La Argentina de las cinco plagas nos enfrenta a un desafío sin precedentes

Nos encontramos frente a un reto histórico: repensar el modelo de país que queremos para dejar atrás el camino del “vamos viendo” que ya ha causado demasiado daño

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner

Crisis? What Crisis? es el título del cuarto álbum del grupo británico Supertramp. También define, en parte, lo que nos está pasando como sociedad: un sector intenta sostener que la crisis no es lo que el otro afirma que sí es. Depende del noticiero que miremos el país que tenemos. En algunos casos se evidencian los problemas, en otros se esconden. Son las desventuras de un país roto por décadas de impericia de quienes dirigieron la nación. Esa visión dicotómica de la realidad, en parte, fue saldada por las PASO donde mayoritariamente se rechazó una forma de gobernar. A tan solo 7 días de la próxima visita a las urnas nos toca volver a responder esa pregunta inicial.

Los argentinos no nos enfrentamos a una pandemia sino a cinco plagas al mismo tiempo: salud, economía, seguridad, instituciones y educación. El orden no implica que una sea más importante que la otra. Lo que realmente preocupa es la gravedad de cada plaga analizada individualmente, y el resultado que su conjunto provoca a una nación devastada por el hábito de gobernar para ganar la siguiente elección en lugar de hacerlo para sanar un país roto. Las cinco plagas no son casualidad. Es el resultado de nuestra forma de ser y vivir. No elegimos a los más capacitados para gobernarnos. Solemos votar con otro tipo de sentimientos, algunos con fanatismo ciego, otros porque les da lo mismo cualquiera, algunos porque creen en el candidato, y otros, por sus propios intereses personales, todo lo cual se resume en una frase: estamos como estamos, porque votamos como votamos.

Hay muchas explicaciones para justificar cómo llegamos a la situación actual. Algunas más acertadas que otras. Entenderlas, analizarlas y ponerlas en el lugar correcto para interpretar la situación actual es una tarea que nuestra clase dirigente no suele, en líneas generales, realizar, pero sí es un ejercicio imprescindible para entender el camino que deberíamos seguir a partir del 15 de noviembre. La Pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020 aún no ha terminado. Cierto es que, en tiempo récord, las vacunas se hicieron una realidad concreta, y que gran parte del mundo ha sido inoculado en tiempo y forma, constituyendo un logro trascendente del tan criticado sistema capitalista, que fue el que soportó los costos, las inversiones y los riesgos de tamaño desafío. En el camino quedaron más de 116.000 fallecidos (195 decesos por día en promedio desde el 20/3/20 a la fecha), y 5,3 millones de infectados (8900 contagiados por día). En Argentina el vacunatorio VIP, la fiesta de Olivos, los funcionarios que “no” se arrepintieron de vacunarse primero, son hechos socialmente disruptivos que quedarán en nuestra memoria colectiva para siempre. Su impacto en las urnas se sintió el pasado 12 de septiembre.

Alberto Fernández durante el acto Morón
Alberto Fernández durante el acto Morón

La pandemia de COVID 19 no ha sido adecuadamente tratada por el gobierno del presidente Fernández. Si bien en los primeros meses su imagen creció hasta las nubes, los hechos posteriores, las malas decisiones, la extensa cuarentena que terminó arruinando a miles de argentinos que fueron arrojados a las garras de la pobreza, más las mentiras y todo lo que ya conocemos y no vale la pena mencionar, es lo que nos ubica en una situación de extrema debilidad de cara al futuro.

La salud de los argentinos, más allá de la pandemia, lejos está de ser un problema con posibilidades de ser solucionado en el corto o mediano plazo. Una parte de los ciudadanos, minoritaria, podríamos decir que tiene su salud individual bien cuidada. Otra padece los largos tiempos de los hospitales públicos, mal equipados y con escasos recursos, donde no se atiende la casta política (que lo hace en los mejores sanatorios privados como podemos observar cada vez que les toca pasar por el quirófano). Y para el resto de la población en situación de pobreza e indigencia, la salud no es un tema al cuál puedan ni siquiera aspirar, ya que sus prioridades pasan por otros aspectos de sus penurias diarias: un plato de comida, un vaso de agua y un lugar donde dormir.

Con relación a la economía, el Banco Mundial, el 4 de octubre de 2021, dijo sobre Argentina: la volatilidad histórica del crecimiento económico, la pandemia de COVID 19 y el aislamiento social como forma de enfrentarla agravaron la situación. La pobreza urbana es elevada y alcanza un 40,6% de la población en el primer semestre de 2021, y 10,7% argentinos están en la indigencia. La pobreza infantil, de niños menores de 14 años, llega al 54,3%. La COVID-19 impactó fuertemente en la economía argentina. Durante 2020 el país sufrió una caída del PBI de 9.9%, la mayor desde 2002. Concluyendo: la economía doméstica sigue mostrando fuertes desbalances macroeconómicos. La inflación anual, que se había desacelerado en un contexto de caída de la actividad económica en 2020, se encuentra en agosto de 2021 en 51.4 por ciento.

La crisis económica resulta patente, siendo uno de los factores claves que justificaron el resultado de las PASO y que el plan “Platita” ha intentado en alguna medida morigerar como una forma de cambiar el humor del votante “oficialista”. Debemos agregar el récord de haber superado nuevamente el dólar billete los $200 (hace solo diez años costaba 4 pesos) y no olvidarnos que nuestra deshilachada moneda ha dejado en su historia, desde 1881 a la fecha, 13 ceros en el camino. En pocos días más conoceremos el resultado de la estrategia oficialista.

Es claro que la economía argentina no logra encontrar el camino que nos lleve al futuro mejor que nos prometen cada vez que nos toca votar, pero que nunca llega. Mientras tanto las jubilaciones de “privilegio” crecen junto con las dietas y gastos de los funcionarios públicos que conforman un costo demasiado alto para tan poco. Al mismo tiempo el dólar sigue marcando el ritmo de la economía, con una inflación que, pese a los fútiles intentos de controlar los precios, no para de causar estragos en los bolsillos de los asalariados. Un dato para tener en cuenta: en enero de 2021 teníamos 2.633.695 asalariados “públicos” y 6.105.953 asalariados “privados”. En Agosto de 2021 (7 meses después) hay 5.894.068 asalariados “privados” y 3.300.739 asalariados “públicos”, a la par que la máquina de imprimir billetes sigue trabajando a destajo superando cualquier límite antes imaginado. Los números hablan por sí solos.

En relación a la plaga de la inseguridad, hace tiempo que ha dejado de ser solo una sensación. Salir a la calle en la Argentina modelo 2021 resulta toda una aventura. Las víctimas de todo tipo de delitos se incrementan. El narcotráfico sigue creciendo. Los nuevos delincuentes son cada vez más. Las fuerzas de seguridad, mal gestionadas desde la política, tienen las manos atadas para actuar con la firmeza que estos tiempos requieren. Seguimos discutiendo si las pistolas Taser son o no la solución, a la vez que se atan con alambres los patrulleros del conurbano y del interior del país para que puedan seguir “dando” unas vueltas. No tenemos un plan nacional de seguridad interior. Lo cierto es que son muchos los que viven con miedo a sufrir un hecho delictivo, no sólo por la pérdida patrimonial que implica, sino por las lesiones o incluso la muerte que ello pudiera traerles aparejada. El miedo es una sensación real y la inseguridad una plaga sin atender adecuadamente por un gobierno que se evidencia inoperante.

La degradación actual de las instituciones y la poca consideración y respeto que generan en la ciudadanía es una muestra cabal de que algo se está haciendo muy mal desde la política. El manoseo permanente de la Justicia nos deja a todos los argentinos huérfanos de un poder muy importante del Estado destinado a resolver los conflictos. Atacar al Poder Judicial es tan torpe como imprudente, ya que una nación sin una justicia creíble no tiene futuro. Cuando la política entra por la puerta, la justicia sale por la ventana. Las instituciones argentinas se encuentran degradadas lo cual nos convierte en un país alejado de lo que alguna vez pretendimos ser. Sin instituciones fuertes jamás tendremos acceso al modelo de nación que todos soñamos, y, desde la dirigencia mucho se ha contribuido a su degradación.

En cuanto a la educación, que ya venía demasiado “baqueteada” entre el sindicalismo militante y los educadores que presumen de “adoctrinar” a sus discípulos, la pandemia terminó por derribar el castillo de naipes de lo que una vez fue el sistema pensado por Sarmiento, como uno de los mejores del mundo. En un país donde Dylan tuvo más clases presenciales que muchos de nuestros hijos, la caracterización de “paupérrima” le queda chica. La educación argentina no es hoy lo que fue, ni lo que debería ser. Desde hace décadas que se viene degradando y berretizando. Es un problema demasiado serio para no tomarlo seriamente.

Argentina se ha convertido en todo un espectáculo digno de cobrar entrada. Cuando hablamos de “Crisis”, y nos preguntan “¿Qué crisis?, queda en claro que la única salida posible son las urnas, precisamente para que la salida lógica de muchos deje de ser Ezeiza. Otro dato duro que nos deja un sabor muy amargo: en el período 2000/2004 emigraron 50.564 argentinos. Entre septiembre de 2020 y junio de 2021 se fueron 57.737 (fuente Dirección Nacional de Migraciones).

Nuestra sociedad viene de padecer un largo encierro, donde las emociones y la convivencia diaria con la muerte nos han marcado a todos en mayor o menor medida, viviendo sensaciones de las cuales jamás nos olvidaremos. Se suma una feroz crisis económica, la inseguridad, la mala educación y la ausencia de instituciones creíbles para la ciudadanía. La Argentina de las cinco plagas llega nuevamente a las urnas para decidir cuál es el modelo de país que nos permita dejar atrás el actual. En ese contexto votaremos el 14 de noviembre, donde no sólo importa el resultado final del escrutinio, sino “cómo” seguiremos hacia adelante. No sabemos a ciencia cierta cuándo podremos dar vuelta la página del “Covid”, para volver a un ritmo de vida diferente a lo que alguna vez fue nuestra normalidad, pues lo normal en Argentina es ir de crisis en crisis. De lo que sí estamos seguros es que la crisis de las cinco plagas está presente y ha causado demasiado daño para seguir por el camino del “vamos viendo” y la “zaraza”.

Al momento de votar es bueno recordar un dicho popular: “Un país pobre es aquel que tiene universitarios trabajando por monedas y burros cobrando millones”.

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