor, su hija mayor de 16 años y un sobrino complotaron para su muerte. 

Tuvo señales por lo menos inquietantes. Un grupo de chicos aparentemente enviados por Báez Brizuela rodearon la casa de Serafina una semana antes de su muerte, gritando para que retire la denuncia por abuso. Así, el narco convenció a la menor de 11 años y a su hermana C., al primo de ellas y su novia y a otro amigo de ellas, de ser parte del plan para matar a Serafina. Inexplicablemente accedieron. Todos se sentaron finalmente en el banquillo, salvo la menor de once años. La hermana mayor confesó que Báez le pidió que la ayudara a matar a su propia madre. Se encargó de abrirle la puerta a los asesinos, uno de ellos de 14 años. Recibió un pedido de pena de 15 años. Un hermano del traficante llegó a amenazar a testigos de la causa y fue detenido.

Báez y la menor permanecieron ocultos un mes tras el crimen. Según la investigación se ocultaron en una casilla muy precaria en la 31 bis. Allí, aseguran, habría sido violada por otros hombres. Un día de diciembre, familiares de Serafina la vieron sola a la menor en la estación de trenes de Retiro. La rescataron y dieron a aviso a la Policía. Báez cayó poco después, luego de una serie de allanamientos.

Lo cierto es que el testimonio del policía no es la primero que ubica a la víctima de Serafini Cáceres como testigo del asesinato de Serafina. Dos testigos que declararon en la causa del Juzgado Nacional de Menores N°2 que investigó a Báez Brizuela "señalaron a Pablo Díaz Gavilán como el vecino que pudo observar a Francisco y a Báez Brizuela ingresar a la finca de Serafina y luego de escuchar una detonación de arma de fuego verlos salir a veloz carrera", apunta el expediente.Estos testigos aseguraron "que Díaz Gavilán les había dicho que había visto todo y que iba a declarar, declaración con la que lamentablemente no pudo contarse ya que el testigo mencionado perdió la vida."

La versión, en paralelo, ya había llegado a investigadores judiciales en Comodoro Py que seguían el rastro de las bandas de paraguayos en la 31 bis. Sin embargo, el fiscal Madrea fue quien advirtió este dato en la preparación de pruebas para su acusación: la Justicia no había indagado en el posible motivo de la muerte de Díaz Gavilán hasta ese momento.

Hay un vínculo más entre Serafini Cáceres y las bandas narco comandadas por paraguayos en la Villa 31 bis que consta en los fundamentos de la sentencia del TOC N°3. El Peugeot 206 que manejaba el asesino fue encontrado frente a la caja de Miguel Ángel Paniagua en la manzana 104, la misma en donde ocurrió el crimen de Díaz Gavilán. Paniagua, hoy detenido, es un viejo conocido de los juzgados y fiscalías de Comodoro Py dedicados a investigar las tramas narco de Retiro. Con antecedentes al menos desde 2012, Paniagua, oriundo de Paraguay, fue condenado este año por el TOF N°6 a un año de prisión en suspenso por vender marihuana. Voces judiciales lo ubican cerca de Los Sampedranos, una poderosa banda de transas guaraníes, pero con cierta independencia, una suerte de dealer autónomo.

Hoy, Paniagua está preso, elevado a un nuevo juicio por la Fiscalía Federal N°1 del doctor Jorge di Lello. Una cámara montada frente a su puerta filmó más de 200 horas de entradas y salidas, con venta de droga en plena vereda.