
Los españoles tenían la firme idea de que en el territorio que hoy es considerado México, había una grande fortuna en oro, piedras y piezas que consideraban extrañas pero preciosas.
Cuando Moctezuma supo esto, con el fin de hacer entender a los “visitantes” que tomaba en paz su llegada, envió el llamado “quinto real”, el cual lejos de ser una forma de mostrarles que eran bien recibidos por el pueblo, los conquistadores lo vieron como una muestra de lo que el emperador seguramente guardaba en sus palacios.
El quinto real, según registró el cronista Francisco López de Gomara en La conquista de México, contenía ruedas de oro y plata; collares de oro, llenos de rubíes, esmeraldas y perlas; granos de oro; un brazalete de oro; arpones con oro y plumas de muchos colores; figuras de animales en oro, un espejo decorado con oro, coronas de plumas, penachos decorados con todo tipo de joyas.

Además de las decenas de cosas que les dieron con el metal precioso, los mexicas también les ofrecieron mantas, alfombras de algodón, ropa y plumajes. Todo esto fue enviado directamente a la Corona Española.
Cuando los españoles finalmente llegaron a Tenochtitlán y fueron recibidos por Moctezuma, el tlatoani les ofreció quedarse en las habitaciones de uno de los grandes palacios que le pertenecían.
Los conquistadores no estaban seguros del lugar en donde estaban ni lo que el gobernante pensaba de su presencia, pero comprendieron que Moctezuma les permitió descansar en parte de la herencia de su padre, en el Palacio Axayácatl, que perteneció el primer Moctezuma.

Ahí, mientras descansaban, se dieron cuenta de que el gobernador poseía grandes cantidades de oro, piedras preciosas y accesorios extravagantes, de hecho, Bernal Díaz del Castillo, uno de los cronistas, aseguró que el tlatoani le regaló a Hernán Cortés una gran collar de oro, similar al que él portaba.
Habrían sido precisamente esas joyas la primeras que las tropas de Cortés pensaron que ese era el gran tesoro que estaban seguros que ocultaba Moctezuma.
Según Díaz del Castillo, por coincidencia, encontraron parte de lo que buscaban, pues uno de los integrantes de la tripulación se dio cuenta de que en la habitación en la que estaban había rastros de una puerta, la cual abrieron en secreto.

Todos estaban sorprendidos de lo que vieron pues, según relató Bernal, nunca antes habían estado ante tanta riqueza. Fueron juntando todo para llevárselo a España. Llevaron a orfebres que se encargaron de separar el oro, pues fundieron este metal, el cual Cortés después repartió entre él, sus hombres y la Corona Real de España.
Según la Visión de los vencidos, la sala en donde fue encontrado este tesoro se llamaba Teucalco, ahí dentro había todo tipo de artículos que consideraban preciosos: escudos, discos de oro, diademas del mismo material, artefactos hechos tejidos con plumas, así como travesaños.
Teucalco sí era una de las recámaras en las que el tlatoani guardó algunas joyas, pero en realidad no eran suyas, sino de su padre, pues Moctezuma vivía en su propio palacio, en las Casas Nuevas.

Según los relatos de los mexicas, los españoles habrían quitado todos los escudos de oro que fueron encontrando por las paredes del palacio, los juntaron e hicieron una “gran bola”, a todo lo demás, por muy extravagante que fuera -como las plumas de quetzal- lo quemaron.
Lo que no pudo reducirse a cenizas, como las piedras preciosas, se las habrían repartidos los tlaxcaltecas.
El tesoro de Totocalco, la sala donde Moctezuma guardaba sus joyas
Después de haber tomado todo lo que encontraron en el Palacio de Axayácatl, los españoles fueron a Totocalco, el almacenamiento del emperador.
Ahí, nuevamente se sorprendieron de cuántas cosas preciosas había e hicieron lo mismo que en Teucalco. En este lugar encontraron collares de piedras preciosas; pulseras, coronas, anillos y un sin fin más de accesorios de oro.
¿Dónde está el tesoro de Moctezuma?

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) señaló que todo el oro encontrado en los palacios de Tenochtitlán fue fundido por los españoles, el cual llevarían a su país.
No obstante, con la muerte de Moctezuma, Cuauhtémoc habría intentado ocultar el motín que supuestamente habría sido enterrado. En 1981 se encontró en la Alameda de la Ciudad de México una barra de oro, la cual se confirmó que fue parte del tesoro del emperador, pero se desconoce en dónde se encuentra el resto del metal precioso.
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