El cierre del primer restaurante italiano de Barcelona tras más de 40 años en activo marca el final de una etapa de la restauración en la ciudad condal

El fallecimiento del fundador, Giuliano Lombardo, tras la muerte del cocinero ha precipitado el cierre del local

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El restaurante Tramonti, en la
El restaurante Tramonti, en la ciudad condal, cierra sus puertas tras cuarenta años de tradición familiar. / Instagram de Tramonti

Las recetas italianas se han extendido por todo el globo sin tener límites aparentes a ser bien recibidas entre la ciudadanía. Esto, sumado a que quien posee la nacionalidad española suele ser de buen comer, implica que cuando algún restaurante mítico echa el cierre, es una decepción generalizaba conocida hasta el último rincón de la ciudad. En ocasiones, el cierre viene motivado por la subida de los alquileres, de los gastos, el traspaso de un local o el fin de una tradición familiar.

En Barcelona, una de las ciudades del Estado español con mayor oferta gastronómica, el mítico restaurante Tramonti es al que le ha llegado la hora. Considerado el primer establecimiento de cocina italiana en la ciudad condal, ha anunciado su cierre definitivo tras más de cuarenta años de actividad. El motivo, según puede leerse en el medio Tot Barcelona, es el fallecimiento del fundador del local, Giuliano Lombardo.

Lombardo, a sus 75 años y apenas unos meses después de la muerte de su hermano, seguía ejerciendo como cocinero principal. Con la desaparición de ambos patriarcas, la familia ha decidido poner fin a un proyecto que, durante décadas, ha representado una forma singular de entender la gastronomía italiana en la ciudad, según el medio digital barcelonés.

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La apertura del Tramonti en los años ochenta supuso para la familia Lombardo un acto de convicción y aventura, tal y como recogen en la página web del restaurante. En una Barcelona que comenzaba a abrirse al exterior, el local introdujo un estilo mediterráneo fresco y cercano. Para ello, el restaurante familiar apostó por recetas tradicionales y productos seleccionados, alejados de los tópicos habituales. Este enfoque genuino convirtió el restaurante en un punto de encuentro para vecinos, artistas, periodistas y quienes buscaban una Italia auténtica, sin artificios.

El papel de Giuliano Lombardo, el fundador, ha sido fundamental en la trayectoria del Tramonti. Su presencia constante en la sala, caracterizada por la cordialidad, la atención al detalle y la cercanía con los clientes, definió la identidad del establecimiento. Motivo además por el que será recordado por la extensa clientela que visitaba a diario el establecimiento.

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Por su parte, su hermano, desde la cocina, consolidó la reputación del restaurante con platos que llegaron a ser casi de culto: pastas caseras, arroces al estilo italiano, guisos elaborados a fuego lento y postres que muchos clientes recuerdan como el broche imprescindible de la experiencia. Tras la muerte del cocinero, y aunque su hermano continuaba al frente del comedor, la familia optó por mantener la carta, el ritmo y la vocación de servicio, resistiendo a pesar de la ausencia. No obstante, y según ha adelantado el medio Tot Barcelona, la supervivencia del local llega a su fin. A raíz del fallecimiento, la familia ha compartido en redes sociales que el Tramonti, sin su fundador, “no sería el Tramonti”, ya que su personalidad impregnaba “cada decisión, cada horario, cada relación con los clientes de toda la vida”.