Contabilidad mental: cuando la mente lleva a malas decisiones financieras

Los criterios que usamos para decidir cómo realizar nuestros gastos y tomar decisiones es algo que hacemos de forma inconsciente en diversas ocasiones pero que tienen un efecto poderoso en nuestra vida financiera para beneficiarnos o afectarnos

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Claudine Moya Ponce, académica de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana (Infobae)
Claudine Moya Ponce, académica de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana (Infobae)

Para poder entrar en materia, le invito a responder estas breves preguntas. No lo piense mucho, responda lo primero que le venga en mente y trate de evitar el “depende”.

1. Si usted tuviera dinero en su AFORE o en una cuenta de inversión, indique cuál de las siguientes dos situaciones le generaría una emoción más intensa:

a. perder $5,000

b. ganar $5,000

Imagen de archivo. El Banco Central de México (Banco de México) pone en circulación una moneda de veinte pesos que conmemora el centenario de la llegada de los menonitas al país, en esta ilustración tomada el 9 de agosto de 2022. REUTERS/ Henry Romero
Imagen de archivo. El Banco Central de México (Banco de México) pone en circulación una moneda de veinte pesos que conmemora el centenario de la llegada de los menonitas al país, en esta ilustración tomada el 9 de agosto de 2022. REUTERS/ Henry Romero

2. Si usted recibe dinero extra, por ejemplo, un bono por puntualidad/productividad o un premio en la lotería, usted:

a. se da gusto comprando esa pantalla, vestido, etc., que tenía tiempo queriendo comprar

b. lo integra a sus ingresos disponibles y lo utiliza para lo necesario

Si seleccionó al menos una vez la opción (a), entonces usted ha sido víctima de su Contabilidad mental. Si no eligió la opción (a), aún sí, no está exento a caer en los errores que enseguida comento, pues la contabilidad mental es un recurso de la mente, producto de nuestra evolución.

Vale pena conocer qué es la Contabilidad mental, para así estar alerta y minimizar sus potenciales efectos negativos.

Richard H. Thaler, premio Nobel de Economía 2017, define la Contabilidad mental como un conjunto de operaciones o procesos mentales que las personas utilizan para organizar, evaluar dar seguimiento sus actividades financieras. Dicho de otra forma, son patrones, reglas o criterios que usamos para decidir cómo clasificar nuestro dinero, seguirles la pista a nuestros gastos y tomar decisiones.

Toma un plan de acción para evitar los gastos hormiga y ahorrar para el futuro.
Toma un plan de acción para evitar los gastos hormiga y ahorrar para el futuro.

Un ejemplo de lo anterior, es etiquetar nuestro dinero como “para la renta”, “para la comida”, “para el transporte”; o como “para los gastos del mes”, “para metas del año”, “ahorro para metas de más de un año”. Se le llama “Contabilidad”, porque se etiquetan o clasifican recursos y gastos, de manera similar a como se hace con la contabilidad de una empresa.

Lo anterior no tiene nada de malo si se hace correctamente, pues es la manera más sencilla de saber en qué gastas y cuándo. De hecho, al hacer un presupuesto, se etiquetan los ingresos como recurrentes o no recurrentes, y a los gastos como necesarios y no necesarios. El problema inicia cuando esos patrones, reglas o criterios son erróneos o están viciados por reacciones emocionales y errores de percepción. Ello puede llevarnos a tomar malas decisiones financieras, porque, como se mencionó antes, es sobre dichas normas o patrones que decidimos en qué, cuánto y cuándo gastar o ahorrar.

Hay muchas formas en que la Contabilidad mental puede manifestarse y crearnos problemas. Esta vez me centraré sólo en dos: la edición hedónica y contabilidad de ingresos. Si bien estos términos suenan muy técnicos, son fáciles de entender con ejemplos. Lo importante aquí, es que usted sepa identificarlos en sus decisiones financieras y saber cómo evitarlos.

AGUILAR /CUARTOSCURO
AGUILAR /CUARTOSCURO

Edición hedónica

Si en la primera pregunta, al inicio de este texto, usted respondió que perder $5,000 le genera una emoción más intensa que ganar la misma cantidad, es porque, de manera natural, los seres humanos tenemos aversión a la pérdida en mayor o menor grado. La forma más común de edición hedónica es “doramos la píldora” para que la “pérdida” o las malas experiencias nos duelan menos. Ejemplo de ello es combinar pérdidas con una ganancia importante; es decir “perdí en A”, pero se compensa con que “gané en B”. Una forma sana de hacerlo es ver el lado positivo de cada situación o enfocarse en la lección aprendida; la forma nada sana de lidiar con ello, es regalarnos cosas cuando hemos tenido un mal día o pasamos por una mala racha. De ahí que “ningún psicólogo pueda explicar el poder curativo de un vestido/reloj nuevo”.

Otra forma de edición hedónica es integrar (juntar) las “pérdidas”. Las personas víctimas de su Contabilidad mental, suelen etiquetar los gastos como “perdidas”, por ello, les resulta desagradable, incluso angustiante, llevar un control de gastos. Simplemente no quieren saber de ello. Prefieren sólo enterarse de cuánto es el total a pagar en la tarjeta pues, para ellos, más vale un único “susto” fuerte, que varios sustitos de manera cotidiana. Por ello, suelen “aliviarse” con saber si les alcanza para pagar o si queda dinero “suficiente” después de hacer el pago. El problema de etiquetar gastos como “perdidas”, es que la aversión natural a perder, evita que realicen verdadero un análisis y control de sus gastos; ello deriva en tener finanzas vulnerables.

Foto: (Archivo)
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¿Qué hacer con la edición hedónica?

Lo primero es dejar de etiquetar los gastos como “pérdidas”. Los gastos deben ser vistos como medios para la satisfacción de necesidades; gastamos porque necesitamos comer, vestir, transportarnos, educarnos, etc. Al programar un gasto en su presupuesto, e incluso cuando esté a punto de hacer uno no programado, recuerde qué necesidad está buscando satisfacer. Si es básica (los gustitos no son necesidad básica), adelante; si no lo es, recuerde qué proyecto o meta está mermando. Defina sus prioridades.

Si usted siente incomodidad al ver sus gastos, muy probablemente es porque sabe que gastó de más o en cosas no necesarias. La solución a ello: elaborar un presupuesto donde programe sus gastos, incluyendo esos gustos o extras, para que pueda dárselos sin remordimiento.

Lo segundo que debe hacerse para lidiar con la edición hedónica, es aprender a asumir los errores, pérdidas o fracasos, por lo que son y no querer taparlos con gastos superfluos. Aún con el vestido o reloj nuevo, por muy bien que nos haga sentir, esa satisfacción es pasajera; en cambio, el problema que causó la pérdida, persiste. Si además ese vestido o reloj nos acarrea problemas financieros, ahora tendremos un problema más que resolver.

Foto: (Archivo)
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La contabilidad de ingresos

Esta forma de Contabilidad mental consiste en etiquetar los ingresos recurrentes (sueldos, cobro de facturas) como “dinero para cosas importantes” y los ingresos inesperados o extra como “dinero para lo extra”. Es decir, los ingresos por nuestro sueldo o que cobramos a nuestros clientes los destinamos para nuestros gastos necesarios (comida, vestido, transporte, etc.). En cambio, el dinero que recibimos de bonos de productividad, fondo de ahorro, herencia, premio de lotería, e incluso un pedido no esperado de parte de un cliente, lo gastamos -como si no hubiese un mañana- en cosas superfluas.

Si usted cree que no ha caído en esta forma de Contabilidad mental, haga recuento de cuántas veces ha ahorrado o invertido ese dinero extra en cosas útiles o duraderas (mejorar la vivienda, pagar deudas, hacer compras por mayoreo, ahorrar para la educación propia o de los hijos). Si no recuerda en qué lo gastó, muy probablemente es porque fueron cosas cuya satisfacción o beneficio suele ser de corto plazo, al grado que ya las olvidó. Lo duradero y significativo no se olvida.

Como he mencionado en artículos anteriores, el dinero está para gastarse, pero no todo de una vez. Debe hacerse conforme a una planeación de gastos que: (1) privilegie la satisfacción de verdaderas necesidades y el pago de deudas, (2) destine dinero a una cuenta de ahorro, cuyo fin sea cumplir metas de mediano y largo plazo; (3) contemple gustos sólo cuando los puntos 1 y 2 estén satisfechos. Al etiquetar (destinar) el dinero extra “para lo extra”, dejamos de atender necesidades y deudas, y retrasamos o cancelamos proyectos que nos generarán mayor satisfacción en intensidad y tiempo. Insisto: no se trata de prohibirse cosas, se trata permitirse todo, pero en el momento y frecuencia adecuada, según un plan financiero, alias, presupuesto.

¿Qué hacer para evitar la contabilidad de ingresos? Dejar de etiquetar el dinero. Dinero es dinero; es irrelevante si proviene de un ingreso recurrente o de uno extra. Por ello, en el Presupuesto, los ingresos o recursos recibidos se listan en las Entradas y se totalizan como “Disponible”, precisamente para evitar etiquetarlos de manera errónea. Es sobre ese “Disponible” que se decide en qué gastar y cuándo. Separar los ingresos recurrentes “para lo necesario” y los ingresos extra “para lo extra”, equivale a llevar dos contabilidades. ¿Puede usted permitirse llevar dos contabilidades? ¿Sus ingresos son tan bastos como para poder tener una segunda contabilidad donde gaste dichos recursos sin freno?

Como mencioné anteriormente, la Contabilidad mental se manifiesta de muchas formas; aquí sólo incluí dos de ellas. La clave para evitar caer en los errores que menciono arriba, es ver al dinero por lo que es y no asignarle etiquetas que no le corresponden. Los gastos no son pérdidas y los ingresos extra no son para lo extra. Los ingresos extra son parte de los recursos disponibles, que se gastan para satisfacer necesidades conforme a un plan financiero que incluya, en la medida de lo posible, esos pequeños gustos que todos merecemos darnos como parte del disfrute de nuestro trabajo.

Fuentes bibliográficas

Thaler, R. H. (1999). Mental accounting matters. Journal of Behavioral decision making, 12(3), 183- 206.

Soman, D. (2004). Framing, loss aversion, and mental accounting. Blackwell handbook of judgment and decision making, 379-398.