
La violencia promovida por Alexander Dugin alentando la anexión de Ucrania finalmente se cobró la vida de su hija, Darya Dugina, víctima de un atentado terrorista en Moscú el pasado lunes. La “operación militar especial” iniciada el 24 de febrero con el propósito de desalojar al gobierno de Volodimir Zelensky no ha causado una sola muerte, sino miles, sumado a la destrucción de ciudades e infraestructura, la degradación de las condiciones de vida y la ocupación de territorio del país vecino en flagrante violación de su soberanía e integridad territorial que se inició en 2014 con la anexión de Crimea.
Alexander Dugin es un conocido intelectual dedicado a defender la idiosincrasia cultural y combatir el liberalismo al cual considera parte de occidente, pero ajeno a los habitantes de otras regiones. En su disquisición teórica afirma que la naturaleza y las necesidades humanas son diferentes y que no se pueden imputar a todos los mismos valores. Los rusos o chinos tienen una naturaleza incomparable a la de los norteamericanos y europeos, y que la acción de obligarlos a asumir valores liberales solo puede calificarse de racista y discriminatoria.
Para reafirmar su posición recurre a los procesos de colonización de las potencias europeas del 1500 al 1800, donde los “blancos” consideraban “bárbaros” o “atrasados” a las poblaciones de sus colonias, a las cuales había que educar trastocando sus formas de vida y forzando instituciones ajenas a su organización. Dugin sostiene, sobre la base de su antropología holística, que el ruso prioriza la pertenencia a un grupo, la vida en familia, la religión ortodoxa, moldeados también por su geografía, y que todos los intentos de imponer un orden diferente buscan terminar con las características propias de la nación. No menciona que el Imperio de los Zares también se expandió hacia el este, incorporando pueblos y territorios considerados también en esas categorías por la aristocracia moscovita.
Como también incursiona en América Latina, no pierde oportunidad de atacar la expansión europea y el reemplazo de los valores de los pueblos indígenas por la cultura europea, en la que se prioriza al individuo por sobre las comunidades, el cacicazgo o las cosmovisiones ajenas a la religión católica. El análisis de Dugin coincide con la crítica a los intentos de asimilación que lleva implícito la revalorización de las creencias de los pueblos originarios y en especial su relación con la naturaleza utilizada para atacar la “depredación” del sistema capitalista.
La prédica de Dugin está dirigida contra la globalización, la democracia y los derechos humanos. El mundo debería dividirse en regiones según sus propias características, darse sus instituciones y su propia definición de democracia y límites de los derechos humanos, los cuales no deben interferir con los deseos de las mayorías. Con esta definición propone la creación de la región de Eurasia liderada por la Federación Rusa y el Asia con la conducción de China. Estos principios fueron recogidos en el documento del 4 de febrero entre Putin y Xi, reafirmando la unicidad de los procesos de ambos países en contraposición a la democracia occidental.
El pensamiento de Alexander Dugin ignora la evolución de las teorías políticas que explican o justifican las formas organizativas de la sociedad de acuerdo al avance en el nivel y desarrollo del conocimiento y el lento pero continuo proceso de aprendizaje de respeto a las minorías y diversidad que aún encuentra tanta resistencia en esos dominios. Según su interpretación, habría pueblos con una naturaleza susceptible a aceptar la sumisión y proclive al sometimiento de las minorías y otros, “más rebeldes”, en los que predomina el individualismo.
Esta forma estática de analizar la historia le sirve para justificar la invasión a Ucrania y alinearse con los extremos, ya sean de derecha o izquierda, que siempre coinciden para generar el desánimo e ignorar el progreso del proceso de globalización de las últimas décadas.
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