Si bien en los últimos años se ha tomado conciencia de la importancia de denunciar una situación de abuso sexual infantil, no debe soslayarse que también han proliferado las falsas denuncias y junto con ellas, consecuencias nefastas tanto para el denunciado como para los niños involucrados en ellas.
Algunas características generales de las falsas denuncias:
— El abuso sexual es revelado por el progenitor que formula la denuncia y se sitúa en un contexto de separación o divorcio conflictivo.
— Las motivaciones principales son: los celos, el despecho, el resentimiento, el deseo de venganza y la retribución económica. El denunciante por lo general no acepta la ruptura del vínculo y en muchos casos hay un tercero en discordia.
— En la mayoría de los casos, quienes denuncian son mujeres, pero también existe un porcentaje de hombres que denuncian a su ex y/o a su nueva pareja.
— Gran parte de los denunciantes presentan un trastorno de personalidad.
— El denunciante se preocupa más por el castigo al denunciado que por el bienestar de su hijo.
— Generalmente la denuncia va acompañada de un informe psicológico de parte realizado en el ámbito privado que no concuerda con lo que el niño revela en la Cámara Gesell ni en el peritaje psicológico realizado en sede judicial.
— Como consecuencia de la denuncia, el alejamiento del niño se extiende a la familia del denunciado: abuelos, tíos, primos, etcétera.
— En el mejor de los casos, el niño dirá en Cámara Gesell que no recuerda los hechos; lógicamente, porque no los vivió. Pero en otras ocasiones, puede llegar a reproducir un relato inoculado por un tercero, que requiere el análisis de un profesional capacitado en la psicología del testimonio para determinar su verosimilitud.

— Cuando se produce el relato en Cámara Gesell, por lo general es escueto, automatizado, centrado en la descripción del hecho (el supuesto abuso sexual), con los detalles necesarios para la acusación, con un vocabulario adulto, sin registros mnémicos sensoriales asociados a la situación relatada, con algunos elementos contradictorios y sin producir sentimientos de culpa ni estigmatización en el niño.
— En estos casos, el niño no presenta síntomas asociados con el abuso sexual infantil o los que se le atribuyen resultan clínicamente incongruentes. No presenta conductas sexualizadas ni indicadores físicos. No presenta dificultades escolares ni alteraciones en el patrón de interacción habitual.
Las falsas denuncias traen aparejadas consecuencias nefastas tanto para la persona denunciada como para el menor involucrado.
Más allá de la ruptura del vínculo entre ambos, en la persona acusada falsamente suelen presentarse cuadros de depresión y ansiedad, consecuencias económicas como la pérdida del trabajo, estigmatización social y alejamiento de familiares y amigos, entre otros.
En los niños suelen aparecer miedos intensos, gran confusión, estados de ansiedad y depresión, sentimientos de abandono y culpabilidad, rechazo, impotencia, indefensión, inseguridad, sentimiento de orfandad, dificultad en la expresión de las emociones, conductas regresivas, disruptivas, trastornos del sueño, de la alimentación y problemas escolares, entre otros.
Cuando la interrupción del contacto paterno filial con la persona falsamente acusada suele prolongarse en el tiempo, el vínculo entre ambos puede llegar a dañarse profundamente, así como la salud psíquica y el desarrollo psicosexual del menor. Incluso hasta puede llegar a generarse el fenómeno de “falsa memoria”, es decir, el niño puede convencerse de que realmente ha sido abusado.
Es importante recalcar que cuando un niño no puede comunicarse con alguno de sus padres, padece una privación afectiva y en su fantasía siente que ha sido abandonado por él. De este modo, su integridad psíquica se verá afectada de modo radical, sobre todo si el niño es menor de 10 años.
Si a un niño se lo priva de vínculos tempranos seguros y del amor de uno de sus padres, crecerá confuso, inseguro y temeroso. Tenderá a aferrarse más al progenitor conviviente en busca de seguridad, ya que depende exclusivamente de su cuidado. Este vínculo de apego irá en desmedro del progenitor incomunicado, al cual el niño terminará percibiendo con atribuciones negativas tales como: abandónico, malo, indiferente, etc. y la imagen de éste como figura protectora y proveedora de afecto irá desapareciendo. Esto hace que, en la mayoría de los casos, refieran que no quieren volver a verlos.
Las falsas denuncias no deben ser tomadas a la ligera. Son una forma de maltrato emocional, ya que el niño es utilizado como rehén en la conflictiva relación parental, alejado de su padre o de su madre, según el caso, y es colocado en la posición de objeto, dejando de lado sus necesidades, deseos e intereses, quedando a merced de alguien que, con gran frecuencia, no dimensiona el daño real y/o potencial que está ocasionando a su hijo.
La autora es licenciada en Psicología (U.A.J.F.Kennedy), especialista en Evaluación Psicológica (UBA), M.N.16781
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