En la cláusula cuarta de su testamento, San Martín prohibió expresamente que se le hiciera ningún género de funeral, y ordenó que desde el lugar de su fallecimiento se lo condujera directamente al cementerio sin ningún acompañamiento.
Esta disposición fue respetada a medias dado que, una vez concluido el procedimiento tendiente a embalsamar los restos del prócer, el 20 de agosto se dio inicio a un discreto funeral.
Al respecto, Félix Frías, testigo privilegiado, nos dejó en su necrológica –publicada en varios periódicos- los pormenores de la histórica ceremonia: "El 20 a las 6 de la mañana, el carro fúnebre recibió el féretro, y fue acompañado en su tránsito silencioso por un modesto cortejo. Cuatro faroles cubiertos de crespón negro adornaban encendidos los ángulos superiores del carro. Seis hombres vestidos con capotes del mismo color marchaban de ambos lados. Detrás iban el señor Balcarce, llevando a su derecha al señor Darthez, antiguo amigo de general, y a la izquierda al señor Rosales, Encargado de Negocios de Chile. Marchaban enseguida don José Guerrico, un joven de Buenos Aires, el hijo de su hermano don Manuel, el doctor Gerard y el señor Saguier, vecinos ambos de Boulogne. El acompañamiento era humilde y propio de la alta modestia, tan digna compañera de las calidades morales y de los títulos gloriosos de aquel hombre eminente. El carro fúnebre se detuvo en la iglesia de San Nicolás. Allí rezaron algunos sacerdotes las oraciones religiosas en favor del alma del difunto. En aquel momento noté en una de las naves del templo la tumba dedicada a la memoria del almirante Bruix, padre de dos bizarros oficiales – Alejo y Eustaquio Bruix- , que murieron en América, sirviendo la causa de su independencia a las órdenes del mismo jefe que hoy venía a confundir sus restos con los del célebre almirante. Sobre la piedra de esa tumba se leen estas palabras, que pudieran bien grabarse en la del vencedor de Maipú, con la diferencia de que la patria del general es grande como el vasto teatro de sus hazañas: "Tan buen padre como gran general. Su familia y su patria le lloran".
Luego de la breve ceremonia efectuada en la iglesia de San Nicolás, que fuera consignada en los registros parroquiales por el padre Lacomte, a la sazón sacerdote y gran Prior, el convoy fúnebre continuó hasta la Catedral de Notre Dame de Boulogne-sur-Mer, en donde el ataúd que contenía los restos del Libertador fue depositado en la cripta de la Catedral, tal como estaba previsto, sin más ceremonias.
De esta manera, llegó el momento del descanso final para quien exactamente treinta años antes, el 20 de agosto de 1820, encaraba la etapa final de su plan libertador. Según Ricardo Rojas en El Santo de la Espada: "El 20 era aniversario de la fecha en que San Martín partió de Valparaíso al Perú, con la expedición libertadora que fue la misión de justicia de su vida. En un día igual, su cuerpo yerto fue inhumado en tierra extranjera, más hospitalaria que la propia patria. Su espíritu inmortal, ya libertado él mismo, había partido para otra expedición, por el océano de sombra, rumbo al puerto de la eterna justicia de que él hablara a su hija en vísperas de morir".
Félix Frías escribió: "Allí descansará hasta que sea conducido más tarde a Buenos Aires, donde según sus últimos deseos, deben reposar los restos del general San Martín. Fiel siempre a sus hábitos modestos, había él mismo manifestado la voluntad de que su entierro se hiciera sin pompa ni ostentación alguna, y así se ha hecho".
El yerno del Libertador, Mariano Balcarce, en carta fechada el 7 de septiembre de 1850, dirigida a su amigo Manuel Guerrico, dedicó un párrafo a la Catedral de Boulogne como destino provisorio de los restos de su suegro: "Hasta el digno y respetable abate Haffreingue, que sin otros recursos que su trabajo personal y las limosnas que recoge de los fieles, empezó hace cerca de 18 años, la colosal empresa de reedificar la Catedral de Boulogne, que está ya muy adelantada, nos ha manifestado el mayor interés y permitido que sean depositados en las bóvedas de dicha Catedral, los restos mortales de Padre, hasta que sea posible trasladarlos según sus deseos a Buenos Aires".
Por su parte, Adolphe Gérard, el último amigo de San Martín, en lo que a diligencias se trata, no dejó detalle librado al azar; este noble ciudadano el mismo día del funeral envió al cobrador de la Oficina de Beneficencia una donación de 400 francos para los pobres de la ciudad de parte de la familia del Gran Capitán.
Respecto a las atenciones y diligencias llevadas a cabo por Gérard, en la antes citada carta de Balcarce a Guerrico el yerno de San Martín le informaba: "El propietario de la casa, un abogado reputado de Boulogne Sur Mer, un hombre honesto, no contento con habernos prodigado atenciones durante los dos años que hemos vivido en su casa y haber manifestado un gran respeto y bondad a nuestro padre, nos ha demostrado que era un verdadero amigo allanando, gracias a su influencia, las dificultades de los penosos trámites que uno está obligado a hacer en estas desgraciadas circunstancias y honrando, además la memoria del General San Martín con un artículo periodístico que tengo el placer de enviarle, y en el cual demuestra que ha sabido aprovechar nuestra vida cotidiana para estudiar con una fidelidad admirable el noble carácter de aquel".
El articulo a que hace referencia, no es otro que la necrológica que Adolphe Gerard publicó el 22 de agosto de 1850 en el número 121 del periódico L'Impartial de Boulogne Sur Mer.
El General don José de San Martín fue inhumado el 20 de agosto de 1850 en una cripta de las galerías subterráneas que perteneció a una iglesia del siglo XII construida totalmente por los Condes de Bouillon sobre los restos de una capilla grecorromana. La Iglesia de Notre Dame en Boulogne fue escenario de las luchas anglo francesas a través de los siglos, por lo que debió ser reconstruida permanentemente hasta su cierre durante la Revolución Francesa, su posterior demolición y hasta la venta de sus escombros en 1799.
En 1820 el Abate Benoit Agathon Haffreingue compró los terrenos de la antigua iglesia. Inspirado en su fe, se constituyó en el "Arquitecto de Notre Dame" aventurándose a la construcción, realizando los planos y dirigiendo la obra durante largos años. En 1840 se inauguró la capilla. El templo se terminó de construir en 1863 y su consagración tuvo lugar el 24 de agosto de 1871. Pocos días después, el 18 de octubre, falleció el abate.
Al momento del "depósito momentáneo" de los restos del Libertador, el templo aún no estaba terminado. Funcionaba como congregación de los fieles en plegaria común su cripta, que a la vez prestaba servicios de enterratorio. El historiador José Pacífico Otero, en su obra Historia del Libertador Don José de San Martín, Tomo 8, página 97, describió la cripta de Nuestra Señora de Boulogne: "Ella tiene doce metros de largo, diez de ancho y cuatro de alto. Sus bóvedas están sostenidas por ocho columnas y tiene su entrada por la parte lateral del templo. Las columnas están pintadas con motivos simbólicos correspondientes al arte bizantino".
Sobre una de las paredes de la Capilla, en la que durante años quedaron depositados los restos del Libertador, luce desde 1950, por iniciativa de la plana mayor del Buque Escuela "Presidente Sarmiento", una placa recordatoria que mantiene viva la presencia sanmartiniana.
En esta cripta, los restos del general San Martín esperarían durante más de diez años que su voluntad se cumpliera, pero en 1861 tendría otro destino distinto a Buenos Aires. Fue trasladado a Brunoy, a 30 kilómetros de París, a la bóveda de la familia Balcarce, donde permaneció hasta 1880 cuando por fin emprendió la última etapa del largo viaje de 30 años, cumpliéndose su voluntad testamentaria de que su corazón descansara en Buenos Aires.
Martín Blanco y Roberto Colimodio son autores de "Repatriación de los restos del General San Martín. Un largo viaje de 30 años (1850-1880)"