Fotos de niños desnudos: todo el daño que se puede hacer creyendo que “no pasa nada”

En la novela “Fuera de lugar”, el escritor Martín Kohan plantea una situación cruda y dice que busca el contraste entre lo que pasa y lo que parece no estar pasando. Este artículo reproduce el newsletter “Leer por leer”, de la sección Leamos.

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Martín Kohan y su novela "Fuera de lugar".
Martín Kohan y su novela "Fuera de lugar".

Estuve de vacaciones en el norte argentino, dije tantas veces “qué hermoso” que creo que gasté la frase. Y, mientras tanto, pasaron cosas terribles.

Marcelo Corazza, ex Gran Hermano, fue acusado de corrupción de menores y de integrar una red de pornografía infantil. Y el joven Lucas Benvenuto dijo que el conductor Jey Mammon lo había abusado cuando era menor.

Los casos se desarrollaron: Corazza está detenido y Mammon fue apartado de su programa de televisión e hizo un descargo en el que dijo que no había abusado de nadie. El debate sigue.

¿Qué tiene que ver eso con un newsletter de literatura?

Bueno, a partir de esto me acordé de Fuera de lugar, una novela que escribió Martín Kohan en 2016 y en la que estos temas aparecen de una manera que hace pensar. Y en la que, seguramente sin querer, el escritor puso ahí algo propio de lo que me habló en una larga charla.

Las cosas empiezan cerca de la Cordillera de los Andes, en la Patagonia. “En las primeras fotos, las del invierno, aparecían solamente los nenitos”, cuenta la novela. Son nenes de un orfanato que maneja la Iglesia. Un cura los lleva al lugar donde van a sacarles fotos desnudos. Hace poco ha caído el comunismo, no hay Internet y esas imágenes se venden a Europa del Este.

En las primeras fotos, como dice el texto, los chicos están solos pero después aparecerá un hombre que posará con ellos. También desnudo. También como quien no quiere la cosa. Alguna vez jugará con una manguera, como una metáfora visual bastante explícita.

Pero nadie los toca. Hay deseo, producción del deseo, pero ¿los han abusado? Los protagonistas creen que si no hay contacto no hay daño. Ya hablaremos de eso.

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“Los chicos jugaban entre ellos, abstraídos, olvidados del entorno, ajenos a la situación y al propósito que pudiese tener lo que pasaba. Estaban como quien dice en su mundo. Y así se lograban las mejores fotos: las más solicitadas y las mejor pagas. Sin tener que apelar a trucos fáciles (cortinas entreabiertas, supuestas cerraduras, acercamientos telescópicos, cosas así), la imagen asumía por sí misma el tono misterioso del fisgoneo”, escribe Kohan.

Se entiende.

El fotógrafo va probando poses, combinaciones de personajes. El “como quien no quiere la cosa” es parte del asunto. De repente un juego ayuda:

“El de la guerra de las almohadas era un ejemplo cabal. A veces la jugaban arriba, en el dormitorio, subiendo a la cama o cayéndose, y a veces, si eran demasiados los nenes, entre los sillones del living. Lo cierto es que en esos casos los chicos rodaban y se revolvían y hasta se caían uno sobre el otro; imposible hacer todo eso sin al mismo tiempo revolearla, cederla, esconderla, mostrarla”.

No hace falta decir qué es lo que se revolea, lo que se muestra. Como en las imágenes, sin nombrar es más efectivo.

“La conexión moral-depravación es lo que me interesa, de modo que la moral lleva a la depravación” Martín Kohan

Hace años, Kohan me dijo que buscaba “generar un choque en la lectura entre lo que está pasando y lo que parecería no estar pasando”. Porque ellos creen que no pasa nada. “La conexión moral-depravación es lo que me interesa, de modo que la moral lleva a la depravación. Fijate qué tienen los tipos [los personajes de la novela] con el cura: lo detestan, porque lo ven pedófilo, porque los manosea”.

El cura entrega a los chicos “amorosamente”. Y los tranquiliza: les explica “que un cuerpito es una obra de Dios, que en los niños todo es inocencia (hasta los huevitos, hasta los pititos, hasta los culitos), que no existe indecencia si no hay mal pensamiento, que en el Edén todo era puro y no había por qué cubrirse”. Una delicia.

¿Y pasa algo durante esas sesiones?

“Cada foto parecía mostrar (es decir, mostraba) cosas que en realidad no habían ocurrido”, dice la novela. ¿Hay o no abuso?

Nadie va a reclamar por esos chicos, que son huérfanos. Pero habrá otro chico. Apretado por deudas que no lo dejan respirar, un tío lleva a su sobrino a participar. El nene —eso lo hace posible— no habla: sólo repite nombres de estaciones de tren. El nene es muy blanco: contrasta con los del orfanato y eso, ay, funciona.

El adulto —que suponemos que es muy hermoso— no mueve un dedo pero, cada tanto, estalla. Alguna vez le mancha el pecho a uno de los nenes. Ese estallido también funciona para las fotos. Es negocio.

¿Y los chicos? ¿Sufren?

Kohan me decía: “Un nene se agarra, otro no habla, el otro llora, el otro se mea encima. O sea, les están pasando muchísimas cosas y, al mismo tiempo, para ellos, no está pasando nada”.

No parecía una novela que tuviera que ver con este escritor que vive en Villa Crespo, plena ciudad de Buenos Aires, es profesor de Literatura en la Universidad y este año será el encargado de inaugurar la Feria del Libro porteña.

Martín Kohan, de niño, en una publicidad.
Martín Kohan, de niño, en una publicidad.

Pero, de repente, en algún recodo de la charla, Kohan me dijo que sólo quería tener la plata suficiente como para no pensar en plata y que la fama no le iba ni le venía. Que había sido modestamente famoso cuando era chico. ¿Cómo? Hacía publicidad para televisión. Como había sólo cuatro canales, su cara se repetía.

Nene-fotos: ya estamos más cerca del libro. Se lo hice notar: “Fuiste un chico fotografiado”.

Entonces se hizo un silencio breve, como si saltáramos un charquito. Y Martín Kohan me contó: “Te voy a confesar: a mí me sacaron fotos desnudo. Para una publicidad de discos. Con un disco que me tapaba, pero estaba desnudo. Tendría cuatro años. Trauma no me dejó, creo. Pero me parece que hubo algo ahí que en la novela está”.

La novela no tiene pudores pero tampoco obviedades. Leela y encontrarás algunas sorpresas. También dudas para quien tiene certezas: esas cosas hace la literatura.

Esto es lo que subrayé

1. “Los chicos desnudos parecían más desnudos al estar a la intemperie”.

2. “Tenerla al aire, en cambio, cobraba su sentido más cabal cuando estaban, en efecto, al aire: expuesta ante el cielo abierto, destacada por un rayo de sol implacable, batida por una ráfaga de viento seco y caliente, zarandeada a plena luz”.

3.”A Murano, a Marisa, a Lalo, les daba una explicación diferente, que él mismo se permitió definir como sociológica. Para los pibes de esa condición social, detalló sin hacer gestos, estar desnuditos era una cosa corriente, desde chicos los habituaban así, los prejuicios de las costumbres burguesas no debían aplicarse para estos casos, hermanitos y hermanitas andaban usualmente en pelotas, y aun los adultos podían hacer sus necesidades sin el prurito de cerrar la puerta del baño, o se lavaban bajo un chorro de agua fresca y salían a secarse al patio con una toalla en hilachas que cargaban colgando de un hombro”.

4. “Otra vez, no se sabe de dónde, apareció un caballo manso. Los chicos lo montaron a pelo, sin temor de raspaduras (y de a tres, es decir, apretados); esas fotos reportaron fortunas. Los chicos sobre el caballo gustaron tanto como subiendo al caballo, sí o sí con ayuda de otro, o como bajando del caballo, medio cayendo y medio flotando. Hay una cosa que es completamente obvia, pero que por ser obvia no se percibe: la desnudez de los animales. En estas fotos, y era su mérito, resaltaba por demás”.

5. “En eso andaba cuando la propuesta llegó: había compradores en el Este dispuestos a pagar más que bien por fotos en las que aparecieran nenitos. ¿Lolitas de doce o trece? No, no, lolitas no. Nenitas no: nenitos. Varoncitos. Y de once, o de diez, o de nueve. O de ocho”.

El escritor Martín Kohan.
El escritor Martín Kohan.

6. “Murano en estos debates no se metía nunca. Probablemente porque adivinaba en Marisa esa apenas encubierta intención de fastidiar a Lalo por puro gusto nomás. Pero también, en alguna medida, para poner en evidencia que él no se ocupaba de ninguna otra cosa que de fotografiar a nenes perfectamente intocados. Dejarlos jugar y tomarles fotos, eso era todo. La aberración de los manoseos procaces, el escándalo de los sobamientos infames, nada tenían que ver con él: ni con él ni con su labor. Si eran cosas de Magallán, allá él con su conciencia sucia”.

7. “Murano se abocó primero al destierro de toda inocencia. A continuación razonó al revés, y buscó la inocencia por sobre todo. Sólo después, y por Marisa, entendió que no tenía que elegir entre una cosa y la otra, sino reunirlas, conjugarlas, mezclarlas, superponerlas. La pista de una mala intención, pero en un nene. La visión de un nene callado, pero que la tiene grande. Con una mano cerrada se frota los ojos: tiene sueño; con la otra se la agarra: como si fuese a apuntar. Le presta atención (se la mira), o se olvida por completo (la deja apretarse contra una cortina espesa). Miente (se agacha) o dice la verdad (se estira). Se quiere negar (ofrece la espaldita, los hombros, las nalgas, los talones), y es cuando más se afirma. Está desnudito y solo: es absoluto. O bien tiene alguna cosa cerca (un calzoncillo, pero en la mano; una pelota que no va a patear; un vaso de leche que le han ofrecido) para recordar que el mundo existe”.

8. “Unas pocas veces, al principio sobre todo, algunos rompían a llorar, no supieron si por enojo o por susto, pero no era nada que Marisa no lograra calmar casi al instante, con esos gestos de contención maternal que a esos chicos, tan hechos al consuelo dispensado por sacerdotes, evidentemente les había faltado en sus vidas”.

Esta nota reproduce la última entrega del newsletter “Leer por leer”, que se entrega los jueves cerca del mediodía. Para recibirlo hay que anotarse antes, siguiente este vínculo.

Quién es Martín Kohan

♦ Nació en Buenos Aires en 1967.

♦ Es escritor y docente universitario.

♦ Entre otras novelas escribió Dos veces junio, El informe, Ciencias morales y Museo de la Revolución. Entre otros ensayos, Narrar a San Martín, El país de la guerra, La vanguardia permanente y ¿Hola?. Réquiem para el teléfono.

♦ En 2007 ganó el Premio Herralde de Novela por Ciencias morales.

♦ Sus libros se pueden adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá.

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