
"Quiero devolverles a los mendocinos un poco del cariño que ellos nos demuestran. Porque venir todos los días a nuestro consultorio y confiar en nosotros es algo que no tiene precio. Soy un agradecido con este país, que me permitió estudiar en un colegio estatal y en la Universidad de Buenos Aires".Corría 1990 y el doctor Roger Zaldívar (entonces tenía 72 años) ponía en marcha una obra que, con el tiempo, iba a cambiarles la vida a miles de argentinos: la Fundación que lleva su apellido.
Este pionero de la oftalmología, uno de los primeros profesionales que utilizaron en el país el Láser Rubí para procedimientos oculares y que colocaron lentes intraoculares en cirugías de cataratas, sentía la necesidad de dar. Y lo que nació como una ayuda para aquellos que no tenían recursos para pagar una consulta o comprarse lentes, se convirtió en una obra que de a poco va llegando a los distintos rincones del territorio nacional.

Primero fue Roberto (61), su hijo, el encargado de seguir sus pasos y llevar adelante la obra. Y luego sus nietos Roger (33 años, médico especialista en oftalmología) y Mercedes (31 años, abogada), los que se animaron a más. Hace cinco años crearon el programa Fundación Zaldívar por el País y salieron de Mendoza para recorrer otras provincias.
El primer viaje fue a Tucumán en el año 2013, el segundo a José C. Paz, provincia de Buenos Aires, y hace unas semanas estuvieron en Purmamarca, Jujuy, donde batieron todos los récords: atendieron a 1.190 pacientes.
Un dato no menor para entender la problemática que se vive en la zona: el 80 por ciento de las personas que se acercaron hasta la biblioteca del pueblo para hacer la consulta nunca habían visitado a un oftalmólogo.
"Fuimos diez voluntarios de la Fundación y 33 agentes sanitarios de Jujuy. Le quiero agradecer al gobierno provincial. Sin su apoyo nada habría sido posible. Habíamos convenido ir a ver a 600 pacientes y terminamos atendiendo al doble", cuenta Mercedes. Junto a ella, en los sillones del hotel Alvear, esperando que llegue la hora de recibir a los invitados de la séptima Gala, Roberto y Roger la escuchan atentos.
–¿Usted, Roberto, fue quien le inculcó esta cultura solidaria a la familia?
Roberto: Sí, es un legado de mi papá, Roger, quien falleció en 2008, a los noventa años. Lo que yo conseguí es que toda la familia esté involucrada, y que lo haga con pasión y esfuerzo. Mi esposa, Estela, también invierte muchas horas de su tiempo en esta hermosa obra. Entre todos conseguimos crecer de forma exponencial.

–¿Qué les dice la gente cuándo llegan a un pueblo tan lejano a Buenos Aires, como Purmamarca?
Mercedes: Las cosas se arman en equipo. El gobierno, aportando todo lo que esté a su alcance. Los empresarios locales, ayudando con armazones o cristales. Y la gente, agradecida, crea una red invisible, para que la noticia les llegue a todos. Desde que volví, no paro de recibir agradecimientos en mi celular.
Roberto: Lo lindo es que hacemos esto en un grupo de profesionales y amigos. Gracias a ellos, hoy enviamos 682 pares de anteojos para las personas que se atendieron en Jujuy. A una chica que tenía cataratas la vamos a operar en la Fundación, para que vea mejor y no tenga problemas dentro de unos años.
Roger: Recién, mi hermana recibió un video del ministro de Salud jujeño, donde una mujer se largó a llorar cuando le dieron los lentes. "Ahora voy a poder leer la Biblia", dijo entre lágrimas. Aunque parezca una pavada, un par de anteojos le cambia la vida a cualquiera.

–¿Cuál es el próximo destino?
Mercedes: Ahora queremos irnos al Sur, a la Patagonia. La verdad es que cuando volvemos y hacemos un análisis de los resultados, nos dan ganas de armar de nuevo el bolso y salir a visitar a más personas. Pero también tenemos que estar en el Instituto y ponernos de acuerdo con los tiempos de los profesionales que nos acompañan.
Roger: Sabemos que no podemos ayudar a todos, pero estamos felices por el granito de arena que aportamos. En total, la Fundación ya atendió a ciento once mil personas. Trabajando en equipo, mejoramos la calidad de vida de muchos argentinos.
–¿Creen que, donde esté, Don Roger aplaude orgulloso el trabajo que están haciendo?
Roberto: Seguro que mi padre está muy contento. Porque empezamos con algo muy chiquito, con dos médicos, y hoy somos decenas de personas las que colaboramos. Mucha de la gente que nos viene a ver y nos ayuda fueron pacientes de mi papá. Lo importante que habrá sido para conseguir que el cariño trascienda, aunque hoy no esté más…
Roger: Es un honor llevar el nombre de mi abuelo y seguir sus pasos. Nuestra consigna es trabajar para los más necesitados y eso es algo que heredamos de él.
Mercedes: Su idea, esa de devolverle a la gente lo que tanto nos dio, se está concretando.
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