El día que murió Kirchner y nació el cristinismo

En el velatorio íntimo a cajón abierto del ex presidente, Cristina Fernández demostró a los jefes peronistas que ella estaba en condiciones de suceder a su poderoso marido. Claro que con su propia impronta. “Yo no soy ninguna vieja chota”, fue una de las contundentes frases lanzadas en su casa de El Calafate. A ocho años de la muerte, Infobae publica un extracto del Capítulo 4 del libro "Salvo que me muera antes"

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Cristina Kirchner durante el funeral público de Néstor Kirchner (NA)
Cristina Kirchner durante el funeral público de Néstor Kirchner (NA)

Antes de la ceremonia pública en la Casa Rosada, transmitida en vivo por televisión, el ex presidente Néstor Kirchner fue velado a cajón abierto en la residencia familiar de El Calafate, el lugar donde murió, el miércoles 27 de octubre de 2010.

Fue un velatorio privado, reducido a unos pocos parientes, amigos, legisladores y funcionarios, que volaron al principal destino turístico de Santa Cruz para despedir a quien seguía siendo el político más poderoso del país.

Durante todo el velatorio íntimo, el funebrero Walter Yosver permaneció, discreto, en el parque del chalet de los Kirchner, aunque entraba cada cierto tiempo por si necesitaban su ayuda como responsable del servicio fúnebre.

En una de esas irrupciones, vio que la hermana y ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, secaba, preocupada, el rostro de su hermano, que estaba perdiendo líquidos.

—Permítame, señora —le dijo, y puso un par de algodoncitos en la nariz de Néstor. También le limpió la boca y el mentón.

Alicia permaneció todo el velatorio pegada al cajón de su hermano; la presidenta Cristina Kirchner también estuvo mucho tiempo al lado de su compañero, aunque a veces se alejaba por un rato. Por ejemplo, cuando se ponía a llorar; en esos casos, su hijo varón, Máximo, su adorado "Oso", la abrazaba, y juntos se retiraban hasta que se reponía y volvía.

Sostiene Yosver que "el cuerpo de Néstor se estaba descomponiendo muy rápido. Le habían dado mucha medicación en las maniobras de reanimación y luego permaneció varias horas en un ambiente climatizado, cerrado, con mucha calefacción. No se hizo —no se solicitó, y tampoco teníamos nosotros, en Calafate, los medios para hacerlo— una tanatopraxia, que incluye la inyección de líquidos para conservar el cadáver".

Cristina Kirchner con su hijo Máximo (NA)
Cristina Kirchner con su hijo Máximo (NA)

A las ocho y media, cuando estaba oscureciendo, el doctor Luis Buonomo, el médico presidencial, llamó al funebrero.

—Cerrá el cajón.

—¿Van a Buenos Aires?

—Sí.

—Doctor, necesito saber a qué hora se van a ir.

—A las dos de la mañana.

Yosver recuerda que "me pareció lógico que cerraran el cajón. Hay un protocolo de salubridad de alcance internacional que indica que, cuando un cuerpo es trasladado en avión, tiene que ir cerrado; es decir, soldado porque, adentro del ataúd de madera, hay otro cofre, que es de metal. Va todo soldado también para que el cuerpo no despida olores".

Claro que la Presidenta podría haber solicitado en Buenos Aires que el ataúd fuera reabierto para la capilla ardiente en la Casa Rosada, pero Yosver afirma que, en aquel momento, "yo supuse que el velatorio en la Capital Federal sería a cajón cerrado precisamente por el estado de descomposición en el que ya se encontraba el cuerpo. De lo contrario, iba a ser una imagen muy desagradable".

Recién cuando recibió la orden de Buonomo, Yosver supo qué sería del cuerpo de Néstor Kirchner. Hasta ese momento se especulaba con que el ex presidente fuera velado en una ceremonia abierta al público en Río Gallegos —en la Casa de Gobierno que ocupó durante tres períodos consecutivos— o en Buenos Aires, donde aparecían dos lugares alternativos: el Congreso o la Casa Rosada.

Algunas fuentes sostienen que Cristina quería llevarlo directamente a la capital provincial y que fue Máximo quien la convenció de trasladar el cuerpo a Buenos Aires para que los jóvenes de La Cámpora, la agrupación que él encabezaba desde 2006, y los compañeros del Frente Para la Victoria pudieran darle el último adiós.

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Eso puede haber sido cierto, pero quienes estuvieron allí sostienen que la decisión final la tomó la Presidenta, que en esa ceremonia fúnebre tan íntima quedó consagrada como la heredera política indiscutida de Kirchner, la nueva jefa del oficialismo.

El padre Carlos "Lito" Álvarez, que ya había bendecido a los familiares de Néstor y de Cristina y a sus amigos y asistentes más cercanos al mediodía, en su primera visita a la residencia aquel día nefasto, volvió a esa hora para despedirse de la Presidenta.

—Recién le decía a unas personas en la parroquia que ahora entiendo por qué Néstor te decía "La presidenta coraje".

—Sí, él me decía así —le contestó Cristina acariciando el rostro de su marido.

—No me hagas quedar mal.

—¡A él no lo voy a hacer quedar mal! —le dijo Cristina fulminándolo con la mirada.

Mientras preparaba sus herramientas para cerrar el cajón, Yosver llamó a la dueña de la cochería, María Inés Ilhero, para avisarle que levantaban definitivamente el velatorio en Río Gallegos.

—Voy a soldar —agregó.

—Espero que el cuerpo entre bien. Llamáme cuando terminés —le ordenó su jefa.

El cierre del cajón es el momento crítico de un velatorio; el desgarrador instante de la despedida. Yosver se paró en una de las puntas del cajón, con el soldador en la mano derecha y una cajita con herramientas en la izquierda.

Primero, habló Cristina, los ojos llorosos clavados en el rostro de su compañero durante más de treinta y cinco años, la voz quebrada por el dolor.

—Pensar que trabajamos tanto. Nos vinimos al sur tan jóvenes y ahora te vas y me dejás sola. Pero, quédate tranquilo: yo te voy a hacer quedar bien… ¡Te amo! ¡Te voy a extrañar siempre!

Luego, fue el turno de su hijo, Máximo.

—Chau papá. Te juro que a todos los que te hicieron esto… ¡los voy a hacer mierda!

El enojo de Máximo sorprendió a los presentes; ninguno supo bien a quiénes se refería. Varios apuntaron hacia el camionero Hugo Moyano: ya circulaba la versión de que había discutido fuerte la noche anterior con Kirchner, quien se habría ido a dormir hecho una furia con su principal aliado sindical y político.

"Ese enojo le provocó el infarto", habían especulado algunos de los asistentes al velatorio, según informaron al día siguiente los principales diarios.

Hugo Moyano junto a Cristina Kirchner durante el velatorio en Casa Rosada
Hugo Moyano junto a Cristina Kirchner durante el velatorio en Casa Rosada

Moyano, secretario general de la CGT, debutó el día anterior como titular del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires, un salto hacia la política partidaria que él imaginaba coronar con, por lo menos, la gobernación del distrito más poblado del país.

En realidad, hacía varios meses que Moyano venía diciendo que era hora de que "un hombre del movimiento obrero" —es decir, él mismo— llegara a la Casa Rosada. Pero, mientras tanto, trabajaba para lograr la candidatura del oficialismo a gobernador de Buenos Aires en los comicios de 2011.

Kirchner conocía las ambiciones de su aliado y había operado con su obsesión de siempre para hacerle sentir su peso también en el aparato partidario bonaerense: durante todo el martes 26, llamó por teléfono desde su casa en El Calafate a varios dirigentes e intendentes para que no fueran a la reunión del consejo provincial convocada por Moyano en La Plata.

Cuando se dio cuenta de que Kirchner le había vaciado el encuentro, Moyano lo llamó por teléfono, aunque el sindicalista niega que se hayan levantado la voz: "No hubo ningún tipo de discusión, fue una conversación que tuvimos. Estábamos en la reunión del PJ de la provincia, faltaban consejeros, no se podía sesionar. Lo llamo a Néstor y le digo eso. '¿Quién falta?', me pregunta él, y yo le digo fulano, mengano… Él los llamó, y al rato aparecieron todos y se pudo hacer la reunión".

"Yo tenía muy buena relación con él. Era un hombre difícil, pero tenía buena relación con él", agrega.

Mucha mejor relación que la que tuvo con Cristina luego de la muerte de Kirchner. Si bien respaldó su reelección al año siguiente, en el segundo mandato la Presidenta y Moyano se enfrentaron con dureza al punto que el gobierno impulsó la división de la CGT y el jefe sindical le organizó cuatro paros nacionales.

Fue en el marco del cambio de aliados de Cristina, que se fue encerrando en su círculo íntimo, en el cual Máximo y La Cámpora pasaron a tener una influencia casi decisiva en los asuntos cotidianos del gobierno.

Militantes de La Cámpora acompañan el féretro
Militantes de La Cámpora acompañan el féretro

También Cristina desmintió esa supuesta discusión entre su marido y Moyano. "Ciencia ficción absoluta, no se peleó con nadie", le dijo al periodista Jorge Rial el 29 de septiembre de 2013 por el canal América.

"Te cuento algo —agregó la Presidenta—. Estábamos mirando televisión esa noche. Él no largaba el control; como todos los hombres, nunca largaba el control del televisor. Esa noche, que fue la última noche que estuvimos (juntos), estábamos mirando televisión. Estábamos sentados como siempre; él en una punta del sillón y yo, en otra; estaba zappineando. Aparece el Gordo D'Elía en un programa de ésos de cable, de esos programas que hay por miles, nos quedamos mirando y justo estaba la discusión de si la fórmula iba a ser Néstor o iba a ser yo, que si yo repetía o repetía Néstor.

—¿Quién te gusta más, Néstor o Cristina? —le preguntan al Gordo.

—No, para mí es lo mismo —dice, salomónico.

—No, pero decíme, ¿quién te gusta más?

—…

—Si tuvieras que elegir: Cristina o Néstor, ¿quién? —el periodista fue insistente.

—Yo te voy a contestar lo que te diría Néstor. Néstor decía: 'Yo era un 4 en la facultad, Cristina era un 10'.

Cuando el Gordo dice eso, Néstor lo mira y, entre dientes, dice: 'Gordo traidor'. Y me dio tanta ternura que hice una cosa… Después, mi sobrina y mi sobrino, que estaban conmigo, me dijeron que nunca había hecho eso. Fijáte lo que son las cosas. No nos gustaba en público hacer muestras de cariño; sí tomarnos una mano, pero no darnos un beso. Ni siquiera en un encuentro familiar. Pero, me dio tanta ternura cómo lo dijo que yo salté —era un sillón largo, de cuero— y le di un beso en la boca. Él me dijo: 'Aunque midas ochenta puntos, voy a ser yo'. Y fue el último beso que le di, esa noche".

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Pero, si Kirchner no se enojó con nadie en su última noche, ¿con quién estaba tan molesto su hijo, Máximo? Puede haber sido con los asesinos de Mariano Ferreyra, un militante de 23 años del Partido Obrero muerto de un balazo en el estómago, en Avellaneda, por una patota de la Unión Ferroviaria. Ocurrió durante una protesta de trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca, que reclamaban por cien despidos y exigían el pase a la plantilla de personal de la empresa estatal. Hubo, además, tres heridos.

En la entrevista con Rial, la Presidenta afirmó: "Máximo dijo que la bala que mató a Mariano rozó el corazón del padre. Estoy segura; sí, estoy segura, convencida, de que fue así. Era un hombre que vivía muy intensamente las cosas".

Son palabras conmovedoras, a tono con la épica que suele rodear a liderazgos tan intensos, pero los disparos contra Ferreyra habían ocurrido siete días antes, el 20 de octubre, y el principal sospechoso ya había sido apresado. Difícil pensar que la bala que mató al militante del Partido Obrero haya ocasionado también la muerte de Kirchner.

Cuando Cristina se retiraba luego de la despedida de su compañero durante más de treinta y cinco años muy intensos, un comedido la tomó del brazo para ayudarla a bajar el escalón del desnivel de ese sector del living.

—Llévenla, llévenla hasta el ….

—Yo no soy ninguna vieja chota para que me anden llevando. Me voy porque no soporto el ruido de ese soldador —lo interrumpió la Presidenta, rápidamente recompuesta de la despedida.

Un episodio más del vaivén emocional que tanto sorprendió a los presentes: la Presidenta podía quebrarse y llorar por la pérdida de su esposo y mentor, pero solo por un momento. Bastaba un comentario que ella juzgaba inadecuado para volver a su nuevo rol de "lupa alfa"; al papel de loba que había pasado a conducir a la manada.

Y eso fue lo que ella precisamente les demostró a los jefes del peronismo que habían viajado a El Calafate a despedir a su marido: que estaba en condiciones de suceder a su poderoso marido.

El soldador ya estaba enchufado y Yosver se disponía cumplir con su trabajo. Se quedaron para ayudarlo Rudy Ulloa, miembro relevante del círculo íntimo del ex presidente; Pablo Barreiro, secretario privado de la Presidenta, y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.

Pero antes, la prueba tan temida: retiró la almohadilla para bajar la cabeza del ex presidente y comprobó que el cuerpo no entraba: sobraban unos centímetros. Fernández, Ulloa y Barreiro se miraron preocupados. Pero, Yosver le sacó los mocasines Gucci y ahí sí el cuerpo se deslizó dentro del espacio del ataúd. El funebrero colocó los zapatos uno a cada lado de las piernas.

"Yo sabía desde el principio que iba a entrar bien, justo pero bien: Néstor medía un metro con noventa centímetros, y el féretro, uno con noventa y tres. Lo que pasaba era que los tacos de los zapatos molestaban", cuenta ahora.

Yosver pintó los bordes de "las dos chapas —la que va abajo y la que va arriba— con ácido para que el ácido coma el zinc y la soldadura pegue bien".

—Esperá que yo te voy a tener la chapa para que quede bien firme —le dijo el jefe de Gabinete cuando se disponía a soldarlas; se refería a la lámina de la parte superior.

—Pero, ¿vos entendés de esto? —quiso saber Ulloa.

—Yo no siempre fui abogado, mi viejo era soldador. Sé cómo es.

Aníbal Fernández y Cristina Kirchner (NA)
Aníbal Fernández y Cristina Kirchner (NA)

Con semejante ayuda, Yosver se puso a soldar. Precavido, para no arruinar la madera del piso del living que evaluó demasiada cara para un desliz semejante, colocó allí un ladrillo y arriba de él, una tenaza, donde apoyaba el soldador. En un momento, una de las puntas de la chapa requería de una pequeña presión pero había quedado muy caliente por la soldadura; Fernández se inclinó a tomar la tenaza para darle un golpecito.

—¡La puta madre que lo parió! —gritó Aníbal y largó la tenaza.

Todos se rieron cuando se dieron cuenta de que se había quemado la mano. La tenaza estaba casi al rojo vivo porque el funebrero ya había apoyado allí el soldador varias veces.

Yosver terminó de soldar y luego demoró un buen rato para colocar la tapa del cajón. La había quitado para que todos pudieran ver bien a Néstor, de un lado y del otro del féretro. Como sucede habitualmente en los velatorios.

"Le había sacado las bisagras y la guardé en el subsuelo. Después, me costó mucho volver a ponerla, pero ahí me ayudaron Aníbal Fernández, Rudy Ulloa, Pablo Barreiro y algunos muchachos que trabajaban en el mantenimiento de la casa y del hotel", recuerda.

"Ese tipo de cajones —agrega— lleva una placa de bronce en la parte superior, donde va grabado el nombre del fallecido, pero ese día era el Censo: no había ningún negocio abierto como para hacer grabar el nombre. Entonces, directamente no puse la placa".

Según el funebrero, "ese detalle sirve para contestar a quienes dicen que al cajón lo cambiaron, que el cuerpo de Néstor nunca estuvo en la Casa Rosada. Yo vi ese velatorio por televisión y era el mismo ataúd porque no tenía la placa".

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Yosver se refiere a una de las tantas dudas sobre la muerte de Kirchner, que circulan profusamente en internet y en las redes sociales. Incluso, esas sospechas son compartidas por varios dirigentes políticos y ex colaboradores de Néstor, en especial los que terminaron peleados con Cristina.

Luego de recibir la confirmación de que el féretro sería llevado al aeropuerto "tipo dos de la mañana", Yosver regresó a la funeraria para darse una ducha y cambiarse de ropa. Pero, apenas abrió la puerta del negocio, a las once de la noche, le sonó, otra vez, el celular.

—Veníte ya que nos vamos —le avisaron desde la residencia.

Yosver volvió subir a la camioneta Quantum gris adaptada. Cuando estacionaba frente a la puerta principal de la casona de los Kirchner, vio que lo estaba esperando José Oiene, el comandante de Gendarmería.

—Vos vas a seguir al vehículo donde voy yo —le dijo, señalando una camioneta de Gendarmería—. Nosotros vamos a ir por atrás de la residencia. Otra columna de autos va salir por la avenida. Pero, vos me seguís a mí; no parés nunca. Nosotros vamos a entrar a la ruta y de allí, derecho al aeropuerto.

Con las instrucciones bien digeridas, el funebrero entró al living, donde el ataúd ya estaba siendo tomado de las manijas por Máximo, y Pablo Grippo en la primera hilera. Grippo es el arquitecto preferido de los Kirchner: diseñó o refaccionó los hoteles Los Sauces, Alto Calafate y Las Dunas, así como la residencia de sus poderosos amigos. Como todos los miembros del círculo rojo K, despliega sus ímpetus empresariales en rubros variados, como el turístico, donde tiene la concesión hasta 2029 de las excursiones de alta gama entre los glaciares con su lujoso barco "Santa Cruz", de veintidós camarotes.

También llevaron el féretro a la camioneta Rudy Ulloa, Pablo Barreiro y su papá, Ricardo "El Gordo" Barreiro, otro personaje del entorno kirchnerista: de profesor de Contabilidad del secundario pasó a colaborador de Kirchner y próspero empresario multi rubro: turístico, gastronómico y transporte, más una tripleta de nombramientos oficiales en un organismo público y un par de provincias. Se lo conoce también como "El jardinero de los Kirchner", pero en realidad fue el administrador de la residencia que el gobernador de Santa Cruz tiene en El Calafate durante los mandatos provinciales de su jefe. No era que cortaba el césped y cuidaba las plantas de Cristina sino que encargaba y supervisaba esas tareas.

—Cuídenlo, por favor, no lo maltraten. Cuídenlo —les recomendó Cristina cuando cargaban el cajón.

Yosver estaba por hacer arrancar la camioneta cuando alguien abrió la puerta del acompañante y se subió.

—Voy con vos —le dijo Ulloa.

—Vas a ir incómodo acá.

—No importa. Yo voy con mi amigo.

Salieron por detrás de la residencia, por la llamada Zona de Chacras, rumbo al aeropuerto —siempre chupado a la camioneta verde de Gendarmería— cortando camino por calles periféricas y eludiendo una muchedumbre de calafateños acongojados, que se había reunido frente a la parroquia.

—Y ahora, Rudy, ¿qué va a pasar? —le preguntó Yosver a mitad de camino.

—Ahora, ¡qué me importa lo que pase! Mi amigo ya se murió.

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Llegaron rápido al aeropuerto y entraron directo a la pista. Yosver vio dos aviones de gran porte, uno de ellos el Tango 03, pero siguió porque la camioneta de Gendarmería no paró hasta llegar a la cabecera sur, donde los esperaba un avión pequeño.

Los vehículos de la custodia hicieron un semicírculo para iluminarlos con sus faros mientras cargaban el féretro en el avión. La puerta no era muy grande por lo cual tuvieron que hacer varias maniobras.

—Con cuidado, con cuidado, chicos. No lo maltraten.

La voz de la Presidenta brotó de la noche oscura. Inconfundible, incansable, implacable.

*Periodista y escritor, su último libro es "Salvo que me muera antes", de Editorial Sudamericana.