El avance kirchnerista sobre la Justicia

La unificación del peronismo en las elecciones pasadas tenía por único objetivo la impunidad de CFK

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner y Alberto Fernández

En un momento dramático para la Argentina aparece con nitidez lo que muchos sabíamos: el Gobierno sale decidido a empujar proyectos que garanticen la impunidad judicial de CFK y de muchos de los que se enriquecieron durante los 12 años de gobierno kirchnerista, que fueron los años más corruptos de la historia argentina. Son innumerables las operaciones sucias que están realizando sobre los jueces y fiscales que llevaron adelante causas en las que se veía con toda claridad la corrupción sistémica de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

Ahora viene la etapa de la gran lucha. Empiezan a instalar la necesidad de una reforma judicial y de la ampliación de miembros de la Corte Suprema con el fin de terminar el trabajo de impunidad para los delitos de corrupción. La aparición del abogado de CFK (Carlos Beraldi) como posible integrante de una comisión que trate esos temas y como interlocutor del Presidente muestra con claridad que ya no ocultan su única área de interés: ir por la colonización de la Justicia, asestar un golpe a la Corte Suprema y que, de esa forma, el máximo tribunal quede más “dócil” al poder. Siempre que se habla de ampliar la Corte Suprema es para buscar mayorías automáticas en los temas penales que involucran al poder. Es viejo y conocido el recurso.

Como además de garantizar la impunidad necesitan garantizar el dinero que produjo la corrupción plantean una moratoria impositiva (necesaria en estos momentos de crisis), pero buscan artilugios para incluir en la misma a gente como Cristóbal López (Alberto Fernández fue su asesor legal) o Lázaro Báez. La decadencia argentina es tan grande que ya no se preocupan por disimular: gobiernan para arreglar sus temas de corrupción, para usar la Justicia en pos de perseguir opositores o para vengarse de los que los denunciaron.

La unificación del peronismo en las elecciones pasadas tenía por único objetivo la impunidad de CFK. Ella sabía que sola no le alcanzaba y por eso inventó lo de ir de Vice para garantizarse el triunfo. Era muy obvia la maniobra. La candidez y la falta de comprensión histórica de los que pensaban que podía venir una versión nueva porque Fernández ocuparía la presidencia aún siguen asombrando. La pandemia, además, puso de relieve el poco interés que tienen los K por los temas que no involucran a su secta y el desprecio por la opinión ajena, que es la esencia de esta gente. En una crisis sanitaria pusieron a cargo a unos infectólogos y científicos militantes que pretendieron instalar un discurso único en un tema que tenía muchísimas aristas. Hicieron manejo de crisis mirando encuestas y cualquiera que aportara una mirada con matices sufriría el escarnio público por parte de fanáticos que repetían tonterías como zombis. La indigencia intelectual del discurso K en la pandemia da vergüenza ajena. “Infectadura” es la palabra que mejor los define.

¿Cómo olvidar cuando Fernández se burló de Suecia celebrando su cuarentena dura frente al modelo sueco de distanciamiento social y barbijo sin encierro? Argentina tuvo el encierro más largo del mundo y hoy tiene el doble de casos que Suecia. Cuando Fernández dijo esa barbaridad salieron todos los voceros y militantes a defender ese disparate como si se tratara de un mundial de fútbol. Manejaron una crisis sanitaria con espíritu futbolero.

Anunciaban, con brío adolescente, que la curva ya se había aplanado o ponían fechas a picos de contagios que irían cambiando semanalmente. Fernández ponía cara de prócer, decía que elegía la salud por sobre la economía (mientras sus voceros sembraban pánico en la población) y hoy el panorama es desolador. La pandemia avanza y la economía está destrozada. La pobreza llegará al 50 por ciento. Muchas empresas se están yendo. La desocupación crece. La economía informal está destruida. La cantidad de negocios que tuvieron que cerrar es impresionante. La crisis de inseguridad que se anunciaba ya está presente y los funcionarios del área dan espectáculos penosos por la impotencia en la que están inmersos. La violencia policial crece y es muy impactante el número de personas muertas por la brutalidad del Estado argentino. Hay casos de desapariciones de personas y el gobierno no se pronuncia sobre esos los mismos.

El militante K es alguien que se ofende mucho si una persona dice los números de la Conadep (oficiales) cuando se habla de las desapariciones de personas en la dictadura (y no el simbólico de 30 mil), pero hace silencio cómplice cuando hay casos de desapariciones y desapariciones seguidas de muerte de ciudadanos si el gobierno es de su agrado. Son la cumbre de la inmoralidad.

Si uno analiza el tratamiento de la crisis actual en algunos países podrá ver que se enfrentó la pandemia privilegiando el concepto de libertad. Países disímiles como Alemania o Uruguay han usado en forma permanente los conceptos de responsabilidad y libertad. Dirigentes como Merkel o Lacalle Pou utilizaron mucho esa palabra al hablar de cómo enfrentar la crisis. Cuando uno analiza el discurso oficial en Argentina nota un profundo desprecio por la libertad individual. Han llenado la conversación pública de conceptos violentos y de voceros estalinistas. El desprecio por la libertad individual que hay en el discurso oficial en la Argentina es una muestra de la decadencia del relato K. Lo dejaron en evidencia al prohibir que la gente saliese a correr cuando en los países más exitosos en esta pelea se aconsejaba hacerlo. En Argentina enviaron a todos los voceros mediocres a hablar mal de los runners. No escucharon a los que pedían que cuiden la economía ni a los que alertaron sobre los daños colaterales en la salud por el larguísimo encierro. Despreciaron la angustia de los ciudadanos. Ahora que vieron que su estrategia no resultó tan exitosa como decían en el momento de excitación por las encuestas empiezan a insinuar que la culpa es de la gente. La perversión del poder en la Argentina es cada vez mayor.

Se avecinan tiempos duros. Es muy importante que la oposición política sea consecuente en la defensa del estado de derecho y haga frente a los avances sobre la Justicia. La ciudadanía que defiende valores republicanos está jugando un rol destacable y la política tiene que ponerse a su altura.