
La logística internacional, la infraestructura ferroviaria y la calificación técnica son factores que Miguel señala como centrales para el desarrollo del sector metalúrgico. “La industria debe enfocarse en mejorar su productividad y eficiencia para mantenerse vigente”, afirma al analizar cómo impacta la apertura comercial en la industria nacional.
¿Cuál es el vínculo que existe entre la industria metalúrgica, la logística y el comercio exterior?
La industria metalúrgica depende en gran medida del comercio exterior para garantizar su abastecimiento y mantenerse competitiva. Por la naturaleza de los productos que utiliza, debe importar insumos específicos de diversos orígenes, lo que implica operar en un entorno logístico global complejo. Las distancias, los tiempos de entrega prolongados y las variaciones en la disponibilidad de transporte inciden directamente en la planificación y en la eficiencia operativa.
En ese contexto, la gestión de inventarios y la logística internacional se vuelven componentes estratégicos. La necesidad de optimizar el capital de trabajo obliga a tomar decisiones ajustadas a escenarios variables e inciertos, en un país donde prever la demanda a mediano plazo es muy difícil. Sumado a eso, la falta de escala y poder de negociación frente a proveedores internacionales agrega una capa de complejidad que exige un esfuerzo permanente de coordinación y eficiencia.
¿Cómo impacta la apertura de importaciones y la baja de aranceles en ese contexto?
La apertura de importaciones y la baja de aranceles han generado un cambio de paradigma para el sector industrial argentino. Si bien permiten el ingreso de bienes de capital y componentes a menor costo, también exigen una mayor competitividad por parte de la industria local, que debe adaptarse rápidamente para no perder terreno frente a productos del exterior.
Este nuevo escenario obliga a repensar estrategias de producción y abastecimiento. La industria debe enfocarse en mejorar su productividad y eficiencia para mantenerse vigente. La apertura, por sí sola, no implica una amenaza si se acompaña de políticas que equilibren los costos internos y generen condiciones de competencia justas.
¿Qué herramientas de gestión cobran relevancia en este nuevo escenario?
En un entorno de mayor competencia y menor margen de error, la planificación estratégica, el control de costos y la mejora continua se vuelven herramientas clave. Las empresas necesitan invertir en tecnología, reorganizar procesos y, sobre todo, fortalecer las capacidades del capital humano.
En este sentido, la formación técnica cobra un rol central. Es necesario reforzar habilidades básicas y adaptarse a las nuevas demandas del mercado. La baja calificación técnica es una barrera concreta para muchas industrias, y superarla requiere esfuerzos sostenidos de capacitación y actualización. La eficiencia, antes opacada por entornos inflacionarios, hoy se convierte en una condición imprescindible para la sostenibilidad.

¿Cómo influye la infraestructura logística en la competitividad del país?
El caso de los trenes es un ejemplo claro. Argentina llegó a tener más de 44.000 kilómetros de vías ferroviarias, hoy quedan operativos menos de 10.000. Eso encarece el transporte de productos, sobre todo para las pymes agropecuarias del interior, que hoy dependen del transporte terrestre, mucho más costoso.
El sector privado está invirtiendo en infraestructura, porque entiende que los rieles de alta calidad permiten mayor frecuencia de trenes y menor mantenimiento. Pero se necesita una política nacional para reactivar la red ferroviaria. Recuperar esas líneas es clave para bajar los costos logísticos, mejorar las exportaciones y potenciar la competitividad del país.
¿Qué expectativas tenés sobre el rumbo económico de Argentina y su industria?
El escenario económico actual presenta signos de transición. Si bien se han dado pasos que buscan estabilizar variables clave, aún queda un camino largo por recorrer para consolidar un modelo de crecimiento sostenible. La coordinación entre políticas económicas, productivas y sociales será clave para avanzar en esa dirección.
Argentina tiene recursos, talento y capacidad industrial. Pero para que ese potencial se traduzca en desarrollo, se necesita previsibilidad, reglas claras y consenso político. Las reformas estructurales no se imponen de un día para otro, requieren tiempo, voluntad y un horizonte compartido. Hay razones para tener esperanza, siempre y cuando se logre sostener una visión de país a largo plazo.
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