
Creo que no se puede obligar a ninguna mujer a ser madre. Y creo también que gestar un hijo que no se desea, aunque se haya tomado la decisión de darlo en adopción, es un proceso psicológico demoledor y físico de riesgo para quien pone el cuerpo. Pero, por sobre todas las cosas, creo en la libertad de las mujeres para elegir con responsabilidad sobre su vida.
Miles de mujeres en Argentina deciden interrumpir sus embarazos porque no pueden, porque no quieren, porque cometieron un error y no se cuidaron, porque en su vida nadie les había hablado de métodos anticonceptivos o porque les habían dicho que tener relaciones sexuales era un pecado y entonces cómo; porque se dejaron llevar y su pareja les dijo que no quería usar el preservativo, que no iba a pasar nada, y ahora el cuerpo que es rehén de ese proyecto de vida humana, de tamaña responsabilidad que debería llegar con amor y alegría, que les cambiará la vida, es el de ellas.

El aborto no debe ser frivolizado. Es un acto íntimo y doloroso que, por lo que me han contado varias mujeres a las que he entrevistado o amigas que han tomado esa decisión, queda pegado al alma y con el que se sigue viviendo. No es inocuo. No es liviano. Hay un corazón latiendo, hay vida que aún no siente, que se irá desarrollando hasta ser vida humana con el correr de las semanas, pero que según todos los ordenes jurídicos tanto nacionales como internacionales aún no es persona ni podría vivir de manera autónoma. Desde el punto de vista espiritual ¿quién sabe que ese alma ha decidido encarnar o sabe que aún no es su momento? ¿Quién tiene la certeza?
En los últimos dos años recorrí unas 10 provincias del país dando charlas para el otro extremo del asunto: para mujeres que, como yo, quieren o quisieron ser o volver a ser madres y no lo logran o lo han logrado con mucho esfuerzo. En ese contexto hablé con ginecólogos de hospitales públicos. Las pacientes que llegan con complicaciones derivadas de abortos provocados son algo usual, y prefieren morir antes de confesarlo por miedo a ir presas. Muchas mujeres que no tienen obra social o prepaga y acuden por un tratamiento al sistema público porque no pueden ser madres, sufren de infertilidad como consecuencia de las complicaciones de un aborto mal hecho -en Jujuy según el reconocido ginecólogo Jorge Gronda, son 7 de cada 10-. El aborto en condiciones inseguras y la infertilidad van de la mano. Y de eso no se habla.
El proyecto con media sanción de legalización de interrupción del embarazo que se está discutiendo en el Senado no obliga a hacerlo a quienes no están de acuerdo. Les da un marco de seguridad sanitaria a quienes, de todas formas, lo harán. Hace que dejen de poner en riesgo su salud, incluso su vida. Y que, quitándole el velo de la ilegalidad, se animen a acudir a profesionales, a consejerías, incluso a ONGs que puedan apoyarlas, sin el miedo de terminar presas o ser juzgadas de manera tan brutal y violenta, como juzgan ahora.
En mi familia tenemos posiciones radicalmente opuestas respecto a este tema. Nos escuchamos y aprendimos a respetarnos, a respetar nuestras diferencias sin atacarnos, a entender que el otro tiene que seguir su corazón, lo que piensa y lo que siente, esté o no equivocado. Siempre he desconfiado de la gente que cree tener la certeza de la verdad absoluta. Ese es el espíritu que debería primar entre todos los argentinos, el del respeto por las diferentes opiniones, el de la comprensión.
La experiencia de cada mujer es única, es imposible trasladar lo que me pasa a mí y juzgar con la misma vara lo que le pasa a otra. No conozco su historia, sus traumas, sus evoluciones, su situación emocional, física, económica, intelectual, afectiva. Sólo se que nos toca comprendernos, acompañarnos y abrazarnos en situaciones tan traumáticas como querer y no poder, o poder y no querer.

Estoy a favor de la Ley, no del aborto, sí de la vida. Darle la posibilidad a muchas mujeres que decidirán abortar a hacerlo en condiciones seguras, respetar su decisión, seguir el camino de la experiencia de países internacionales que -como sostuvo el ministro de salud Adolfo Rubinstein en sus exposiciones en el Diputados y el Senado- en el mediano plazo han bajado la cantidad de abortos con la legalización, es poner la empatía y el amor por delante. Es una cuestión de salud pública. Lo dicen todos los organismos internacionales de Salud de los países desarrollados y más seculares del mundo. El velo de la ilegalidad, hacer de cuenta que no pasa, no da registros, ni números claros, expone a las mujeres y hasta alienta la especulación de la industria de las drogas abortivas. Así como están las cosas en relación al aborto, no funcionan. Por eso hoy digo, #QueSeaLey
*Luciana Mantero es periodista. Su último libro es El deseo más grande del mundo.
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