De la galería al hogar: logística y comercio exterior en el arte nacional

María Casado, directora, fundadora y galerista, reflexiona sobre el mercado del arte en Argentina, el valor de la experiencia artística, los desafíos logísticos de mover obras y la necesidad de animarse a convivir con el arte

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María Casado es directora, fundadora
María Casado es directora, fundadora y galerista (Foto: Movant Connection)

Para María, “una casa sin arte no tiene mucho sentido”. En esta entrevista, comparte su mirada sobre el mercado del arte, las barreras para su circulación, la logística detrás del traslado de obras y el vínculo íntimo que se genera entre las personas y el arte.

¿Qué diferencia sentís entre tu proyecto y una galería de arte tradicional?

Un espacio tradicional de arte suele estar en una ciudad, generalmente a la calle. Históricamente las galerías estuvieron ahí, visibles, dentro de un circuito muy marcado. Nada de eso sucede con mi galería. Está en las afueras, en San Isidro, donde prácticamente no hay galerías de arte. Es un lugar grande, con muchísima población, y sin embargo hablamos de dos o tres espacios como mucho. Eso ya marca una diferencia enorme.

Durante años hubo alguna galería puntual, después desaparecieron, y recién en los últimos tiempos aparecieron proyectos nuevos. Pero no es lo habitual. El arte, en Argentina, sigue muy concentrado en la Ciudad de Buenos Aires.

¿Eso tiene que ver con hábitos culturales en Argentina?

Sí, claramente. El hábito es que el arte se compra en la Ciudad de Buenos Aires. No digo que no haya arte en otras provincias: Rosario es una capital artística, Córdoba también, Tucumán y Salta lo son en menor escala. En la Patagonia casi nada. Pero el rock and roll del arte está en Buenos Aires.

¿Y cómo juega Argentina, y particularmente la Ciudad de Buenos Aires, en el mercado internacional del arte?

Tenemos artistas muy buenos, de un nivel fantástico. El problema es que estamos muy lejos territorialmente y es complejo salir al mundo. También es complejo que vengan a comprar. Eso nos juega en contra. En Europa, por ejemplo, pasás de un país a otro con mucha facilidad.

Acá hay una cantidad de trabas que hacen que todo sea más difícil. El valor de la obra, los requisitos, las explicaciones que hay que dar… todo eso a veces no es fácil. Adaptar el arte a las reglas del comercio internacional se sufre. Como cualquier cosa que uno hace, siempre hay un porcentaje de incomodidad y de esfuerzo extra para sacar las cosas adelante.

Entrando en un terreno más logístico, ¿qué implica transportar una obra de arte?

El cuidado empieza por el embalaje. A la hora del transporte, lo fundamental es que la obra esté en muy buenas condiciones, que tenga una caja o un envoltorio con todos los cuidados necesarios para que llegue a destino exactamente como salió.

Después está el tema del seguro. No siempre es necesario, pero sí se suele asegurar la carga cuando se traslada desde o hacia un museo, una fundación o alguna institución similar. En esos casos, hay que asignarle un valor que sea lo más cercano posible a la realidad. Generalmente, si una obra viaja es porque se vendió, y ese valor de venta es el que se toma como referencia.

Para María, lo que hay
Para María, lo que hay que tener en cuenta al momento del traslado "es que la obra esté en muy buenas condiciones, que tenga una caja o un envoltorio con todos los cuidados necesarios para que llegue a destino exactamente como salió" (Foto: Shutterstock)

¿Hay buenos profesionales en Argentina para la logística de arte?

Depende del tipo de traslado. En la Ciudad de Buenos Aires, muchas veces no necesitamos un sistema tan complejo. Si vendo una obra a un particular, suele ir en un flete de confianza, sin necesidad de seguros institucionales. Otra cosa es cuando una obra va a una de estas instituciones que mencionaba previamente: ahí sí hay protocolos, seguros, anclajes y un orden muy específico.

¿Cómo se gana tu confianza un flete?

Es alguien que ya me conoce, que está acostumbrado a transportar obra de arte. No quiero que la obra vaya mezclada con otras cosas. El flete tiene que estar vacío, la obra bien amarrada, y si es grande, va con una persona extra para maniobrar con tranquilidad. Tiene que haber mucha confianza en ese vínculo.

¿Y cuando hay que cruzar fronteras?

Ahí hay que hacer todos los trámites de comercio internacional. Por suerte, hoy muchos de esos trámites se hacen de manera digital y están más simplificados. La obra viaja con la documentación correspondiente y eso facilita bastante el proceso.

¿De dónde nace tu vínculo con el arte?

Desde siempre. No puedo identificar un momento en el que no haya habido conexión. Siempre me pareció que el orgullo de una casa era tener arte, no muebles. Los muebles me resultan intrascendentes. En cambio, el arte habla de identidad, de quién sos, sin decirlo explícitamente. Yo entro a una casa y miro las paredes. Las paredes dicen mucho de las personas que viven ahí. Para mi, una casa sin arte no tiene mucho sentido.

¿Creés que el mercado del arte crece?

Es dificilísimo que se mueva solo. El mercado lo mueve la insistencia, las ferias, los museos, las muestras. Es un conjunto de acciones que hace que más gente se anime. Que alguien diga: este año me voy a comprar un cuadro. Y después otro. Y así se va encontrando en las decisiones que toma.

¿Qué mensaje te gustaría dejarle a alguien que nunca compró arte?

Animarse. Muchas personas no compran arte porque no saben cómo adjudicarle valor. Se quedan atrapadas en si es caro o barato. Pero al arte se le exige algo que no se le exige a otras cosas. Si una obra te pasa algo, te da alegría, energía, vida, y la podés pagar, no deberías preguntarle a nadie si vale la pena.

¿Por qué le pedimos tanto más a una obra de arte que al resto de las cosas? Es ignorancia. La experiencia debería ser simple: me gusta, me pasa algo con esto, lo puedo pagar, lo compro. Esa está ahí. Y con eso alcanza.