
“No hay que esperar a que todo esté perfecto, porque nunca lo va a estar. Hay que animarse y meterse”, sostiene Augusto, convencido de que hoy existen grandes oportunidades para desarrollarse en comercio exterior, tanto en la importación como en la exportación.
Desde tu experiencia, ¿cómo viviste la evolución del comercio exterior en Argentina en los últimos años?
Estoy en este rubro hace más de 17 años, así que he visto de todo. El comercio exterior tuvo muchos avances, pero también vivimos la pandemia, que golpeó a todos. Por ejemplo, un flete internacional antes de la crisis sanitaria salía unos 2.000 dólares y durante la pandemia mis clientes llegaron a pagar hasta 15.000 o 17.000. Hoy se va normalizando, pero todavía quedaron caros.
Más allá de eso, las digitalizaciones y desregulaciones que se implementaron ayudan a un comercio exterior más ágil, que es lo que se necesita. Veníamos muy quedados, pero creo que vamos camino a una normalización. Siempre habrá alguien que se sienta afectado, pero con el acompañamiento de un grupo logístico y un despachante idóneo, se puede seguir adelante. Yo trato de ver el lado positivo: hoy hay un buen panorama y un buen futuro. Quizás cuesta entenderlo en el día a día, pero en un año vamos a mirar atrás y ver que fue para bien.
Vos trabajás con distintos rubros. ¿En qué industrias percibís más cambios o impactos en los últimos años?
Algunos sectores han sufrido más que otros. El textil, por ejemplo, está muy golpeado. En algunos casos pasa que fabricar un producto localmente cuesta más caro que importarlo. Eso afecta a los fabricantes y a sus empleados, pero también hay que pensar en el consumidor. Es una situación difícil.
Lo positivo hoy es que las reglas están claras, entonces se pueden tomar decisiones. Algunos clientes importan ciertas partes y fabrican otras. Dejaron de hacer lo que no les convenía, pero siguen fuertes en lo que hacen bien. La clave está en buscar un equilibrio para cumplir con el mercado y sostener la relación con el cliente.
¿Qué cambios viste en relación a los avances de la digitalización?
Hubo trámites que se digitalizaron mucho, sobre todo en organismos de terceros. Antes había que ir personalmente, insistir, esperar. Hoy se hace de forma online y aunque tarde un mes, sabés que en un mes está. Eso es positivo.
En lo aduanero, en cambio, lo veo difícil. Y me parece bien que siga siendo más analógico, porque se trata de controlar y cuidar a la Nación. No todo puede automatizarse.

¿A qué te referís puntualmente?
A estar físicamente presentes. La Aduana constata lo que declaramos: papeles, cantidades, valores, y también verifica la mercadería. Digitalizar eso sería arriesgado. Nosotros, como despachantes, somos auxiliares del control aduanero, y necesitamos estar ahí. A veces conocemos al cliente, otras veces es nuevo, y si hay algo mal declarado, también somos responsables. Por eso prefiero seguir viendo las cargas y quedarme tranquilo.
¿Creés que la inteligencia artificial podría aplicarse en este ámbito?
Lo veo muy lejano. Quizás en 20 años, no sé. Pero hoy no me imagino a un importador dejando en manos de una inteligencia artificial la clasificación y oficialización de su importación. Cuando se cuenta con un profesional responsable, si hay un error, se sabe a quién reclamar.
Yo no dudo que la inteligencia artificial se use en muchos rubros, pero en el nuestro, por ahora, no lo veo cercano.
¿Qué consejo le darías a alguien que está por hacer su primera importación o exportación?
El mensaje es claro: aprovechá este momento. Hoy hay aire, posibilidades, transparencia. Es el momento para conocer, intentar, arriesgarse.
Siempre digo: “el que no arriesga, no gana”. Si no lo hacés vos, lo hará otro. Hay que inscribirse, hablar con proveedores, pedir cotizaciones, pelear precios. Desde la comodidad no se crece. Se crece desde la responsabilidad. Si tenés las herramientas —la posibilidad económica, el mercado donde vender—, hacelo. Ahora es un buen momento para meterse.
¿También es un buen momento para exportar?
Sí. Hoy la diferencia entre el dólar oficial y el no oficial es baja, menos del 10%. Eso hace que sea viable exportar. Además, está creciendo mucho la exportación de servicios y software. Hay que perder el miedo y tener confianza. Exportar no solo lo beneficia a uno, también le hace bien al país. Quizás los resultados tarden en reflejarse, pero es el camino para crecer.
¿Te gustaría dejar algún mensaje final?
Lo que más me gusta es incentivar a quienes están en duda. Si tenés la posibilidad económica y el mercado, hacelo. El comercio exterior no es tan engorroso como parece. Y este es el momento: no hay que esperar a que todo esté perfecto, porque nunca lo va a estar. Hay que animarse y meterse.
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