Con dos ministros de su lado, la criminalidad toma el control de Buenos Aires y Santa Fe

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Sergio Berni y Marcelo Sain
Sergio Berni y Marcelo Sain

La Región Centro se encuentra en el epicentro del desastre. Los grandes centros urbanos están operativos. En realidad, nunca dejaron de estarlo.

El narcotráfico supo abastecer al narcomenudeo y para eso, la anomia en la hidrovía fue providencial. De un 20% de tráfico, la misma alcanzó un pico de 40 por ciento.

La falta de controles en las rutas nacionales y las fronteras deficitarias también fueron funcionales para el acopio de droga y de la materia prima. El descontrol que hay con la hoja de coca, más allá de la práctica cultural de algunos espacios norteños, es escandalosa. Tan escandalosa como la inseguridad y el accionar policial en la provincia de Tucumán, el Macondo del NOA. Trama que merece tratamiento exclusivo.

Al mismo tiempo, las cocinas y las cocinas de estiramiento se multiplicaron. En otros lugares, directamente, se instalaron. Razón por la cual se forjó la ampliación del mercado del paco, que ya había crecido con Cambiemos. Porque donde hay cocinas, hay paco. Ya no hay provincia del centro del país libre de paco. En más, o en menos, el negocio se instaló para hacerle frente a la pandemia, no perder territorio, ni consumidores.

La proyección nacional es de regular a negativa. Desde Nación se arrojan planes diversos de romanticismo, menos de lucha contra el narcotráfico. Y la coordinación con las provincias es más una puesta en escena que una realidad. Son las provincias las que siguen sosteniendo sus territorios con matrices de lucha configuradas a sus realidades. Se destacan Formosa, Salta, Jujuy, San Juan, Río Negro y Córdoba. Esta última, ubicada en la región neurálgica, realiza esfuerzos sostenidos para contener el caos, especialmente, en la capital.

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La cosecha de cadáveres viene en ascenso en las provincias más complicadas del país. El narcotráfico, que tiene su armado más sólido subterráneamente, realiza la inteligencia, no distorsionada, que no realiza el Gobierno.

La celeridad en Santa Fe es voraz y nuevamente se encuentra a la par de Buenos Aires. Con dos buenos muchachos como ministros, las provincias comparten desastres anunciados y subestimados. Desastres que sus ministros relatan como si no fuesen parte del problema.

Dos ministros de Seguridad con impronta mediática que están llevando a los gobernadores al ridículo, más allá de que ellos se presenten como sensatos. Ocurre que tanto Kicillof como Perotti están en una encrucijada por la realidad que impone el COVID-19 en materia de salud y que repercute, a su vez, en la máxima desintegración económica.

Hoy sostener a sus ministros es directamente proporcional a sostener la inseguridad que envuelve a sus su territorios. Pero en el marco del estado excepcional, tal vez no tengan a quién volverle a rifar los ministerios.

Mientras tanto, la criminalidad agradece. Se constata. Se reacomoda. Y marca presencia con jactancia.

Los hilos del poder, una vez más, están de su lado.

El delito vuelve a conducir en ambas provincias, donde las autoridades en seguridad fueron funcionales a que se rearme lo desarmado, y lo que estaba desarticulado.

En el caso de Santa Fe, cada vez que el ministro Sain hace declaraciones, la sangre se derrama.

El crimen, definido como estacional en el verano, ya transita cómodo el invierno. Y se carga, entre otros, a un ex concejal. Padre de una de las víctimas de la masacre de Villa Moreno en el año 2012. Sin embargo, el creador de la PSA dice que en Santa Fe las discusiones son de bajo vuelo, apuntando a la oposición y también al oficialismo, con quien mantiene una tensión que poco a poco buscar visibilizar.

Por la irresponsabilidad de subestimarla, la narcocriminalidad está empoderada en la provincia. Por la irresponsabilidad de despreciar a la institución policial, tratándola masivamente de inútil y corrupta, la fuerza está revelada. Esa fuerza que tiene que combatir el delito.

Por la irresponsabilidad de hacer un show de la reforma policial, sin ser aún presentada oficialmente, el potencial rigor de la norma se perdió. Especialmente, cuando se trafica con la idea de crear una policía de control policial. Policías controladores de policías.

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Desde el lado de Buenos Aires, Berni acumula tantos hechos de inseguridad como presentaciones mediáticas. Mientras decidió jugar el rol de ministro de Salud, siendo ministro de Seguridad, la criminalidad se disparó como en toda la región centro. La diferencia, es que en la provincia de Buenos Aires, los desviados de la Bonaerense empoderados orgánicamente retoman actividades: desaparición y muerte.

Además, vuelven los desplazados. Acunados como retoños por una gestión, la de Asuntos Internos, encuadrada más como una escuela de señoritas que como un organismo de investigación y orden.

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Si el plan como ministros de seguridad es que los narcos se maten entre ellos, van por buen camino. Pero ese camino tiene un punto de desvío. Y es cuando a los narcos ya no les alcanzan los otros narcos para marcar el monopolio del territorio y empiezan a matar masivamente.

Más allá de la pandemia

La inseguridad no es casual. Hay causales que van más allá de la pandemia y que tienen que ver con la percepción y el concepto de la criminalidad y de la policía sobre los ministros de Seguridad.

Darle poder de gobierno a la policía es un error.

Desprestigiar a la policía es un error.

Querer marcarle a la policía el cómo (operatividad) es un error.

Querer ser ministro/jefe de policía es un error.

Gestionar sin conocimiento territorial previo es un error.

Creer que a la criminalidad se la acota con gritos y medios, es un error.

Poner la herencia recibida como causa primera de los niveles de violencia y criminalidad es un error.

Proyectar y no prevenir es un error.

La criminalidad está amotinada y empoderada en las calles, también en las cárceles.

No le temen a los mediáticos. No le temen a las frases de impacto.

La criminalidad sabe distinguir cuando hay o no conducción en materia de seguridad.

No hay plan, solo anuncios de catástrofe

Detrás de los delitos, entre un 75 a un 80%, está la droga. Por negocio o por consumo. Un dato que parece no ser tenido en cuenta al momento del discurso que celebra la potencial legalización (sin ir por la prevención y el tratamiento) y que minimiza los alcances del narcomenudeo.

El anuncio, como advertencia, es tal vez una forma elegante de hacer un diagnóstico de proyección y ahí quedarse por la profunda incapacidad de actuar proactivamente.

Aportes gratuitos

En lugar de anunciar que se viene un importante aumento del delito, configuren una matriz de trabajo integral. De contención. Realicen investigación para detectar los focos potenciales. Identifiquen los espacios con mayor circulación de droga. Aumenten patrullajes preventivos, no paseos en móviles.

En lugar de anunciar el aumento del delito que arroja la proyección, trabajen en el desarmado de grupos pequeños conformados en la pandemia. Hagan vigilancia donde saben que están los corredores de la droga. Acoten al narcomenudeo para que la droga no genere más violencia.

En lugar de anunciar el aumento del delito que arroja la proyección, configuren anillos de acero tomando de a tres partidos que es por donde se mueven las bandas. Círculos/Triángulos. Generan escudos proteccionistas en los barrios con vigilancia y patrullajes estratégicos.

En lugar de anunciar el aumento del delito que arroja la proyección, trabajen integralmente con desarrollo social para que la criminalidad no vulnere más a los niños y adolescentes. Que no haya captaciones.

Organicen dispositivos de vigilancia para anular la venta de las estructuras narco.

Traten a los enclaves territoriales como enclaves.

Si van a trabajar con las fuerzas federales, armen salas de situación conjunta. Realicen un planeamiento estratégico. Tracen los posibles escenarios y la forma de abordar cada uno de ellos. Pero fundamentalmente, trabajen en la prevención.

Acoten la capacidad delictiva con tareas de inteligencia criminal.

Profundicen la investigación criminal.

Que la criminalidad les tenga algo de temor, un poco de respeto. Y no olviden que trabajan con fuerzas de seguridad, y no con playmobiles. No les den poder de gobierno. No las humillen. Coordinen un trabajo que no admita fisuras ni desvíos.

Y recuerden, el problema, a esta altura, no es el narcotráfico sino los inoperantes que lo dejan actuar.