
Esta semana, quien no haya estado pegado al televisor o al móvil al tanto del terremoto que ha sacudido al PSOE con Santos Cerdán al frente, entonces habrá estado haciendo scroll en X (Twitter, para quienes no pasan página). Sabrina Carpenter (las iniciales de ambos coinciden, qué cosas) anunció el jueves su séptimo álbum de estudio, Man’s Best Friend (El mejor amigo del hombre, en español), para el próximo 29 de agosto, apenas un año después del estreno del Short n’ Sweet, el LP que le dio el pistoletazo definitivo a su carrera tras más de una década en la industria.
La polémica ha surgido a raíz de la portada del disco. Carpenter, de 26 años, aparece vestida con un diminuto vestido negro y está arrodillada frente a una persona trajeada que la tira del pelo. Vamos, haciendo alusión al título, como un perro -o una perra, mejor dicho-. Las redes se ha llevado las manos a la cabeza. Unos han tachado la imagen de misógina y machista, y han acusado a la artista de perpetuar la mirada masculina, la llamada male gaze en inglés, al estar “sexualizándose así misma”. Otros, se lo veían venir. Porque quien sea fan de la artista lo sabe: se ha apropiado de su propia sexualidad.
“No importa el punto que ella quiera hacer con su música si eso no se corresponde con lo visual. Esta imagen por sí sola no es satírica, ya sea porque no es la intención o porque simplemente no le salió”, dice una usuaria en la red social, mientras otra, salta a su favor: “Con descaro y polémica, algo de lo que carecen muchas divas del pop hoy en día”.

Por esto mismo, la portada hay que entenderla en contexto. Si Sabrina Carpenter se ha convertido en la sensación pop del momento es, además de por sus exitazos pop -este medio calificó Espresso como una de las mejores canciones de 2024-, también por su feminidad ácida y provocativa, que, en tiempos en los que el puritanismo y la ultraderecha vuelven a conquistar espacios, forma un combo perfecto para estar a la orden del día, por desgracia, también en polémicas. Cuando en los conciertos —hace una semana conquistó el Primavera Sound en Barcelona— canta Juno, enseña a su audiencia una postura del Kamasutra —“Podría dejarte embarazarme”, dice la letra, para más tarde cantar “¿Quieres probar algunas posiciones atrevidas? / ¿Has probado esta alguna vez?”.
“Ha apostado por no tomar a la gente por tonta”: Sabrina 1 - Público 0
“Todas las críticas están basadas totalmente en una mirada heteropatriarcal, en penalizar la sexualidad. Se da por hecho que la persona que está sujetándole la cabeza es un hombre. Yo quiero creer que es una lesbiana butch”, declara a este medio la doctora en periodismo Leyre Marinas, autora de Fucked Feminist Fans. Los orígenes del #MeToo desde la cultura pop musical (Dos Bigotes, 2024). Y con lesbiana butch, Marinas se refiere a las mujeres homosexuales cuya expresión de género se alinea con características tradicionalmente asociadas a lo masculino, por ejemplo, a la forma de vestir.
“Sabrina tiene un contenido abiertamente feminista. Es más, aplica el humor de tal forma a sus canciones que mira a los hombres heterosexuales en la mayor parte de las ocasiones con ternura y lástima”, apunta el periodista musical Odi O’Malley, que añade que, pese a que es una “portada incómoda a propósito, se entiende muy bien como irónica al contextualizarla con el propio disco”.
A raíz de esto, añade O’Malley, surgen dos cuestiones: “Una, si es el momento de ponerse a ironizar en vez de ir al grano con el punto que quiere hacer, que es una crítica a la versión patriarcal de la mujer; y por otro, si a causa del momento que vivimos tenemos que simplificar los mensajes hasta dar todo mascadito al público”. “Ella ha apostado por no tomar a la gente por tonta”, añade.
Andrea Proenza, periodista, investigadora y divulgadora en redes sobre amor, cultura y feminismo, coincide con que “a pesar de que juega mucho con la sexualidad en la mayoría de sus canciones y puestas en escena en el escenario, tiene mucha autoconsciencia del lugar desde el que lo hace y para quien lo hace”, apelando al público conocido como “gays and girls” (chicas y gays). “No creo que encarne una hipersexualización vista desde y para el disfrute de la mirada masculina, sino que pretende jugar con ella. Parece que se siente cómoda en esa unión entre humor negro y sexualidad”, apunta.
Sin embargo, Proeza asegura que en esta imagen, la distancia que Sabrina marca “para que se vea la sátira y la ironía, está más difuminada”, especialmente con una estética que recuerda a los años 40 y 50, la misma de movimientos conservadores como las tradwives. “Creo que por lo general sí que consigue poner una distancia suficiente para que se vea la sátira y la ironía, pero en esta fotografía en particular creo que esa línea está más difuminada”, señala.
“Es necesario que se debata y por muy complicado que sea el momento ideológico, también es el momento de que la gente joven que la sigue —que es una mayoría— tenga que pensar un poco más allá de una simple imagen”, finaliza O’Malley.
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