Cada año, millones de aves emprenden un viaje de miles de kilómetros hacia el sur como parte de su migración anual de invierno.
Este fenómeno es de tal magnitud que resulta difícil de imaginar, pero una nueva investigación ofrece una perspectiva única sobre la vida de estas criaturas en su trayecto.
Basada en más de medio millón de registros de cinco sitios de migración en el noreste de Estados Unidos y la región de los Grandes Lagos, la investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences ahonda en el tipo de relaciones que las aves establecen durante el viaje migratorio.
¿Qué encontraron?
Durante su viaje las aves migratorias no sólo se detienen al azar, sino que siguen patrones consistentes y predecibles. Por ejemplo, cada primavera, los petirrojos americanos, las reinita magnolia y la reinita de costados castaños suelen aparecer juntos en los mismos puntos. Algo similar ocurre en otoño con los gorriones de garganta blanca, los reyezuelos coronil rojos y las reinitas de rabadilla amarilla.
“Observar la migración es complicado; seguir a los animales en sus rutas es todo un desafío”, comenta Emily Cohen, bióloga de migración en la Universidad de Maryland y coautora del estudio. “En los océanos, tienes peces y mamíferos marinos que siguen las mismas corrientes, y en el aire, insectos, aves y murciélagos de distintas especies comparten el espacio. Parece lógico pensar que estas interacciones podrían ser intencionales”, agregó.
La investigación no determina si estas relaciones son amistosas o tensas. Simplemente muestra qué especies aparecen juntas y cuáles tienden a evitarse. Joely DeSimone, autora principal del estudio, explica: “No podemos decir si estas relaciones son positivas o negativas. Quizás algunas aves se persiguen mutuamente hacia la red de captura, o puede que se trate de interacciones agresivas”.
Aun así, el estudio encontró que las aves de distintas especies tienden a coincidir más de lo que muestran signos de evitación. De hecho, solo dos especies, la reinita americana y el reyezuelo coronirrojo, parecían evitarse intencionadamente, aunque la causa aún no está clara.
El hallazgo desconcertó a los científicos, especialmente entre especies con hábitos alimenticios similares. “Esperábamos ver competencia entre especies que buscan el mismo tipo de alimento”, explica DeSimone. Sin embargo, ver a tantas especies juntas y de forma consistente sugiere que el beneficio de estar en grupo podría superar la competencia.
Al llegar agotadas después de largos vuelos las aves se encuentran en hábitats desconocidos, necesitadas de comida y descanso. La presencia de otras aves con comportamientos de búsqueda similares puede indicarles dónde encontrar las mejores fuentes de alimento, facilitando su recuperación para continuar el viaje.
El siguiente paso de los investigadores es determinar la naturaleza exacta de estas conexiones entre especies y comprender su impacto en los ecosistemas, especialmente en el contexto de los cambios ambientales que afectan las migraciones.
“Lo fascinante de este estudio es que aborda la migración a gran escala, abarcando numerosas especies”, comenta Janet Ng, bióloga de vida silvestre en Environment and Climate Change Canadá, quien también investiga redes sociales en aves.
Ng pone como ejemplo el caso de un par de pájaros playeros semi palmeados observados juntos en una playa de Massachusetts. Ambos habían sido anillados al mismo tiempo dos años antes en Canadá, lo que plantea la posibilidad de que mantengan vínculos a través de los ciclos migratorios. “Dos años después, estas aves seguían juntas. Eso nos hace pensar en la fuerza de estas relaciones”, reflexiona Ng.
La investigación plantea una pregunta fascinante: ¿los pájaros también tienen “amigos” de viaje con los que se reencuentran cada año? Estos hallazgos abren nuevas interrogantes sobre la complejidad de la migración y sugieren que las aves podrían estar formando redes sociales con beneficios potenciales para su supervivencia en su viaje épico.
Más de 20 años de estudio
En este estudio, los científicos recopilaron datos a lo largo de 23 años sobre 50 especies de aves canoras, creando un “mapa social” para entender cómo se relacionan entre sí durante la migración.
Los hallazgos sugieren que estas conexiones entre especies podrían ser importantes para el ecosistema, aunque ahora están en riesgo debido al cambio climático y otras actividades humanas.
Durante años, los investigadores habían sospechado que algunas especies de aves podían estar conectadas en ciertos puntos de descanso durante su migración.
Para investigar esto, utilizan redes para capturar a las aves y les colocan pequeñas bandas en las patas para identificarlas. Con el tiempo, observaron que las mismas especies eran capturadas juntas en los mismos lugares y horarios, lo que indica que estas aves siguen patrones predecibles y podrían formar una red de conexiones entre especies.