
En 1937, Karmele Urresti se refugió en Francia con su familia después de haber sido expulsada de su hogar durante la Guerra Civil. Mientras su hermano se encontraba prisionero, ella ejercerá su profesión de enfermera primero en el frente, y después en la capital francesa.
Allí conocerá a Txomin Letamendi, un trompetista que la animará a participar en una compañía cultural de bailes y música regional que iniciará una gira para dar a conocer la identidad de su pueblo, oprimido por el régimen, en el extranjero.
Tras la ocupación nazi, la pareja volverá a exiliarse, en esta ocasión a Venezuela, donde ambos vivirán sus momentos más felices. Sin embargo, recibirán el encargo de volver al País Vasco y convertirse en espías para los americanos, algo que aceptarán e irremediablemente les pondrá en peligro.
El regreso a la España franquista supuso un cambio drástico. De la vitalidad y el colorido de las calles venezolanas, la familia pasó a enfrentarse a la austeridad y la pobreza que imperaban en la posguerra española. Los planes de infiltración no alcanzaron el éxito previsto y Txomin terminó encarcelado, lo que intensificó su militancia y consolidó su compromiso político e ideológico.
‘Karmele’: una historia de lucha y resistencia
Es lo que cuenta Karmele, basada en la novela de Kirme Uribe titulada La hora de despertarnos (Seix Barral) que ha adaptado el director Asier Altuna y está protagonizada por Jone Laspiur y Eneko Sagardoy, con los que Infobae España tuvo la oportunidad de hablar antes del estreno de la película. .
-Pregunta: En un momento de la película, Txomin pondrá por delante sus ideales a su familia. ¿Cómo creéis que llega a esa conclusión?
-Eneko Sagardoy: Yo creo que hay que mirarlo con los ojos de entonces, porque viéndolo con los ojos de ahora, a mí se me hace algo inconcebible. Aunque es verdad que el sesgo de género está presente y el sacrificio que hace cada uno de ellos es diferente.
También creo que decir que Txomin antepone la lucha activista a la familia sería demasiado simplista, porque él cree que si libera a su pueblo, también liberará a su familia. Creo también que es fruto de la decisión de un hombre torturado, de un hombre que ve que ya no hay vuelta atrás, que o va con todo hasta el final. Y su proyecto de vida fue la lucha antifascista y creo que hay que poner en valor que puso su cuerpo hasta las últimas consecuencias. El activismo marcó la vida de ambos.

P: Tu personaje, Jone, es el de una mujer guerrera que, aunque se ocupe del hogar, fue una adelantada a su época.
-Jone Laspiur: Sí, es lo que decíamos, que Karmele estuvo condicionada por el sesgo de género. No sé cómo sería en la actualidad, si se repartirían los cuidados, pero siguen siendo ellas las que, en situaciones de vulnerabilidad extrema, se van a otros países para mandar dinero a sus familias.
También lo hemos visto en las generaciones que nos precedieron. Mi bisabuela tuvo que ir a parir a otro pueblo porque estaban bombardeando el suyo. Así que, en mi caso, hacer esta película ha sido un ejercicio de tirar de historias familiares. Desafortunadamente, hay muchos relatos de resistencia, militancia y exilio que me han contado de mis propios familiares.
Un ejercicio de memoria histórica
-P: Entonces, hacer Karmele debe haber sido una especie de exorcismo
-Jone Laspiur: Según la iba haciendo y hablaba con mis familiares, me di cuenta de que también hablaba de ellos. Así que ha sido un trabajo de memoria histórica que finalmente ha terminado siendo muy personal.
-P: ¿Conocíais la historia de esta pareja?
-Jone Laspiur: La conocí a través de la novela de Kirmen Uribe y después me di cuenta de que había cosas que sí sabía, solo que no las había conectado, así que fue bonito poder unir los puntos.
-Eneko Sagardoy: Sí, yo tampoco conocía nada. Es curioso porque pones nombres y apellidos. Todos hemos estudiado en la ikastola toda la historia de nuestro país, de lo que fue el franquismo, pero eso es una cosa y otra cosa es ver a los dos hijos de Txomin y Karmele, que todavía sobreviven, denunciar las torturas que sufrió su padre y pedir al Gobierno que se le reconozca como víctima del terrorismo de Estado después de tantos años.

-P: ¿Qué creéis que aporta Karmele en ese sentido?
-Eneko Sagardoy: A veces la gente dice que la Guerra Civil o la memoria histórica es algo añejo, pero es algo que continúa vigente, que sigue incomodando porque las víctimas necesitan esa paz y ese reconocimiento para poder estar tranquilos, pese a que ya no se pueda hacer justicia.
-Jone Laspiur: Y esto pasó hace nada y puede volvernos a ocurrir si tenemos en cuenta todo lo que está pasando en el mundo. Cada día tenemos menos derechos y estamos viendo que es posible que exista una Tercera Guerra Mundial. O sea, que es realmente un momento muy frágil el que estamos viviendo y que yo creo que las nuevas generaciones no son muy conscientes de esto, de lo fácil que es perderlo todo.
Una pareja adelantada a su tiempo
-P: Karmele es una película curiosa porque es histórica, pero también es una película de espías, una película sobre una mujer que lucha contra la adversidad, la de una pareja muy moderna para su tiempo... ¿qué es lo que más os gusta de esos componentes?
-Jone Laspiur: A mí me gusta mucho el personaje de Karmele porque es excepcional. Karmele fue una persona instruida, fue enfermera, tuvo estudios, sabía francés, tocaba el piano. Su madre era la cabeza del grupo feminista del pueblo y era maestra de euskera. Es decir, era una familia con muchísimo compromiso. Las tías de ahora creemos que hemos inventado todo y hace 100 años, en un pueblo enano existía un grupo feminista.

-P: Es increíble todas las cosas que llegaron a hacer Karmele y Txomin
-Eneko Sagardoy: En los años treinta, ya estaba tocando la trompeta en clubs de Nueva York. Imagina lo loco que era eso en aquella época. Y después estuvo en la sinfónica de Bilbao y al mismo tiempo, tocando delante de nazis y franquistas para conseguir información, fue espía para el Gobierno Vasco, para el lehendakari Aguirre y colaboró con el FBI y la CIA.
-P: También es una película política.
-Eneko Sagardoy: Creo que hoy en día decimos un montón lo de: ‘El arte siempre es político, las películas siempre son políticas.’ Yo a veces dudo de si realmente vivimos esa frase, o sea, nos creemos esa frase, porque en el fondo no nos jugamos nada. Yo alucino que cómo en aquella época eran capaces de involucrarse tanto en lo artístico como también en lo político. Me parece increíble.
-Jone Laspiur: Es que se jugaba en la vida. Cada acto que hacían, cada espectáculo que hacían, cada elección del uso idiomático, por ejemplo, era una elección que podía ser de vida o muerte. Ahora también pasa, lo estamos viendo en Palestina. La historia siempre se repite.
-Eneko Sagardoy: Pero, me encantaría que desde nuestra situación de privilegio, cuando nos damos de activistas políticos, nos revisáramos de alguna manera. No me gusta la instrumentalización del cine como herramienta política, sobre todo cuando se utiliza como una marca de venta.
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