“El fin del amor”: la historia real y las ideas detrás de la serie que protagoniza Lali Espósito

El ensayo de la escritora argentina Tamara Tenenbaum explora y debate sobre el amor romántico, el deseo, la libertad y los vínculos hoy. Y cuenta con sus experiencias de vida en la comunidad judía ortodoxa. La producción es una de las diez más vistas en veintiún países a días de su estreno.

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La serie "El fin del amor" y el libro en el que se basa.
La serie "El fin del amor" y el libro en el que se basa.

En menos de veinticuatro horas El fin del amor, la serie basada en el libro homónimo de la escritora y filósofa argentina Tamara Tenenbaum y protagonizada por Lali Espósito, lideró el top diez de lo más visto en Argentina en la plataforma de streaming Prime Video. También, en menos de veinticuatro horas, los cuestionamientos al amor romántico, las reflexiones sobre los vínculos en la era de las aplicaciones de citas, la libertad, la diversidad y los debates sobre la maternidad fueron -y son- los temas sobre los que nos interesa mirar.

La comedia dramática está dirigida por la española Leticia Dolera, con guiones de Érika Halvorsen y Tenenbaum y actúan Verónica Llinás, Mariana Genesio Peña, Vera Spinetta, Mike Amigorena, Lorena Vega, Julieta Giménez Zapiola, Alejandro Tantanian, Andrés Gil y Candela Vetrano, entre otros. El éxito no quedó ahí: a una semana de su estreno, se posicionó entre una de las diez series más vistas en veintiún países.

El ensayo El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI (Ariel) se publicó en 2019 y se convirtió rápidamente en un suceso editorial. El fenómeno fue tal que ya lleva vendidos más de 35 mil ejemplares en nueve ediciones en Argentina y dos ediciones en España. El libro de Tenenbaum llegó en plena efervescencia feminista. La voz de las mujeres, las disidencias y las diversidades se hacían escuchar en las calles para luchar por sus derechos. Así, El fin del amor llegó para inscribirse en una conversación que hoy retoma la serie.

Replantearse los vínculos y los afectos lejos de la competencia, cerca de la sororidad y de la solidaridad, cuestionar los mandatos del matrimonio y la maternidad, como también los que caen sobre los varones. ¿Por qué en tiempos de feminismos seguimos persiguiendo el amor romántico que plantea Romeo y Julieta? ¿Qué pasa cuando la comodidad de la certidumbre ya no es cómoda? ¿Y cuando decidimos “desviarnos de lo normal”? Esta vez, los ojos de la industria audiovisual se posaron en la historia personal de Tenenbaum que decidió transitar un camino fuera de las estrictas normas del judaísmo ortodoxo en que se crió para encontrarse con otras normas igual de numerosas en el mundo laico desde su adolescencia.

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Podría decirse que El fin del amor se inserta en un extenso diálogo de escritoras que supieron “hablar” desde sus historias personales para generar cambios en un terreno real, cotidiano y dar paso a pensar nuevas posibilidades (aunque sea doloroso y difícil). En esta tradición podrían inscribirse Virginia Woolf, Laurie Penny, Virginie Despentes, Remedios Zafra y la lista sigue. En la serie hay diálogos y planos que giran en torno a otras lecturas y a esta idea de construcción colectiva.

Así, vemos en pantalla grande y a nivel global cómo Lali (o Tamara) le presta a un joven vecino Contrapedagogías de la crueldad, de la antropóloga y activista feminista argentina Rita Segato o sale del baño con La promesa de la felicidad: una crítica cultural al imperativo de la alegría, de la académica británica-australiana Sara Ahmed, en cuyos estudios conviven la teoría feminista, la queer, la crítica de la raza y el postcolonialismo. “Vamos a intentarlo”, propone Tenenbaum en el libro y sigue: “Es lógico que dé miedo. Aun así, vamos a construir formas de comunidad en la que nuestros afectos puedan existir con libertad”. Y estas lecturas e influencias recorren tanto la serie como el libro.

El corsé de la norma

No es la primera vez que nos atrapa una serie que cuestiona los mandatos, cualquiera sea su tipo. Basta recordar que, cuando apenas aprendíamos a ponernos el barbijo y desinfectar los alimentos hasta la obsesión, descubrimos la serie Poco Ortodoxa, también basada en un libro, que recorre la historia de una joven que deja una comunidad judía muy estricta en Nueva York en pleno siglo XXI. Esos “corsé” físicos, espirituales, emocionales y culturales que elige desafiar Esty, son los mismos que elige dejar Tamara. Primero, el que tuvo que usar por una enfermedad en su espalda, luego el que estructura la vida en sociedad. Romper con la comodidad da miedo, pero también se saborea la libertad.

Pero la reflexión que guía el relato es lo que forma parte de la actualidad afectiva de una generación de mujeres. La sensación, tanto al leer el libro como al ver la serie, es que Tenenbaum logra hilvanar su crianza en una familia judía ortodoxa del barrio de Once y su salida al mundo con retazos o piezas de rompecabezas de vidas diversas, en las que se mezclan la tradición, la religión, el amor, los vínculos, el sexo, la maternidad, el destino de la pareja y el matrimonio, la familia, la amistad, la belleza y, también, el psicoanálisis. “La cuestión de la diversidad, por ejemplo, me parece un punto prometedor”, dice.

¿Cuál es la necesidad de imponernos la restricción, de instituir que seguir un deseo implica una transgresión e incluso un desamor? ¿Qué clase de satisfacción nos produce esa norma? ¿Por qué yo misma, me pregunto, me sentía más cómoda con la infidelidad (es decir, con una monogamia hipócrita y ficticia) que con el poliamor?”, se pregunta Tenenbaum en el libro y nos invita a pensar (nos) e invita a poner en jaque el la perversión detrás de la perfección que mostramos en redes.

“Te da miedo que si decís lo que necesitas no te quieran más”, le dice en uno de los primeros diálogos el psicólogo protagonizado por Alejandro Tantanian al personaje de Lali. Que levante la mano quién no se sintió identificado. Allí están las amigas para ayudar, siempre.

Lali Espósito, Vera Spinetta y Julieta Giménez Zapiola en una escena de la serie "El fin del amor" (Prime Video)
Lali Espósito, Vera Spinetta y Julieta Giménez Zapiola en una escena de la serie "El fin del amor" (Prime Video)

Cuestiones de deseo

“Una extraña llega al pueblo”, “El mercado del deseo”, “Los exploradores del amor” y “La versión femenina de James Dean” son los títulos de capítulos tanto del libro como de la serie y, en cada uno, una cuestión a tratar. Desde la música, la estética, la iluminación y los diálogos, cualquier grupo de amigas de clase media en cualquier parte del mundo siente que le habla en primera persona.

Nos mueve la bronca, nos mueve el dolor pero, sobre todo, nos mueve el deseo” es una de las frases más potentes del libro. Y ya también de la serie. Porque si hay algo de lo que somos espectadores (y lectores) es cómo transita Tamara el espinoso camino de las contradicciones en la búsqueda del deseo. Maternar o no, estar de novia con un varón o no, mantener relaciones sexuales con quien quiero o quien debería. En las más de 300 páginas de El fin del amor, el deseo es una de las palabras que más aparecen.

Aunque opaco y difícil de definir y explicar, Tenenbaum advierte que “animarse a pelear por el propio deseo más allá de lo que nos enseñaron te deja en el margen, como caída del mapa, especialmente si no abrazás en su lugar la religión del mercado ni la industria del empoderamiento ‘empresarial’, dice. Y sigue: “Por fuera de estos guiones, todo está por escribirse”. Quizá ya empezamos.

Tamara Tenenbaum en Infobae TV (Crédito: Santiago Saferstein)
Tamara Tenenbaum en Infobae TV (Crédito: Santiago Saferstein)

“El fin del amor” (Fragmento)

Prólogo. Una extraña llega al pueblo

Hay un barrio en Brooklyn que, para quien nunca haya ido a Israel, parece un pedazo de Israel en Brooklyn. Los carteles de la calle están escritos en algo que parece hebreo pero en realidad es ídish, que se escribe con los mismos caracteres. Los protagonistas de los afiches publicitarios en la calle son hombres de barba y sombrero. Todas las mujeres que se ven, además de estar tapadas casi de pies a cabeza, tienen las mismas medias cancán, las mismas, en blanco, gris o negro.

Está prohibido usar medias de colores que se parezcan al color de la piel; hay carteles en el barrio que lo anuncian. Supongo que para ahorrarse el problema de tener que decidir si son parecidas o no al color de sus piernas, las mujeres solo se compran medias en el local del barrio, que vende unas que están permitidas. Por eso todas tienen las mismas. “Mirá”, me dijo mi mamá la primera vez que anduvimos cerca del barrio ese y nos cruzamos a algunos de sus habitantes, “las mujeres caminan detrás de los hombres. En Argentina casi no nos quedan de esa secta tan ortodoxa”, me mostró, tratando de no señalar demasiado, y fracasando.

Mi mamá, mis hermanas y yo nos criamos en una comunidad judía ortodoxa, lo que se conoce como ortodoxia moderna. En Buenos Aires se puede ver por la calle mucha gente de nuestro tipo: chicas que tienen la cabeza cubierta pero usan polleras de jean, varones que no usan sombrero grande ni tienen “rulitos” a los costados pero sí barba y kipá. Nací en 1989 en el Once y viví allí hasta los 23 años, cuando me mudé con una amiga.

En términos metafísicos, por suerte me fui antes, aunque, en otro sentido, una no se va nunca. Los jasídicos de Nueva York con sus mujeres cubriéndoles la retaguardia me sorprenden, pero no tanto. Mi mamá, que es médica y sigue trabajando en el barrio, tiene pacientes así, o más o menos así. Casi todas mis compañeras de la primaria están casadas y van por el segundo, tercero o cuarto hijo. Las compañeras de mis hermanas menores también.

En un documental que se llama One of Us dos hombres y una mujer de mi edad cuentan lo difícil que les resultó abandonar la comunidad jasídica a la que pertenecían, esa misma que vi en Nueva York. Yo la saqué bastante barata, pero mirando el documental en Netflix me sentí identificada, particularmente con dos motivos que se repetían en los relatos que, en realidad, son un poco el mismo. El primero es la ignorancia más absoluta de todo lo que pasa en “el mundo real”.

A veces cuesta explicar que, aunque una viva ahí, en una ciudad enorme en el medio de todos, en el medio de cualquiera, incluso aunque tenga tele e Internet (yo tenía; los chicos del documental no), es como si vivieras en otro planeta. Hasta los 12 años yo no solamente no había probado jamón; ni siquiera sabía cómo se veía, si parecía un chancho o un bife (nunca llegué a sospechar que era un fiambre: los judíos casi no tenemos, solo pastrón, así que es un concepto que no está muy a mano para nosotros), ni con qué se comía normalmente.

A las empleadas domésticas se les dice shikse; es un término despectivo pero no quiere decir ni “negra” ni “esclava”; significa “no judía” (para un judío ortodoxo, esas son las únicas chicas no judías que conoce). Tanto es así que una noche que mi mamá se dio cuenta de que yo me moría de ganas de transgredir el shabat y de jugar a ser normal le pidió a la chica que trabajaba en mi casa que me sumara a una salida al cine que ella había armado con dos amigas (veo que al menos no fue ni tan racista ni tan clasista mi infancia, ahora que pienso en esta historia). Creo que vimos una película de Adam Sandler y de lo que estoy segurísima es de que comimos pochoclo, porque nunca antes había probado pochoclo en el cine. Estaba fascinada con la intrepidez de Juana y sus amigas, la manera en que se movían entre las cosas, comían y charlaban y se subían a un colectivo y hablaban de un hombre o de otro.

Quién es Tamara Tenenbaum

♦ Nació en Buenos Aires en 1989.

♦ Es licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, en donde se desempeña como docente. Enseña, además, escritura en la Universidad Nacional de las Artes.

♦ Como periodista colabora en La Nación, Infobae, Anfibia, Orsai, Vice, elDiarioAr y elDiario.es, entre otros medios.

♦ En 2017 publicó el libro de poemas Reconocimiento de terreno y en 2018 ganó el premio Ficciones al mejor libro de cuentos inéditos, otorgado por el Ministerio de Cultura, por el libro Nadie vive tan cerca de nadie (Emecé, 2020).

♦ En 2019 publicó, con gran suceso de público y crítica, el ensayo El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI (Ariel), actualmente en su novena edición en Argentina y en su segunda edición en España.

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