
El temor a la perder la privacidad de datos está llevando a un número creciente de adultos mayores a desconectar o evitar el uso de dispositivos médicos inteligentes, una tendencia que pone en riesgo su salud y revela deficiencias en el diseño de estas tecnologías.
Según un análisis de IEEE Spectrum, la preocupación por el manejo de la información personal y la dificultad para comprender las políticas de privacidad motivaron a muchos a prescindir de herramientas vitales como monitores de glucosa, detectores de caídas y otras aplicaciones de salud.

Preocupaciones de privacidad en la salud de adultos mayores
El caso de un contador jubilado de 72 años, entrevistado por IEEE Spectrum, ilustró el dilema: tras décadas de experiencia con computadoras, optó por desconectar su monitor inteligente de glucosa porque “no sabía quién estaba viendo” sus datos. Esta decisión, motivada por la incertidumbre sobre el destino y el acceso a su información, implicó renunciar a un monitoreo en tiempo real recomendado por su médico.
Asimismo, el fenómeno no es aislado. El mercado del IoT (Internet de las Cosas) sanitario, que incluye dispositivos conectados para monitoreo y asistencia, superará los USD 289.000 millones en 2028, con los adultos mayores como uno de los principales grupos de usuarios. Sin embargo, la brecha entre la disponibilidad de estas tecnologías y su adopción se amplía.
Una encuesta de AARP reveló que el 34% de los adultos mayores de 50 años identifica la privacidad como la principal barrera para incorporar tecnología de salud, lo que representa a millones de personas que podrían beneficiarse de estos dispositivos, pero los evitan por temor a la inseguridad digital.
Barreras técnicas y usabilidad en los dispositivos médicos
Las dificultades no se limitan a la percepción de riesgo. Un estudio realizado en la Universidad de Denver, liderado por Suleiman Saka, encuestó a 22 adultos mayores y entrevistó en profundidad a 9 usuarios de dispositivos de monitoreo de salud. Los resultados mostraron que, aunque el 82% comprende conceptos de seguridad como la autenticación de dos factores y el cifrado, solo el 14% se siente capaz de gestionar su privacidad en estos dispositivos.
El análisis de 28 aplicaciones de salud orientadas a adultos mayores, detectó que el 79% carece de protocolos básicos de notificación de brechas de seguridad. Además, solo el 25% declara cumplir con la Ley de Portabilidad y Responsabilidad de Seguros de Salud (HIPAA) y apenas el 18% menciona la conformidad con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR).

Las políticas de privacidad presentan un nivel de lectura equivalente al de un estudiante de secundaria avanzada. Pero ninguna de las aplicaciones evaluadas incluye adaptaciones de accesibilidad en sus interfaces de privacidad.
Testimonios y percepciones de los usuarios
Las experiencias personales recogidas por IEEE Spectrum reflejan la frustración y el desconcierto de los usuarios. “Sé que hay cifrado, pero no sé si es suficiente para proteger mis datos”, expresó uno de los participantes. Otro manifestó: “La idea de que mis datos de salud caigan en manos equivocadas me preocupa mucho”.
Con la complejidad de las instrucciones y la falta de claridad en las políticas de privacidad se genera el rechazo. “Las instrucciones son difíciles de entender, la letra es muy pequeña y resulta abrumador”, relató un usuario.
Sumado a que la dificultad para recordar contraseñas y la sensación de que la tecnología avanza más rápido que la capacidad de adaptación de los mayores son obstáculos adicionales. “El mayor problema que tenemos los mayores es que no recordamos las contraseñas... La nueva tecnología está superando nuestra capacidad de seguirle el ritmo”, reconoció un participante.

Propuestas de rediseño con soluciones tecnológicas
Frente a este panorama, IEEE Spectrum destacó la necesidad de rediseñar los sistemas de privacidad desde la ingeniería, en lugar de responsabilizar a los usuarios. Entre las soluciones sugeridas figura la adopción de configuraciones de seguridad adaptativas, que permitan que los dispositivos lleguen con prácticas recomendadas preconfiguradas y ajustadas al tipo de dato y aparato.
Otra propuesta es la autenticación biométrica o por voz, que sustituya a las contraseñas tradicionales y reduzca la carga cognitiva. Además, se recomienda implementar sistemas de transparencia en tiempo real, que notifiquen de manera clara y sencilla cada acceso o uso de los datos, ofreciendo un panel centralizado donde los usuarios puedan ver quién accede a su información.
La actualización automática e invisible de la seguridad es otro pilar; los dispositivos deberían recibir parches de protección sin intervención manual, acompañados de indicadores simples que permitan a los usuarios verificar su estado de seguridad de un vistazo.

Finalmente, la investigación en curso explora el desarrollo de asistentes digitales basados en inteligencia artificial que traduzcan las políticas legales de privacidad en resúmenes breves y comprensibles, facilitando la comprensión y la confianza de los adultos mayores en el uso de tecnologías de salud conectada.
Cada dispositivo desconectado o aplicación eliminada por temor o confusión no solo representa una oportunidad de negocio perdida, sino también una ocasión desaprovechada para respaldar la salud y la autonomía de quienes más lo necesitan.
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