La noche que silenciaron a la voz de la selva: el crimen de Chico Mendes, el defensor de la Amazonia y los derechos laborales

El 22 de diciembre de 1988, el líder sindical y activista ambiental fue asesinado en su casa de Xapuri, Brasil. Su lucha contra la deforestación lo convirtió en un símbolo mundial de la defensa ambiental y campesina

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Chico Mendes, asesinado a sangre
Chico Mendes, asesinado a sangre fría por defender la Amazonia y los derechos laborales de los campesinos (secretariat.synod.va)

“Al principio pensé que estaba luchando para salvar los árboles de caucho. Luego pensé que estaba luchando para salvar la selva amazónica. Ahora me doy cuenta de que estoy luchando por la humanidad”. En esa frase, pronunciada poco antes de morir, Chico Mendes resumió una vida entera de resistencia. Recolector de caucho nacido en el corazón de la Amazonia, aprendió desde niño que el bosque no era un recurso sino un hogar, y que defenderlo era también defender a quienes vivían de él.

Convertido en sindicalista y activista ambiental porque aprendió a mirar todo lo que pasaba a sus costados, enfrentó a terratenientes y ganaderos que avanzaban con fuego y topadoras sobre la selva. Propuso un camino alternativo —las reservas extractivas— y logró que una lucha local se transformara en una causa internacional. El reconocimiento internacional, incluido el Premio Global 500 de la ONU, no lo protegió de las amenazas. Su voz incomodaba a un poder acostumbrado a la impunidad.

Pasadas las 18:30 del 22 de diciembre de 1988, Chico Mendes fue asesinado por un disparo de escopeta en el pecho cuando salía por la puerta trasera de su casa, en Xapuri. Iba a bañarse y llevaba en las manos la toalla nueva que su esposa le había regalado por su reciente cumpleaños. Su muerte estremeció al mundo y reveló el costo humano de la destrucción ambiental. Desde entonces es recordado como Patrono del Medio Ambiente de Brasil y como un mártir de una lucha que sigue abierta. Su voz perdura en canciones escritas en su honor y como la promesa de que mientras haya quienes defiendan la tierra, la selva y la dignidad humana, Chico seguirá vivo.

"Cuando los ángeles lloran, la canción en homenaje a Chico Mendes, Crédito: (Youtube/ChristianDeLama)

El origen de una voz amazónica

Chico Mendes había nacido el 15 de diciembre de 1944 en un seringal llamado Puerto Rico, en el estado brasileño de Acre, en el corazón de la Amazonia. Hijo de Francisco Mendes, descendiente de migrantes del nordeste, creció sabiendo cómo es la vida dura y silenciosa del bosque. A los 9 años, ya había comenzado a trabajar como recolector de caucho y recién a los 14 aprendió a leer, en un contexto donde la supervivencia cotidiana dejaba poco espacio para la educación formal.

Fue trabajador del caucho antes que dirigente y conoció desde adentro la precariedad de quienes vivían buscando animales para comer, entre la precariedad y la recolección del látex. Con el tiempo, todo lo que había aprendido como trabajador casi esclavizado se transformó en conciencia política y social.

Luchador nato, desde joven se pronunció de manera incansable en defensa de los trabajadores del bosque, en un período en el que Brasil era gobernado por la dictadura militar y sus políticas de Estado preveían entregar vastas extensiones de la Amazonía a terratenientes para la ganadería extensiva. Bajo el lema “Tierra sin hombres para hombres sin tierra”, incentivaron la llegada masiva de ganaderos y empresas, ignorando a quienes ya vivían allí, como los seringueiros (trabajadores del caucho) e indígenas.

De seringueiro pasó a sindicalista y de sindicalista a ecologista. En 1975, participó en la fundación del Sindicato de Trabajadores Rurales de Brasil, junto a su compañero Wilson Pinheiro y en 1977 fundó el Sindicato de Trabajadores Rurales de Xapuri, del cual fue secretario general y presidente hasta su muerte en 1988. Trabajó por los derechos de recolectores de caucho y trabajadores del transporte para preservar, al mismo tiempo, los empleos y la selva. Fue uno de los principales impulsores del Consejo Nacional de los Seringueiros y participó en la creación de la Central Única de Trabajadores y del Partido de los Trabajadores. En 1984 se convirtió en el primer presidente de la CUT de Acre. Su oposición frontal a la deforestación y su defensa de los pueblos de la floresta —indígenas, recolectores de caucho y comunidades ribereñas— le dieron una proyección internacional inesperada para un hombre surgido del corazón de la Amazonia.

Incasable protector de la selva
Incasable protector de la selva amazónica y de los derechos laborales de los recolectores de caucho (huelladelsur.ar)

Amazonía, seringueiros y resistencia

La resistencia de los seringueiros no surgió de manera improvisada. El 10 de marzo de 1976, en Brasiléia, municipio cercano a Xapuri, se realizó el primer empate o primer paro de la historia amazónica: una acción colectiva y no violenta para impedir la tala de un seringal, áreas de selva explotadas de forma sostenible por los recolectores de caucho. Aquella jornada marcó el inicio de una estrategia inédita frente al avance de la deforestación impulsada por los grandes latifundistas.

Entre 1976 y 1988, Chico Mendes junto a otros dirigentes como Wilson Pinheiro —asesinado en 1980— organizó al menos 45 paros. El costo que les hicieron pagar fue demasiado alto: unas 400 personas fueron detenidas, decenas torturadas y varias muertas. Pese a eso, sus acciones lograron frenar la destrucción de aproximadamente 1,2 millones de hectáreas de selva amazónica. Cada empate era un choque directo con los intereses de los propietarios rurales, que veían en la organización comunitaria un obstáculo para la expansión de la ganadería y la especulación sobre la tierra.

La lucha, lejos de ser solo ambiental, expuso una trama de violencia estructural y violaciones a los derechos humanos. La defensa del bosque se volvió inseparable de la defensa de la vida.

Un homenaje a Chico Mendes
Un homenaje a Chico Mendes en Sao Paulo (REUTERS/Amanda Perobelli)

Pocos días antes de ser asesinado, Mendes pronunció un discurso en el que reflejó la tensión permanente entre esperanza de salvar la selva y las constantes amenazas: dijo que si su muerte sirviera para fortalecer la causa, tal vez tendría sentido, pero que la experiencia le había enseñado lo contrario. “Las manifestaciones o los entierros no salvarán la Amazonía. Quiero vivir”, dijo, dejando en claro que su lucha no era un gesto para convertirse en mártir, sino una apuesta por el futuro. Su asesinato cambió el escenario.

Su crimen hizo que el mundo posara por primera vez los ojos sobre la destrucción de la Amazonia y la sistemática violación de derechos humanos en la región. También puso fin a una impunidad que parecía intocable y abrió el camino para que sus principales propuestas comenzaran a concretarse. Entre ellas, la creación de las reservas extractivas, que se transformaron en una herramienta clave para la protección del bosque y de las comunidades que lo habitan.

León Gieco nombra a Chico Mendes en su tema "La memoria"

La noche del asesinato y sus repercusiones

El 22 de diciembre de 1988, una semana después de cumplir 44 años, Chico Mendes salió de su casa en Xapuri y no volvió a entrar. La noche amazónica lo esperaba en silencio. No fue una sorpresa ni un arrebato: el crimen se gestó durante meses de amenazas, advertencias públicas y pedidos de auxilio que nunca encontraron respuesta. En Acre, todos sabían que su nombre estaba marcado.

Los asesinos fueron el terrateniente Darly Alves da Silva y su hijo Darcy Alves Pereira, miembros de la Unión Democrática Ruralista y enemigos declarados de Mendes por su lucha contra la deforestación y el acaparamiento de tierras. Aunque fueron condenados a 19 años de prisión, lograron escapar de la cárcel en 1993 con una facilidad que reveló algo más profundo que un fallo de seguridad: una red de impunidad tejida alrededor del poder rural. Recién tres años después volvieron a ser detenidos.

Los últimos minutos de Chico quedaron grabados en la memoria de su esposa, Ilzamar Gadelha. “A Chico le gustaba mucho jugar al dominó. Llevaba jugando desde las cuatro de la tarde. A las seis y media le pedí que parase, para servir la cena. Entonces se levantó de la mesa, dijo que iba a ducharse y me preguntó si podía usar la toalla que le había regalado por su cumpleaños. Le dije que sí, tomó la toalla y se dirigió hacia la puerta. Abrió una rendija, vio que estaba oscuro y volvió. Tomó una linterna, abrió la puerta y entonces le dispararon”. Con esas palabras, la mujer que entonces tenía 24 años, recordó los últimos momentos de su marido. Lo mataron a sangre fría, en la puerta del patio de su casa, en un acto frío, preciso, despiadado.

Días antes, Mendes había señalado públicamente a los mismos hombres que terminarían matándolo. Incluso existían órdenes de prisión previas contra ellos, pero nunca los detuvieron. La desprotección que padeció fue absoluta. Pero ese abandono no fue silencioso. Su asesinato sacudió a Brasil y al mundo, rompió una larga cadena de crímenes invisibles y dejó al descubierto la violencia que sostiene la destrucción de la Amazonia y de pulmones verdes en todo el planeta.

Después de su crimen, la selva siguió sangrando, pero algo cambió para siempre. La bala que mató a Chico transformó una lucha local en una causa mundial y reveló el precio humano de un modelo que arrasa la tierra. Desde entonces, su nombre es memoria, advertencia y pregunta abierta sobre el futuro del bosque y de quienes lo defienden.

Chico Mendes sigue siendo recordado
Chico Mendes sigue siendo recordado por su lucha para proteger las selvas nativas (zendalibros.com)

De Xapuri a la eternidad

Desde la pequeña Xapuri amazónica, su figura se convirtió en un símbolo de la defensa del ambiente y de los derechos humanos. Con el paso de los años, su nombre comenzó a circular mucho más allá de Brasil y fue inscripto en premios, instituciones, obras culturales y homenajes que consolidaron su legado como patrimonio de las luchas sociales contemporáneas.

Uno de los reconocimientos más significativos fue la creación, en 1989, de la Medalla “Chico Mendes de la Resistencia”, instituida en Río de Janeiro por el Grupo Tortura Nunca Mais. El galardón honra la memoria de las víctimas de la dictadura militar brasileña y distingue a personas y organizaciones comprometidas con la defensa de los derechos humanos. Su sola existencia vincula la figura de Mendes no solo con la causa ambiental, sino también con la resistencia política y la memoria histórica. En el plano internacional, desde 1994 se entrega en Córdoba, España, el Premio Chico Mendes, que distingue proyectos destacados en la promoción y conservación de los valores ambientales, sociales y culturales.

Su nombre también quedó ligado a instituciones dedicadas a la educación y la protección ambiental, como el Centro de Recursos Ambientales Chico Mendes, en Rivas-Vaciamadrid, España, un espacio que refleja cómo su legado echó raíces fuera del continente sudamericano.

La literatura, el cine y la música amplificaron aún más su figura. Escritores como el chileno Luis Sepúlveda lo evocaron con palabras que lo inscribieron en la épica latinoamericana, mientras novelas y ensayos retomaron su lucha como símbolo de dignidad frente a la destrucción. En el cine, la película The Burning Season (1994), protagonizada por Raúl Juliá, llevó su historia más allá de las pantallas; también produjeron documentales posteriores que reforzaron su imagen como defensor de la Amazonia.

La música popular convirtió su nombre en canción y memoria inmortal. Desde América Latina hasta Europa, artistas de géneros diversos —rock, rap, canción de autor— lo mencionaron como emblema de resistencia y justicia. Su figura aparece en letras como La Memoria, de León Gieco; a 7 años de su crimen, el grupo Maná le dedicó la canción y el disco Cuando los ángeles lloran, entre tantos temas en su honor.

Incluso la ciencia y la geografía lo recuerdan: un asteroide lleva su nombre, al igual que una especie de ave amazónica descubierta en 2013, y plazas y espacios públicos en distintos países fueron bautizados en su honor. Chico Mendes se transformó en un nombre propio del compromiso ético con la tierra.

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