Los cruces entre el gobernador Omar Perotti y el ministro Aníbal Fernández por el narcotráfico en Rosario no representan una novedad. El penúltimo capítulo, que mezcló tuits y declaraciones sonoras, fue escrito hace apenas tres semanas. Y pasó. La enorme diferencia con el temblor de estas horas se explica porque el hecho mafioso tiene foco en Lionel Messi y la familia de Antonela Roccuzzo. El impacto provoca espasmo político y renueva internas, en medio de especulaciones para descargar responsabilidades y hasta victimizarse desde el poder. El mensaje no puede ser más grave: el episodio y las reacciones exponen precariedad y desnudan la magnitud de la inseguridad.
La situación rosarina y el modo de enfrentar el narcotráfico constituyen uno de los temas más conflictivos en la relación entre el gobernador peronista de Santa Fe y la administración de Alberto Fernández. No es lo único: el caso de la cerealera Vicentin, de entrada, y el desmarque frente a la ofensiva sobre la Corte Suprema, ahora, ilustran las tensiones. Ese trasfondo también genera sospechas sobre el trato a la provincia, en un contexto amplificado ahora por la atención social y mediática de este último hecho.
El capítulo previo de la pelea entre el gobierno santafesino y el gobierno nacional se había dado en un contexto de repetida crisis en el área de seguridad provincial y en el máximo nivel de la policía local. A eso se agrega el reclamo en continuado sobre una mayor presencia de fuerzas de seguridad nacionales y las carencias de inteligencia en ese nivel, frente a un fenómeno que supera los límites santafesinos. Un cuadro que involucra a la Justicia y expone al mismo tiempo las increíbles vueltas y demoras legislativas.
El caso Messi, de manera directa e indirecta, puso sobre el paño toda la dimensión del problema. En la misma escala pueden ser medidas las reacciones: algunas sólo añaden incertidumbre, por puro cálculo político menor. Nada tranquilizador.
Las declaraciones de Aníbal Fernández -poco felices, según la cuidada respuesta de Perotti- impactaron especialmente por la idea de dar por ganada al narcotráfico la pelea en Rosario. En rigor, tampoco se lució precisamente Alberto Fernández en sus reacciones, pero el ministro estaba adelantando una línea básica de lo que sería el discurso oficial.
Resultaron repetidas las referencias a un problema santafesino de arrastre -20 años, es la amplitud de tiempo elegida-, algo que apunta a señalar que se trata de una cuestión exclusivamente local, atribuible en especial a las gestiones socialistas. Los años no correrían para la falta de respuesta nacional, en el plano operativo, además de judicial y social.

La definición como tema provincial alude en segunda instancia a Perotti. Es significativo, porque el Presidente designó a Agustín Rossi como principal funcionario de su equipo para encargarse de la cuestión, cuya gravedad -en principio, el impacto mediático por Messi- requeriría la actuación del jefe de Gabinete y no sólo del ministro del área. Aníbal Fernández, está claro, no cultiva la mejor relación con el gobernador santafesino. Tampoco, aunque en otra escala, el Presidente.
Visto así, el problema tendría suficiente envergadura como para encargar al jefe de ministros las tareas destinadas a dar una necesaria y rápida respuesta nacional. Pero cuidando el frente interno. Rossi, según se destacó desde el Gobierno, resultó además la mejor pieza por su experiencia y manejo en el peronismo local.
No es lo único inquietante. Las especulaciones que se dejan trascender desde el círculo de Olivos también suman. Señalan un hilo que uniría este caso con el apagón masivo de esta semana, el primero de los dos temas que pareció borrar de la agenda el discurso presidencial ante la Asamblea Legislativa, con una carga sobre la Corte Suprema que aún hace olas en los ámbitos judiciales.
Según esa línea, se trataría de dos episodios cuya intencionalidad sería dañar al Gobierno. No es exclusivo de esta gestión ese tipo de reacciones para encarar situaciones críticas, pero aún si fuera así, las respuestas prácticas reflejarían un cuadro de precariedad del Estado alarmante, que expone desde fragilidad en el área de energía hasta deterioro institucional para enfrentar el desafío de la inseguridad.
Las otras consideraciones sobre lo ocurrido en Rosario no son mejores. Y hasta se alude la posibilidad de que no haya sido un ataque ejecutado directamente por algún eslabón del narcotráfico, al menos directamente. Se sugería incluso alguna derivación de internas policiales o de mensajes a otras fuerzas.
Las explicaciones y consideraciones conspirativas de todo tipo corren a la par de los movimientos registrados de golpe en el Congreso, de casi nula actividad desde hace meses. Es posible que se muevan algunos proyectos en Diputados, para fortalecer y ampliar juzgados y fiscalías. Es un interrogante el Senado, que tiene pendientes la aprobación de pliegos de jueces y adeuda el trámite necesario sobre el sistema acusatorio en la provincia.
El desafío, en sentido amplio, también alcanza a la oposición. En la vereda del PRO -y por extensión, en Juntos por el Cambio- quedó expuesta de hecho una diferencia de peso entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el armado de una estrategia global para enfrentar al narcotráfico.
No es un detalle menor. Habla de una discusión de fondo que involucra a la política en general y supera los límites de Santa Fe. Se verá si el tema se apaga sin Messi en los títulos.
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