
Pensemos un minuto. Siempre es necesario separar la diaria de lo importante. Lo importante es el objetivo estratégico y la diaria trata temas de otros planos, que no deberían oponerse a la consecución del objetivo estratégico.
El objetivo estratégico de la Argentina es su desarrollo, económico y social. Para eso es imprescindible llegar lo antes posible a la estabilidad monetaria y eliminar del horizonte futuro cualquier posibilidad de incumplimiento. Si es posible, por medio de los superávits gemelos, tanto en las cuentas con el exterior como en las del Estado. Eso permitirá que la confianza radique inversiones para el crecimiento (desarrollo económico) y para el empleo (desarrollo social).
Desarrollo significa hacer. Somos lo que hacemos, nuestras aspiraciones y cómo y con quiénes nos relacionamos.
¿Qué debe hacer la Argentina? Mucho: instituciones para generar confianza (moneda, Estado de derecho y seguridad); infraestructura para la logística de una enorme geografía que debe dar oportunidades a todos (trenes, caminos, puertos, comunicaciones, energía); educación y capacitación para el trabajo; un relacionamiento internacional realista para el logro de nuestros objetivos nacionales (paz regional, valores constitucionales, apertura de mercados, respeto y máxima interrelación posible); financiamiento y actualización tecnológica; aprovechamiento de nuestra capacidad productiva y ventajas competitivas frente a terceros (alimentos, turismo, servicios basados en el conocimiento, energía y minería, cultura industrial).
La Argentina está en condiciones de duplicar sus exportaciones en una década, mientras hace todo lo anterior. Eso es un dato, un solo dato cuantitativo que muestra lo importante, que muestra el proceso importante que es posible que hayamos iniciado y que toda la gente que simultáneamente sea seria y responsable (de cualquier partido que piense que primero está la patria) debería colaborar para que se consolide.
Sin embargo, también está el día a día, que es la playa en la que los niños pelean, se embarran, se agreden, se ríen, hacen castillitos de arena y se echan la culpa. Como queremos destacar lo urgente, que es lo importante, no vamos a hablar hoy entonces de asuntos cotidianos de los que también depende el logro de los objetivos, porque las discusiones menores ocupan energía y las personas, los funcionarios y los países tienen una cantidad de energía limitada, de modo que si utilizan aquella de la que disponen para peleas menores, no pueden utilizarla para las mayores.
Cuando uno se informa por los medios de comunicación, tradicionales o redes, uno tiende a creer que eso que ve en las pantallas es la realidad relevante de nuestra vida contemporánea. Los diarios, por definición, dan las noticias diarias, pero las noticias diarias no son las grandes líneas de acumulación de energías mundiales que van delineando la convivencia de las naciones en la línea de tiempo que denominamos historia.
Hay que separar lo importante (que incluye lo urgente), de lo que pertenece al campo del día a día. Y el gobierno de oficialistas y opositores responsables debe dedicar equipos y recursos para que se dediquen a lo primero, sin caer en la debilidad de considerar, a cada paso, que lo relevante es lo segundo (quién la empezó, quién tiene la culpa, quién afectó mi ego, qué dirán otros, quién es más valiente, lindo o inteligente). Hay un punto en el que caer en la chiquita es irresponsable.
Por supuesto que cada acción genera una reacción, pero el pueblo al que hay que representar es el que vota, y cuando vota se focaliza, fundamentalmente, en lo importante para sí mismo: paz (seguridad), pan (estabilidad y empleo) y educación y salud para las oportunidades de los hijos.
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