La muerte y la bici

Lucas Cancino tenía 17 años y lo mataron dos hombres jóvenes para robarle cuando iba al colegio. Le partieron el corazón con un cuchillo de cocina. Tal vez su caso sea inspiración para modificar el sistema decadente al que ha llegado un país

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Lucas Cancino fue asesinado el miércoles 13 de octubre de 2021. Todavía no eran las 8 de la mañana. Fue en Quilmes.
Lucas Cancino fue asesinado el miércoles 13 de octubre de 2021. Todavía no eran las 8 de la mañana. Fue en Quilmes.

El día 13 de octubre de 2021, Lucas Cancino, de 17 años, salió de la casa donde vivía -ya sin padre- con su madre y su abuela, en Quilmes, a las ocho de la mañana. Fue la abuela quien compró la bicicleta para ir al colegio, después de la tenacidad destructiva que significó la falta de enseñanza sin la presencia de docentes y alumnos. Se echó la mochila a la espalda, guardó el celular pero no pudo montar a la bicicleta: por lo menos dos hombres jóvenes, aunque no menores, intentaron robársela.

Es probable que haya forcejeado, y uno de ellos le partió el corazón con un cuchillo de cocina. Lucas se arrastró hasta el jardincito. Se arrastró ya con la muerte encima. La bicicleta quedó en el suelo y los atacantes corrieron hacia un asentamiento a pocas cuadras. Al rato, fueron directo a buscarlos. Quizás demasiado directo: siempre hay una reserva de fichados, encarcelados y liberados para todo uso.

Eso también pasa en la sociedad de la sospecha. Tal que esos asesinos feroces, uno de ellos mató, todos ellos arrasados por el negocio del paco -la venta es prácticamente libre-, habrá de verse si en realidad fueron. Zombies sin conciencia ni noción de que en el mundo existen otros -manipulados bajo el paraguas de psicópatas grandes-, transcurre la sociedad que bebe miedo y desesperación sin ningún resultado, sin prevención, en el desamparo.

Agustín Rodrigo Rivas, alias “Chancho”, de 19 años, y Nazareno Juan Cruz Mejía, alias “Convulsión”, de 20.
Agustín Rodrigo Rivas, alias “Chancho”, de 19 años, y Nazareno Juan Cruz Mejía, alias “Convulsión”, de 20.

Se hace necesario observar todo el tiempo esa moto que se acerca, mirar antes de entrar a la casa de cualquier condición, caminar por la calle. Ni siquiera se hace una noticia que bandas organizadas asalta a viejos, tortura y mata antes de llevarse todo lo que puede. Todo el mundo conoce un caso. Los presuntos atacantes y la muerte de Lucas son deshechos peligrosos, escoria manipulada.

Desde luego se protestará contra aquello de la reiterada puerta giratoria, de la liberación fácil en los pudridores que se llaman cárceles. Es una parte importante de lo que ocurre. Con el pretexto del COVID-19 fueron liberados sin trámite delincuentes de la peor calificación. Asesinos, violadores, ladrones a mano armada una y otra vez que volverán, que ya volvieron a hacerlo. En cada caso los responsables psicópatas de los asuntos públicos explican y se hacen un banquete de micrófonos, felices de chupar cámara y sumar fama olvidándose después hasta la próxima.

Pero en el caso de Lucas Cancino, la miasma, la infección social, llevó a los vecinos a la calle. Algunos, perdidos entre los pedidos de justicia, de protección, de vivir en la esclavitud un día tras otro, hubo pedidos de muerte. Los que lo pusieron en un palo para que los carteles se vieran, tienen que haber pensado: “Que terminen ellos de matar primero”. En el aire de las zanjas y la basura donde sobreviven muchas persones en Quilmes, se organizó al mismo tiempo un festival con lleno total y la actuación de Karina la Princesita. Fue un éxito. La intendente Mayra Mendoza estuvo encantada. Otros , en cambio, se encerraron en sus casas como de costumbre. Dos situaciones incompatibles.

Es un sistema.

Siempre se dice como si fuera un hallazgo que el delito y la seguridad son piezas de algo muy complejo. Y, sí. Aquí se ve claro que hay elementos ideológicos, voladura de valores, persistencia ideológica acerca de que el delincuente es el redentor de una sociedad injusta, un vengador. Idea rancia, es muy practicada por pensadores falsos en sus sillones o -cuidado- al frente de clases en secundarios y facultades. Hace falta, sí, como un enfoque determinado si se trata de enseñar, que todo ha de estudiarse con la aclaración, con el aviso acerca de lo expuesto, época, todo lo que corresponde a cualquier persona dedicada a aprender. Pone los pelos de punta cuando se derrama doctrina y lavado de inteligencia. Lo hacen, hasta que el motochorro o la entradera eligen al profesor: la probabilidad es alta. Ahí cambian sus convicciones sin revelarlo, porque “militan” una historia con los renglones torcidos.

El sistema incluye la utilización de delincuentes como fuerza turbulenta de un proyecto político: barras, especialistas en materias diversas del hampa, tienen patente de corso para cometer desastres contra adversarios. El sistema determina entonces que los delincuentes no son de verdad héroes que romperán la desigualdad, la explotación y un futuro más justo, sino forros -creo que se dice por ahí- bien pagados y con lealtad fanática.

Lucas. Una mirada y una vida que ya no está.
Lucas. Una mirada y una vida que ya no está.

Se usaron en los gulag soviéticos, en los infiernos del Reich, en la delincuencia de 24 horas en Venezuela (que no se controla porque son útiles, funcionales). De otra manera, el sistema y su proclamada complejidad -aquí se recurre en abundancia, cuando algo se ignora, que se trata de algo complejo- es en medida considerable el método de hacer la vista gorda en muchos de los llamados espacios del folclore político.

Vale agregar a la complejidad defensiva que tiene que ver con la vergonzosa pobreza, la desocupación, el pesimismo, la baja calidad de los líderes. Vale agregarlo sin que justifique que un asaltante roba y mata por matar, como una prueba iniciática o porque sí: “No lo maté. Es que estaba estallando socialmente”.

Puede que el crimen de Lucas sea un punto ardiente. Solo que viene a decirnos que habrá otros y que un adolescente dispuesto a seguir ingeniería con el apoyo de los dignos familiares que no se avinieron a hacer declaraciones. El sacrificio de un adolescente entre predadores parece traducir el hartazgo que produjo con nitidez. La muerte y la bici de Lucas Cancino. Al día siguiente se produjo una manifestación enorme en reclamo de una vida mejor. La mayor registrada. Aunque cualquiera de nosotros puede diferir de consignas y métodos, la protesta tiene que tomarse en cuenta y saber que habrá más.

Pena por Lucas y su bicicleta ensangrentada. Por tantos. Tal vez haya inspiración para resolverlo y modificar el sistema decadente al que ha llegado un país. Un lindo país, ilegal y pobre, que debe emplear todas las fuerzas que existen para evitar su agonía.

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