Les comparto esta postal. Años '40. Al grito de "¡colchonero!, ¡colchonero!" y encerrado como un sandwich entre dos carteles de chapa que anunciaban con grandes letras su oficio, Santiago Grimaudo (tercera generación de colchoneros italianos, primera en nuestro país) recorría las calles de su barrio en busca de clientes.
Arrastraba a su paso las ruedas de madera de una cardadora, herramienta indispensable en su labor. Su día de trabajo transcurría en el patio de las casas: abría los viejos colchones de lana por la boca lateral, descosía el capitoné, los vaciaba por completo y se sentaba a cardar la lana una y otra y otra vez (medida indispensable para mantenerla limpia y evitar que se apelmazara).
Mientras, esperaba que las señoras de la casa lavaran y secaran al sol los cotines floreados. Entonces, volvía a rellenar, coser y burletear para dejarlos como nuevos. La tarea llevaba todo el día y en general se hacía al aire libre. Por eso, quienes recuerdan el paso del colchonero por sus casas lo asocian con aromas de jazmines y rosas en el patio de la abuela: casi siempre era primavera.
Jorge Grimaudo (52) es nieto de Santiago y, por ende, quinta generación de colchoneros. Los primeros dos despuntaron su oficio en Calabria, al sur de Italia. Le siguieron, ya en Argentina, su abuelo (quien abrió su primera colchonería en Buenos Aires en 1916) y su padre. Él tomó la posta mientras estudiaba Medicina e imaginaba un futuro como genetista, pero el oficio pudo más. En el camino conoció a Mercedes (47), politóloga, quien trabajó en Cancillería, se fogueó en sustentabilidad y casi en modo hobby (y evocando los saberes que le contagió una adorada tía costurera) hizo Diseño de Indumentaria. Como buena mujer, cuando llegó a la vida de Jorge (y a su colchonería, bah), dio vuelta todo.
Así, el negocio con nombre y apellido familiar devino en Artesano de Sueños (www.artesanodesuenos.com) y viró su propuesta, pero no su espíritu. Lo que aquí sucede, con la misma pasión y técnica que hace más de un siglo, hace foco en el buen dormir: se reciclan viejos colchones de lana para dejarlos a nuevo y se fabrican nuevos con un relleno que mezcla algodón y fibras naturales 100 % sustentables e hipoalergénicas, que se cardan igual que la lana y se trabajan con la misma técnica. Pero su propuesta (que se puede ver en la web, en su local de Villa Urquiza y desde este verano, también en Cariló) se sale del dormitorio para sumar una línea de diseño de autor con sillones cancherísimos, mega pufs y almohadones varios, todos con el fuerte registro del trabajo artesanal en sus venas: el capitoné (detalle híper necesario para mantener la lana o el relleno armoniosamente esparcido), las costuras a mano en todo el perímetro, la boca lateral por donde se pone o saca el relleno y los géneros naturales que los arropan.
Hace años que la marca traspasó la barrera del barrio. Sus colchones ambientaron espacios en distintas ediciones de Casa FOA y Estilo Pilar, fueron finalistas de la Bienal de Arquitectura 2012-2013 y del premio Flourishing, entregado por Naciones Unidas como reconocimiento al comercio justo y la inclusión laboral, porque Artesano de sueños forma además a jóvenes aprendices que encuentran aquí un trabajo digno y un oficio. "La sustentabilidad tiene que ver también con la preservación cultural del oficio, ya que cuidar y mantener los saberes también es una medida sostenible. Porque rescatar un oficio es en el fondo rescatar a una comunidad", cierra Mercedes.
Texto: Clarisa Corsunsky
Fotos: Gustavo Bosco
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