El fútbol nos devolvió el patriotismo

En medio de un amontonamiento de miserias floreció un triunfo que convocó al orgullo de ser argentino. Es hora de que la política nos devuelva un destino

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Festejos en el Obelisco por el Mundial (Franco Fafasuli)
Festejos en el Obelisco por el Mundial (Franco Fafasuli)

Las emociones desnudan la impotencia de las palabras cuando intentan describirlas. Todo fue al límite, como un juego en la vida de los que solo disfrutan del riesgo, enamorados de los imposibles. Sin gobierno y sin moneda nos cruzamos con las olimpiadas más complejas y difíciles, nosotros que habitamos en el espacio del conflicto y del caos deslumbramos en la competencia de los ordenados, exigentes y talentosos. Dejamos de pronto de ser marginales y nos dimos un beso con la historia.

El fútbol convoca solo ilusionados del héroe en grupo, no conoce el oficialismo ni el acomodo, ni siquiera imagina esa camiseta agujereada a la que nominan grieta. El fútbol es un deporte donde el genio solo brilla cuando se convierte en colectivo, en equipo, en desafío sin límites. Y ocupa un lugar inalcanzable para la codicia de los mediocres que degradan todo lo que tocan a veces para volverlo negocio y otras, solo por el placer de degradar.

Donde muchos huían con sus ganancias mal habidas y otros emigraban buscando mejores destinos, donde una lacra gananciosa impulsaba los odios autóctonos y convocaba odios extranjeros, en medio de semejante miserabilidad que tienen nombres y apellidos en ambas tribunas surgió un milagro. Suena frívolo cuando un europeo analiza nuestra realidad. Ellos vivieron a Garibaldi o Napoleón, arrastran siglos de guerras para encontrar su identidad. Nosotros tenemos más inmigrantes que nativos, el tango, el fútbol y el peronismo son marcas demasiado profundas como para considerarlas pasajeras. Aclaro, el peronismo de Perón, los otros usos son tan solo disfraces de época.

Hay una brutal tensión entre quienes soñamos ser patria y quienes insisten en convertirnos en colonia. Ellos generan deuda y dependencia, fugan capitales, siempre, se nacionalizan donde pagan menos impuestos, roban aquí y guardan afuera, tienen alma de opresores extranjeros. Nos venden la virtud de la inversión privada para justificar el robo de la propiedad colectiva. Privatizar para ellos es quedarse con lo ajeno. Por eso contratan a pensadores frívolos e irresponsables como Loris Zanatta y jamás mencionan los escritos dignos y serios de Raanan Rein. Eso que llaman “grieta” solo divide los porcentuales de sus prebendas, el deporte devolvió una pasión por lo colectivo que ellos, los dueños del poder económico necesitaban destruir como esperanza.

En ese amontonamiento de miserias floreció un triunfo que nos devolvió la alegría, que convocó al orgullo de ser argentino hasta en los mismos exiliados. Se convirtió en patriotismo, en un alarido de los oprimidos que debe llamar la atención de los opresores. Nuestro primer mundial fue un regalo de la peor de las dictaduras, el segundo transitó junto al inicio de la democracia, este nos encuentra en el peor de los mundos, el de la desesperanza. Pero el triunfo dejó surgir el más digno patriotismo, eso que los despreciables políticos, sindicalistas y empresarios de turno hacía tiempo habían dejado de respetar.

Hay un pueblo sin dirigentes, pero no por eso dejo de amar a su tierra, los usurpadores abundan en la élite, la pasión por volver a ser respetados y dignos está a pleno en el seno de la sociedad. Salieron multitudes, el feminismo había logrado un éxito importante al incorporar a la mujer, al superar aquella propiedad del machismo. Hubo desbordes, tantos como esa misma marginalidad que supimos engendrar desde el último golpe nos recuerda con insistencia.

Gobierno y oposición nada tuvieron que ver con semejante expresión de vitalidad. La política que acompaña el crecimiento de la injusticia económica no puede comprender la envidiable alegría del que nada tiene. La bandera abrazada al himno decoró el festejo, los que alquilan colectivos para amontonar necesitados vieron de pronto que la virtud se imponía sobre el cálculo y la trampa, que el imposible era más convocante que el choripán. Un gobierno pleno de burócratas, algunos marxistas y casi todos incapaces, veía cómo la alegría se apasionaba en ignorarlo. Raúl Alfonsín, con sus defectos, siempre intentó gobernar con todos y se ganó el respeto y el derecho al encuentro en la casa de gobierno. Hoy solo piensan en ellos, tanto los que gobiernan como los que se oponen, en su egoísmo generan tristezas, la alegría esta vacunada contra la burocracia. Fue masivo, hubo desmanes y vandalismo, nadie puede utilizarlos para colorear lo colectivo, la enorme mayoría fue a festejar, el egoísmo economicista engendra marginales, hay que cambiar las ideas políticas y dedicarnos a construir una sociedad inclusiva. La tuvimos con todos los gobiernos hasta el último golpe, debemos animarnos a revisar la esencia de su daño, yo creo que allí se impuso una vocación colonial con disfraz liberal que solo multiplica miseria.

De los tres poderes, el judicial es por lejos el más digno de ser respetado, los otros dos, están flojos de papeles, defender la Justicia es un deber del presente. El fútbol nos devolvió el patriotismo y la bandera, es hora de que la política nos devuelva un destino. No es un conflicto económico, va mucho más lejos. Hoy no hay quien lo entienda y en consecuencia no hay quien lo intente.

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