Mientras la opinión pública sigue con renovado interés los coletazos del programa de Mirtha Legrand y los papelones de Natacha Jaitt y el ministro de Hacienda Luis Caputo, la política mantiene su propia dinámica.
En especial hay una escena que se repite cada tanto y que preocupa al Gobierno en general y al Presidente en particular: la nueva incursión pública de Elisa Carrió, porque hace temblar la estrategia oficial.
Así, una vez más, el jefe de Estado parece no poder decir ni hacer nada que no tenga riesgo de ser criticado o directamente descalificado por la vehemente diputada nacional.
Cerca del Presidente juran que sus alusiones al canje de pasajes no fueron un ataque directo a Carrió, sino una forma de sentar postura pública sobre un asunto que, hace tiempo, Macri habló con Emilio Monzó y Gabriela Michetti y les pidió revisar.
Pero Carrió, que apareció primera en la lista de legisladores que se benefician con esa mecánica, estalló de furia y de inmediato le puso a Macri el cartelito de niño rico e indecente que toda su vida viajó en helicóptero. Horas después pidió disculpas, pero el daño ya estaba hecho.
¿Qué es lo que hace que el jefe de Estado no la cruce de plano y no tome la decisión de romper la inestable alianza que los une? Su necesidad de mantener firme la administración de su Gobierno y la supervivencia de Cambiemos, porque Carrió es una de las garantías de su propia reelección.
¿Y qué es lo que hace que Carrió, a la que no le gustan los aumentos de tarifas, no pone las manos en el fuego por Luis Caputo y a veces habla del Gobierno como la más acérrima opositora, no pegue un portazo y se vaya de una vez? Astuta y experimentada como es, ella sabe que de hacerlo podría terminar como Carlos "Chacho" Álvarez, o todavía peor.
Sabe incluso que parte de su círculo íntimo la terminaría responsabilizando por colocar en riesgo la estabilidad de un Gobierno.
Y, así como ahora es idolatrada por miles y miles de argentinos, mañana podría ser calificada como una egocéntrica, irresponsable, destructiva e incapaz de trabajar en equipo.
Por todo eso Macri y Carrió mantienen un vínculo especial. Se ven, en persona, cada tanto. Después del saludo inicial, el Presidente se pone en modo zen e intenta comprenderla y contenerla. Entonces Lilita arranca con su larga lista de reproches y pases de facturas hasta que Macri pierde algo de su paciencia, amenaza con hacer despertar el indio que lleva adentro y le empieza a discutir de igual a igual.
Tarde o temprano, ambos se despiden firmando un nuevo contrato invisible, que Carrió termina "rompiendo" con alguna declaración pública, o el Presidente parece no respetar tanto con determinada decisión que supuestamente iría en sentido contrario a lo conversado en la última cumbre.
La figura central de Cambiemos estará el sábado en lo de Mirtha Legrand. Es una mala decisión política, porque su presencia podría ser interpretada como un aval de la líder de Cambiemos a la peor decisión de producción que tomó la diva en toda su vida: invitar a una persona que acusó de pedófilos a muchos individuos, contratada por una agencia de inteligencia y trabajos sucios.
Y el domingo, a partir de las 20:30, estará en el piso de La Cornisa, el programa que puso en el aire las escuchas y cuya difusión ella tanto critica, en asombrosa coincidencia con Cristina Fernández, Oscar Parrilli y el Frente para la Victoria.
Cada tanto, los dueños de los medios que invierten mucho dinero en mantener sus productos se preguntan cuándo terminará esta suerte de capítulos de Netflix en que se ha convertido la política nacional. Faltan décadas. Lo que está sucediendo en Brasil con Lula es una evidencia irrefutable de que se trata de un fenómeno global, aunque nosotros no tenemos nada que envidiarle.
ESCUCHÁ A LUIS MAJUL EN RADIO BERLIN