
Un grupo expenso de personas aseguran que no es positivo el amor desmedido hacia las animales de compañía, ya que puede arrastrar a una posible y consecuente humanización de ellos. También se ha cuestionado el hecho de amar a un animal más que a un ser humano, aduciendo que si los humanizamos, corremos el riesgo de deshumanizar a las personas
Esta posición filosófica y social afirma que debemos respetar las distintas especies, pero que si humanizamos a un animal, le estamos dando lugar de ser humano y esto no estaría bien. Afirman que el animal debe ser concebido como lo que es y lo ubica en un escalón inferior al ser humano, manteniéndolos libres de expresar su comportamiento propio. Se trata de una posición teológica y no natural.

El hombre de las cavernas fue el primero que comenzó a “humanizar” a los animales. Claro, aquello era apenas el primer intento por domesticar a los perros salvajes, cuya nueva función sería ser animales de caza. Desde entonces y hasta la actualidad, donde es común ver perros de vacaciones, spa para estas mascotas y animales sentados a la mesa familiar, pasaron muchísimas cosas.
También sostienen que debemos evitar tener una actitud obsesiva frente al animal. A pesar de todas estas afirmaciones y su supuesto sustento teórico, esta posición taxativa y extrema no tiene actualmente muchos adeptos.
Actualmente los animales son ampliamente considerados seres sensibles, sintientes y sufrientes, sujetos de derecho y deben gozar plenamente de ellos siendo los seres humanos sus tutores. No son objetos, son sujetos.

Es por ello que el trato ha comenzado a despuntar un verdadero cambio que apunta a defender su bienestar, su confort y sobre todo la libertad de los seres humanos de vincularse con ellos como sientan hacerlo, sin afectarlos.
Por supuesto que debemos respetar la idiosincrasia específica e individual de cada animal, manteniendo la posibilidad del desarrollo de su conducta normal y entendiendo que su estadía en este plano es más corta que la nuestra.
Humanizar no es otorgar prebendas o privilegios, humanizar es no entender que un perro es un perro y que tiene percepciones y necesidades de perro y que a un gato le pasa y percibe lo mismo desde su particular visión.
Cada quien puede querer, amar, a quien quiera con la intensidad que le permita ser feliz, entendiendo siempre el idioma, la percepción del mundo y los códigos de con quien se vincula.

Esta posición es mucho más generosa, amplia y moderna y ubica a los animales donde les corresponde estar, respetando las libertades individuales de cada ser humano que no afecten a terceros.
La idea de que está mal que queramos más a un animal que a una persona es incorrecta. No se trata de una cuestión de valores, ni de medida, de qué valga más o menos. Se trata de tratarlos como seres y no como objetos de inferior valor.
Vincularnos con ellos con libertad y como queramos, pero siempre concibiéndolo en su real idiosincrasia y dimensión. Esta es nuestra responsabilidad.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional
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