Estoy jugando el Mundial de Scrabble, es mi forma de meditar

Cuando era chica, la mamá le llevaba el tablero a la cama si estaba enferma. Ahora, la autora de esta nota compite en el más alto nivel, en el torneo que se disputa en Buenos Aires. Una pasión contada desde adentro.

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Vivi Katz, en plena partida. (Adrián Escandar)
Vivi Katz, en plena partida. (Adrián Escandar)

Todos los jugadores sacuden las bolsas de fichas en alto y se produce un sonido mágico: con eso vamos a dar por inaugurado el XXIV Mundial de Scrabble en español. Esta vez Buenos Aires es local y estamos jugando en un hotel cerquita de Plaza de Mayo.

El último Mundial fue en 2019 en la ciudad de Panamá. Luego vino lo que ya sabemos y no nos pudimos juntar. Si bien la Asociación Argentina de Scrabble retomó su programación habitual este año, ahora lo que celebramos es competir -y también brindar- con nuestros rivales que llegaron desde 17 países del mundo.

En la modalidad clásica, que convocó 150 participantes, todos juegan contra todos. No hay distinción de categorías ni de edad: Daniela a sus 95 años hace temblar el tablero.

Concentrados. En el Mundial de Scrabble, en Buenos Aires. (Adrián Escandar)
Concentrados. En el Mundial de Scrabble, en Buenos Aires. (Adrián Escandar)

Se publican los pareos -quién juega contra quién-, el número de mesa y te sentás con tu hoja en blanco donde no se puede escribir nada hasta que comienza a rodar tu tiempo. Cada jugador tiene 30 minutos para toda la partida. Se anuncia por el micrófono que “comienza la ronda” y el silencio se vuelve tangible.

La bolsa de fichas se pone a la altura de la nariz y desde ahí se sacan las siete letras. Los corazones laten y las mentes empiezan a trabajar: hay que lograr hacer la mayor cantidad de puntos hasta que la bolsa se acabe.

Yo jugaba cuando era chica con mi mamá: cada vez que faltaba al colegio por alguna gripe o angina, me traía la mesita a la cama para entretenerme. Las letras eran las de de madera, cuando todavía teníamos W y K.

En mi infancia cada familia tenía su propio reglamento: algunas reglas implicaban saber el significado de la palabra, lo que llevaba a discusiones eternas por cuáles eran válidas. Más de uno se habrá levantado enojado de la mesa. Hoy todo eso está zanjado con una aplicación que es el Lexicón de Scrabble: la cosa es blanco o negro, y el reglamento es muy preciso.

Las letras son proporcionales a su uso en español y ya no son las clásicas de madera. Pero el juego es el mismo de siempre: cruzar palabras sobre el tablero y tratar de ganar.

Veinticuatro partidas

Estamos en un salón donde no se ve la luz del sol, encerrados todo el día. Me olvido de si tengo sed o sueño o dolores. Son 24 partidas que se disputan en cuatro días y el nivel de pasión por el juego es tan alto, que cuando nos queda un rato para comer o para descansar, nos dedicamos a comentar las partidas y por qué no, a hacer alguna amistosa.

Cuando se termina una ronda, salimos del salón para garantizar el silencio de los restantes jugadores -que solo se ve alterado por el susurro de las anotaciones de los números y por alguna consulta- y nos preguntamos cómo nos fue. Nada se define en este torneo hasta el último día, donde nos vamos a vestir un poco más prolijos y cenar juntos en la fiesta de premiación.

Con método. El Mundial de Scrabble, en Buenos Aires. (Adrián Escandar)
Con método. El Mundial de Scrabble, en Buenos Aires. (Adrián Escandar)

El mundo del Scrabble me dio vínculos muy profundos, infinidad de viajes compartidos y una forma de meditar porque cuando estoy jugando no puedo pensar en ninguna otra cosa.

Cada partido es diferente, cada combinación de letras es distinta y cada rival tiene su propia marca. Cada uno juega como es. A veces la vida nos despeina un poco y parar a jugar un rato se transforma en un refugio.

El último día, cuando el torneo se cierre, vamos a sacudir las fichas nuevamente para despedirnos. Yo la voy a pensar a mi mamá y le voy a seguir agradeciendo por enseñarme a amar las letras y las palabras.

Son todos muy bienvenidos en www.scrabble.org.ar

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