
“Es el final más patético de un presidente en la historia argentina”. La definición contundente y severa sirve para medir la temperatura del peronismo en estas horas de conmoción por la denuncia de Fabiola Yañez a Alberto Fernández por violencia de género. Las doce palabras salieron de la boca de un histórico dirigente del peronismo, que solía frecuentar el despacho del Jefe de Estado durante su estadía en la Casa Rosada.
Esa frase tajante no fue la única. Aturdido por el impacto de la noticia e inmerso en una charla múltiple en el WhatsApp, el dirigente de trayectoria siguió vomitando bronca: “Después de haber hecho alharaca con que era el presidente que había terminado con el patriarcado en Argentina y que sacó la ley del aborto, termina así. Y nos deja a todos mal parados. Esto nos golpea a todos”.
En el peronismo hay sorpresa e indignación, desilusión y fastidio. “Es su final”, sostuvo un ex funcionario del gobierno del Frente de Todos. “Algo cambió en las últimas horas con la declaración de Fabiola. No sé que pasó. Es tremendo”, aseguró otro ex funcionario de primera línea. El asombro atravesó a todos. Las dudas, también.
En el lado oscuro de la política hay quienes les parece raro el cambio de postura de la ex primera dama, quien dos días atrás había dejado saber que nunca había sufrido violencia física por parte de Fernández. Otros relacionan la causa de los seguros, en la que se conocieron chats vinculados a una supuesta agresión de Fernández a Yañez, a una factura judicial del pasado reciente. Hay diferentes versiones. Hay ruido. Mucho ruido.

Pero la verdad actual indica que el ex mandatario está denunciado, acusado de golpear a su ex mujer y de someterla a un maltrato psicológico frecuente. El ex presidente se defendió y dijo que nada de lo que se le imputa es cierto. Pero quedó en el ojo de la tormenta. Y sentado en el banquillo virtual de los culpables.
En el peronismo está presente la sensación de que el impacto de la noticia es tan grande que terminará afectando a todo el espacio político. Después de una sucesión de hechos vinculados a agresiones sexuales, violaciones y abusos, como el del ex gobernador de Tucumán José Alperovich (condenado) y el del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, (procesado), la denuncia a Fernández atornilla el tema a la fuerza política y golpea de lleno en su imagen.
Pero también flota en las diferentes terminales la idea de que el ex presidente ya estaba aislado del bloque principal y el tema es tan personal que quizás el propio Fernández termine absorbiendo el costo político enorme que genera la denuncia de su ex mujer. En todo caso, lo que suceda con el impacto real en términos electorales y de credibilidad de la fuerza política es una segunda parte de la historia, menos importante que lo suceda con las situación de violencia denunciada.
“Todo lo que está pasando es un papelón”, reflexionó otro ex funcionario que caminaba con frecuencia los pasillos de la Casa Rosada. El enojo está inmerso en las charlas del peronismo, en el recuerdo de un pasado tormentoso durante la gestión de gobierno y en la caída estrepitosa de la autoridad del ex mandatario. Todo contextualizado por la causa judicial de los seguros, en la que Fernández está involucrado.

En las horas posteriores a que la denuncia tomara estado público, en algunas oficinas peronistas empezaron a esbozar la idea de desplazar a Fernández definitivamente del Partido Justicialista (PJ). En la actualidad el ex mandatario tomó licencia de su presidencia en el partido y decidió alejarse de la vida interna de Unión por la Patria (UP), más allá de seguir en contacto con algunos dirigentes cercanos. Su futuro en el partido estará atado a la decisión institucional de la mayoría y a la posición pública que quiera tomar el espacio político, apremiado por el tiempo y la gravedad de los hechos que se le adjudican.
Ni cuando se conoció el escándalo de los seguros ni cuando fue denunciado por su ex esposa, Fernández tuvo respaldo de la dirigencia. Nadie salió a apoyarlo o dar explicaciones por él. Nadie lo defendió. Un retrato de la soledad política en la que quedó encerrado. Una foto manchada.
En el peronismo son muchos los que creen que la denuncia por violencia de género puede convertirse en el final de la carrera política de Fernández. Entienden que la gravedad de los hechos, sumado a un desgaste de su imagen como dirigente político, y el recuerdo presente de un mal gobierno, ha colaborado para que quede apartado de la fuerza política donde militó toda su vida.
Nadie lo llamará para sumarse a un proyecto político. Justo a él que fue el último presidente peronista y el que evitó quebrar la coalición para mantener la unidad del gobierno a cualquier precio. Nadie lo llamará salvo que pueda demostrar en la Justicia, tal como aseguró, que todo por lo que fue acusado es falso. En caso contrario, el silencio de la política será extenso y profundo.
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