
Mont Blanc quiere decir montaña blanca en francés: su paisaje cubierto por una espesa capa de hielo y nieve explica su nombre. Se eleva a lo largo de la frontera entre Francia e Italia, sobre el oeste de la cadena montañosa del Cáucaso, como integrante de la cordillera de los Alpes. Su cima registra 4.809 metros sobre el nivel del mar: es el pico más alto de Europa occidental y el foco de una nueva búsqueda de paz entre veteranos argentinos y británicos de la guerra de Malvinas.
El próximo 11 de septiembre será domingo, el día indicado para que un equipo de seis veteranos de fuerzas argentinas, gurkas, Royal Marines, guardias galeses y tropas especiales británicas escale la montaña de los alpes franceses con una causa justa: destacar un espíritu de confraternidad y reconciliación entre los países involucrados en un conflicto bélico que este año conmemoró su 40° aniversario.
El propósito principal de la gesta será recaudar fondos para Blesma, cuya misión es, según su propio lema “permitir que los veteranos sin extremidades lleven una vida independiente y plena”. La organización benéfica militar británica, ya centenaria, se fundó después de la finalización de la Primera Guerra Mundial y tras la Guerra de Malvinas, en la que fallecieron 255 militares británicos y 649 argentinos, 40 integrantes de las fuerzas británicas que quedaron heridos se convirtieron en miembros.

Uno de ellos es John Phillips, quien por entonces era un oficial de desactivación de bombas. En el conflicto del Atlántico Sur estaba desactivando una bomba que había caído en el HMS Antelope. Las bombas de los aviones argentinos a veces no llegaban a detonar dado que debían viajar a nivel del mar para evitar ser detectados y soltarlas al instante. Lo que ya había hecho el día anterior con el sargento Jim Prescott en el HMS Argonaut, debían hacerlo en el HMS Antelope. La explosión de la bomba mató a su compañero, le arrancó el brazo izquierdo y terminó hundiendo el buque de la armada británica.
Uno de los que participará de la expedición al Mont Blanc es el argentino Alejandro Diego, que tenía 20 años cuando pisó las Islas Malvinas ese 2 de abril de 1982. Dijo que alguna vez estuvo decidido a matar a los británicos después de que asesinaran a sus amigos durante la guerra, pero luego reflexiona: “Nadie merece morir por un pedazo de tierra”. Lo piensa desde su visita al Cementerio de Darwin de las Islas Malvinas en 2012: “La forma de honrar a los muertos es llegar a un acuerdo”.
“Desde el nacimiento es como si tuviéramos un microchip para creer que las Malvinas son argentinas, que las islas son parte de Argentina. Pero no es lo mismo desde el punto de vista de los isleños”, expresó. Por eso dice que no se debe recuperar las islas por la fuerza, sino que “tenemos que hacer de Argentina un lugar tan hermoso para vivir que las Islas Malvinas quieran volver a pertenecer a Argentina”.
“Tenemos que aceptar que los isleños, como seres humanos, tienen derecho a elegir su propio futuro, y la guerra me hizo ver eso”, dijo. “El desafío para nosotros es que los deseos de los isleños coincidan con nuestros deseos como nación”, concluyó.
“La historia de Alejandro debe ser escuchada porque nos recuerda a todos que hay dos lados en cada historia, y en cada guerra, y en el fondo, todos son personas. Éramos muy jóvenes cuando entramos en combate y les debemos a los que nos siguen el intentar que no vuelva a ocurrir”, expresó el ex guardia galés Will Kevans, de 59 años, que dirigirá la expedición a la montaña más alta del lado oeste del continente europeo.
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