
Impresionantes paisajes y bellos pueblos forman parte de los atractivos que esperan a quienes visitan Teruel. La región es un destino rural por excelencia, gracias a la riqueza de encantos que ofrece y que sorprenden a todo aquel que los descubre. Localidades como Albarracín, Alcañiz o Cantavieja destacan por su valioso patrimonio histórico y cultural, que se integra de manera armoniosa con el entorno natural que las rodea. Sin embargo, la región cuenta con otras localidades no tan conocidas, pero que atesoran infinitos atractivos.
Este es el caso de Vinaceite, una pequeña villa situada en la zona más occidental de la comarca del Bajo Martín que atesora siglos de historia y una belleza singular. Con apenas 200 habitantes (INE 2023), este pintoresco lugar se erige como un remanso de tranquilidad, ideal para quienes buscan desconectar del bullicio urbano y sumergirse en un entorno rural lleno de encanto. Además, su enclave junto a la confluencia del río Aguasvivas con el Barranco de Val del Jardinero permite disfrutar de bellos parajes que ensalzan más su encanto.
Un origen prerromano

A lo largo de su historia, Vinaceite ha sido testigo de múltiples etapas culturales y políticas. Restos arqueológicos como el yacimiento de “La Bovina”, datado en la Primera Edad del Hierro, evidencian una ocupación desde épocas prerromanas hasta el siglo I a. C. Aunque, durante la dominación musulmana en el siglo VIII, la cuenca del río Aguasvivas fue densamente poblada, momento en que probablemente se fundó el núcleo original de Vinaceite.
Tras la reconquista en 1119, la región pasó por sucesivos cambios de dominio, vinculándose a señores feudales y órdenes militares. En el siglo XV, el pueblo quedó bajo el control de la Casa de Híjar, consolidándose como parte de su dominio en 1511. Igualmente, durante el siglo XVI, el crecimiento poblacional y económico fue notable, aunque la expulsión de los moriscos en 1610 dejó a Vinaceite despoblado. Una carta de población en 1636 permitió su recuperación lenta pero sostenida.
Hacia el siglo XIX, la abolición de los diezmos favoreció el acceso de los habitantes a las tierras. Aunque, no alcanzaría su máxima población hasta 1950 con 609 habitantes, pero posteriormente sufrió un descenso debido a la emigración. A pesar de ello, Vinaceite conserva a día de hoy su legado histórico en un entorno rural único que lo convierte en un destino muy interesante en la comarca.
Una iglesia y bonitos paisajes

La mejor forma de descubrir la localidad es a través de un paseo por sus calles, las cuales descubren monumentos como es la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Este majestuoso edificio de estilo barroco, trazado por el arquitecto Agustín Sanz en el siglo XVIII, destaca por su planta cuadrada y por haber sido construido bajo el mecenazgo de los duques de Híjar. Su elegancia arquitectónica y su historia lo convierten en un lugar imprescindible para los amantes del arte sacro.
Otra joya de la localidad es la ermita de Nuestra Señora del Campo. Aunque más reciente, pues fue edificada en 1988, su ubicación en un pequeño cerro cercano al casco urbano y casi en el límite con el municipio de Belchite, le confiere un encanto especial. Este templo es un reflejo de la devoción de los habitantes y un punto de encuentro espiritual para la comunidad. Pero esto no es todo, pues el entorno natural que rodea la localidad es otro de sus grandes tesoros.
Los azudes del río Aguasvivas destacan tanto por su valor funcional como por su belleza. Estas infraestructuras hidráulicas tradicionales han sido fundamentales para el riego de los huertos locales y forman parte del paisaje agrario del municipio. Entre ellos, el azud de los Huertos, situado justo frente a la población, es uno de los más importantes por su función en el suministro de agua.
Otro destacado es el azud de La Matilla, que alimenta la llamada “Acequia Mayor” y posee unas dimensiones de 15 metros de longitud por un metro de altura. El azud de Los Simsas, famoso por la gran noria de tracción animal que antaño elevaba el agua a las huertas colindantes, y el azud de Los Amariles, el mayor en cuanto a tamaño y capacidad (30 metros de longitud por dos metros de altura), completan este rico patrimonio hídrico.
Un yacimiento ibérico

En las afueras de Vinaceite se encuentra uno de sus principales tesoros históricos: el despoblado del Cabezo de La Bovina. Este yacimiento ibérico, declarado Monumento Histórico Artístico, es un asentamiento secundario del famoso Cabezo de Alcalá, en Azaila. Su relevancia arqueológica radica no solo en su origen histórico, sino también en su composición geológica de yesos, gravas y arcillas.
Entre sus elementos más característicos destacan las balsetas de yeso, estructuras que se encuentran en diversos puntos del yacimiento. Algunas de ellas alcanzan dimensiones espectaculares, con más de tres metros de longitud y metro y medio de anchura. Estas balsetas, con apenas 15 centímetros de profundidad, eran elementos comunes en los poblados íberos de la región y aportan un valioso testimonio de la vida cotidiana de aquella época.
Cómo llegar
Desde Teruel, el viaje es de alrededor de 1 hora y 50 minutos por las carreteras N-420 y A-222. Por su parte, desde Zaragoza, el trayecto tiene una duración estimada de 50 minutos por la vía A-222.
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