
La promesa de escapar del bullicio urbano y reencontrarse con la naturaleza lleva cada vez a más viajeros a descubrir pequeños pueblos llenos de tesoros. Estas localidades, en su mayoría enclavadas en entornos rurales, despliegan un abanico de atractivos que permiten conocer sus propias tradiciones y descubrir parajes de ensueño. Algunos se muestran en forma de increíbles conjuntos patrimoniales, mientras que otros se alzan como maravillas naturales únicas en la zona.
Es precisamente por esto último, por lo que el pueblo de Cantonigròs se presenta como destino inesperado, donde el rumor del agua y el verde de la comarca de Osona ofrecen un refugio singular lejos de las multitudes. Su secreto mejor guardado, la Foradada de Cantonigròs, ha empezado a atraer a quienes buscan paisajes únicos y experiencias auténticas, todo a tan solo una hora y media de Barcelona.
Se trata de una pequeña localidad que apenas llega a los 340 habitantes y su extensión urbana se reduce a unas pocas calles, pero la sencillez no le resta atractivo. Situado en pleno municipio de Santa María de Corcó, este pequeño pueblo invita a dar un breve paseo por su casco histórico, donde sobresale la iglesia de Sant Roc, ejemplo de la arquitectura local con siglos de historia. Además, sus calles cuenta con una preciada arquitectura de piedra y una atmósfera pausada.
Un pueblo tranquilo

La visita al centro es breve, pero indispensable antes de descubrir su mayor atractivo. Tras explorar el pueblo, el visitante encuentra fácilmente el punto de partida de la ruta que conduce a la increíble cascada. El sendero, de apenas cuatro kilómetros, es sencillo y no presenta complicaciones. Comienza junto al campo de futbol con un tramo llano que, poco a poco, desciende hacia el rincón donde se encuentra la cascada, un lugar de gran belleza natural que invita a la contemplación.
No obstante, cabe destacar que el acceso a la cascada es gratuito, ya que el aparcamiento en el campo de fútbol cercano no tiene coste. Sin embargo, se debe abonar una tasa de 2,5 euros que regula el acceso al espacio natural. Este pago se realiza en una caseta ubicada antes de comenzar la ruta. La ecotasa tiene como objetivo controlar el aforo, limitado a 50 personas entre abril y octubre, para garantizar la conservación del entorno. Además, si se llega en autocaravana, es posible pernoctar en el aparcamiento por tres euros la noche.
Un paisaje de ensueño

Una vez iniciado el trayecto, el viajero contempla un paisaje que cambia gradualmente de prados y encinas a un entorno rocoso y húmedo, preludio de la espectacular caída de agua. Lo que hace único este enclave es el enorme agujero en una roca contigua a la cascada: el rayo de luz solar que penetra por esa abertura, al mezclarse con el sonido y la bruma del salto, crea un efecto visual mágico que deja sin palabras a cualquiera.
El entorno invita a detenerse, fotografiar la cascada desde todos los ángulos y, si el clima lo permite, refrescarse junto al agua. Pero no solo eso, pues, junto a la célebre cascada, la región esconde otro vestigio singular: el Molí de la Foradada, antiguo molino harinero que, pese a hallarse en ruinas, permanece como uno de los símbolos de la historia local. En su interior, una pequeña fuente sigue manando agua y otorga vida a este enclave.
A esto se le suma el Mirador del Ter, el cual brinda una vista privilegiada del meandro del río Ter y del monasterio benedictino de Sant Pere de Casserres, que se levanta majestuoso sobre una colina circundada por las aguas. Otra alternativa destacada es la Ruta Morro de l’Abella, desde la cual pueden contemplarse las impresionantes panorámicas del pantano de Sau, un escenario natural que invita a la exploración y el disfrute del paisaje catalán.
Cómo llegar
Desde Barcelona, el viaje es de alrededor de 1 hora y 25 minutos por la carretera C-17. Por su parte, desde Girona el trayecto tiene una duración de 1 hora y 15 minutos por la vía C-25.
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