Cumplió el sueño de pasar de empleada a dueña y compró el negocio donde empezó a trabajar a los 18 años

Marcela Saguas (47) es el ejemplo de la dedicación y perseverancia. Para sumar algo más de dinero se metió en el universo de la lavandería y el oficio la enamoró: “es gratificante solucionarle los problemas a otros”

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Marcela Saguas empezó trabajando como empleada y después de varios años de esfuerzo logró comprar el negocio que la vió crecer
Marcela Saguas empezó trabajando como empleada y después de varios años de esfuerzo logró comprar el negocio que la vió crecer

Marcela Saguas (47) pisó por primera vez una lavandería a sus 18 años. Había leído el anuncio de empleo en el diario donde había una vacante de empleada en un local ubicado en la esquina de Esmeralda y Tucumán, Microcentro. Se presentó, y arrancó a los pocos días.

Casi tres décadas más tarde, su rutina no cambió mucho. Sigue recibiendo los pedidos en el mostrador, seleccionado la ropa de color de las prendas neutras. También plancha las camisas, los vestidos de fiesta y esta atenta al mantenimiento de las máquinas. “Pasé de ser empleada en relación de dependencia, a administrar este espacio con otros dos socios”, dice orgullosa, casi descreída. “Todo lo que hice fue a través del esfuerzo y la dedicación constante”, le cuenta a Infobae.

El camino no fue sencillo….

A lo largo de estos años, Marcela, también se convirtió en madre de tres: Ayelén (27), Ezequiel (15) y Thiago (3), e hizo malabares para no faltar ni uso sólo día a su responsabilidades. “Convertirme en madre me motivó a querer crecer, y no sé por qué pero me fue más fácil organizarme. Con el segundo me costó bastante más”, agrega. “Para tener el último me tomé un poco más de tiempo, necesitaba acomodarme”.

La llegada de su primera hija, Ayelén, la motivó a seguir creciendo
La llegada de su primera hija, Ayelén, la motivó a seguir creciendo

La lavandería llegó a su vida por casualidad. Su padre es electricista y su madre costurera. Nunca faltó nada, pero tampoco sobraba. En el último año de la escuela secundaria, quiso ayudar en casa y ganar cierta independencia económica. “Trabajé como cadete haciendo trámites y gestiones varias para un despachante de aduana. El sueldo era bueno, y el ritmo laboral me permitía seguir estudiando”, recuerda.

Le fue tan bien que la efectivizaron, y al tiempo la promovieron asignándole una oficina con horario estable de lunes a viernes de 9 a 18. “En simultáneo me postulé al puesto en la lavandería, lo hacía en mi tiempo libre: los feriados, y los sábados”.

A la larga tuvo que elegir. “Siempre digo que la lavandería me encontró a mí. Mis compañeros no podían creer que dejaba esa estabilidad por este rubro”, destaca. “Descubrí una pasión en algo tan sencillo pero a la vez es tan gratificante. La gente viene con un problema, y se va con una solución. Eso es lo que siempre me motiva a seguir”.

La gran oportunidad: su sueño

La posibilidad de convertirse en dueña llegó en 2015. Hacia más de una década que estaba como encargada del local de Barrio Norte (Vidt 1937). “Me enteré que el dueño quería vender el fondo de comercio, y empecé a ahorrar”, relata. “Le hice una propuesta económica, y me la rechazó. Pedía bastante más dinero”. No bajó los brazos, y siguió firme con su objetivo. “Sumé changas, me gusta la peluquería y todo lo que tiene que ver con belleza”. De a poco se acercaba a la meta. Finalmente, en 2019 , reunió parte de lo acordado y sumó a dos de sus compañeros para dejar la relación de dependencia.

Lo que vino después fue vertiginoso. “Conocía el oficio, ahora tenía que aprender del ‘negocio’. Si bien ser dueña tiene sus ventajas en cuanto a la libertad en cuanto a la administración y organización, después hay que sortear factores como la alta carga impositiva, la inflación, la falta de personal”.

La pandemia arrasó con el negocio, recién a principios de 2021 logró retomar el ritmo. Ahora lucha contra la inflación
La pandemia arrasó con el negocio, recién a principios de 2021 logró retomar el ritmo. Ahora lucha contra la inflación

La lavandería, un lujo para pocos

La pandemia arrasó con el negocio. Marcela se encontró que en la pandemia sus clientes compraron lavarropas y que por la virtualidad de las reuniones y el home office, ya nadie usaba sus trajes ni su ropa de fiesta.

Durante ese período, no bajó los brazos e ideó estrategias para subsistir. “Arranqué haciendo lavandería y tintorería a domicilio. Me llamaban por un acolchado, o dos, pero me servía”. Optimista, dice que la llegada de extranjeros a partir de la reapertura de fronteras está revirtiendo esta tendencia. Lava 4.500 kilos de ropa por día. “Se nota el movimiento constante no puede compararse con el 2019 pero es buen

Eso sí, la inflación juega un papel fundamental. “La manera que la gente “consume” es otra. Suman más kilos a un pedido para abaratar los costos. Trabajar así es imposible porque no puedo cargar de más la máquina”, dice.

También hay que tener en cuenta la suba en los precios de los insumos: jabones, suavizantes, quitamanchas y productos para planchar. “Todos los meses hay aumentos, ya estamos acostumbrados, trato de no modificar los valores porque a la gente tampoco le gusta. Mi objetivo es que vuelvan siempre ….”

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