Tal vez muchos lectores hayan visto distintas imágenes, fotos o dibujos, en los que en dos escenas se presenta, generalmente a un animal, en una situación muy incómoda en la primera imagen y luego, en la segunda, en una mucho peor. Recuerdo haber visto una de una vaca con la cabeza atorada en una tranquera y en la siguiente, la misma foto, pero con una manada de lobos hambrientos que se acercaban. Sean vacas, perros o personas el mensaje, claramente, es que siempre se puede estar peor.
Al igual que en la tragedia del Titanic, que se hundió en aguas heladas, algo peor podría haber ocurrido a los sobrevivientes, como el incendio de los botes salvavidas. La economía argentina es análoga con la descripción anterior. Del mismo modo, la actividad económica privada carece de atractivos para inversores internacionales y locales, solamente estimulada por dos botes salvavidas: a) los subsidios, de todo tipo, planes, tarifas o tasas de interés negativas; y, b) los tipos de cambio múltiples. Ambos, de relativa eficacia y fácil agotamiento.
Para los primeros, la inyección permanente de dinero aumentó la base monetaria y ha acelerado la inflación a valores que amenazan en derivar en hiperinflación.
La inyección permanente de dinero aumentó la base monetaria y ha acelerado la inflación a valores que amenazan en derivar en hiperinflación
Actualmente, la diferencia entre inflación e hiperinflación radica en la pérdida de los precios relativos entre los bienes y servicios que se ofrecen en la economía. Es común escuchar en informes periodísticos que se puede pagar por un mismo producto $700 o $2.500 sin que ninguno de los valores resulte llamativo. Eso es hiperinflación, es la pérdida de noción de lo que valen las cosas, en consecuencia, de lo que vale el dinero y mucho peor de lo que vale el trabajo de las personas.
Mientras que en el caso del “estímulo” a través de la brecha cambiaria solo ha servido para que determinados sectores de la economía aprovechen esas distorsiones de ficción para obtener márgenes extraordinarios. El verdadero negocio pasa por conseguir autorizaciones para girar al exterior, más que por la propia actividad empresarial.
En la búsqueda de esta enorme ventaja comparativa todos los argumentos son válidos, desde las nóminas de empleados que trabajan en las empresas que solicitan dólares baratos, hasta lo crítico que es para la salud de las personas contar con productos importados para el caso de medicamentos y equipos médicos. Todos hacen la cola en las Secretarías de Industria, Comercio y del Banco Central.
¿Qué podría ser peor?
Lentamente, se va dando vuelta la página que contiene a la primera imagen, esa de la vaca atorada y se empieza a vislumbrar que sí se puede estar peor y se acercan los lobos. Los motores de esta economía sin incentivos se han agotado.
Flotando en las barcazas auxiliares, emisión y brecha cambiaria, el barco Argentina yace hundido en las aguas de una economía fría que se congela de a poco
La emisión de pesos para sostener un modelo basado en el gasto público ha destrozado la confianza en la moneda, al menos, para quienes tienen la posibilidad de acumularlo, en consecuencia, escapan de él a cualquier precio.
Sólo las dificultades al acceso de divisas y las altísimas, pero negativas, tasas de interés ofrecidas a los depósitos en pesos postergan algunos días la fuga hacia el dólar.
Por otro lado, los dólares se acabaron. En alguna nota anterior dijimos que con este modelo Argentina podría haber agotado todos los dólares de la Reserva Federal. Vender a $130 algo que el mercado está dispuesto a pagar $290 y pretender pagar a quienes deben vender compulsivamente $120, además de ser ridículo pareciera ser suicida.
Los botes salvavidas se están prendiendo fuego. Los pesos de los planes y subsidios ya no alcanzan porque la pérdida de la relación entre los precios ha dejado sin poder adquisitivo a todos ellos.
Se ve el humo en las calles céntricas de los movimientos sociales gritando que ya no alcanza, señal de que esas balsas auxiliares se están hundiendo. Mientras tanto, los productores agropecuarios también hacen humo en sus discursos y mensajes, retrasando las liquidaciones de las exportaciones, al igual que cualquier otro exportador de otras actividades.
Los incentivos cruzados de premiar al desempleo en detrimento del empleo y de dar ventajas a los importadores y castigo a los exportadores han conducido a un cuadro de elevada inflación y pérdida de reservas
Los incentivos cruzados de premiar al desempleo en detrimento del empleo y de dar ventajas a los importadores y castigo a los exportadores han conducido a un cuadro de elevada inflación y pérdida absoluta de reservas.
Es necesario que de manera urgente alguien muestre, aunque sea a la distancia, que cuenta con un barco de apoyo que dé esperanzas a los pocos sobrevivientes de esta crisis económica, social y más aún de falta de expectativas.
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