
No solo son científicos, ingenieros o programadores los que emigran en busca de mejores sueldos y calidad de vida. En los últimos años, miles de jóvenes españoles han hecho las maletas en busca de algo más básico. Vivir dignamente.
Muchos de ellos, con o sin estudios superiores, se han topado con un panorama nacional plagado de precariedad, sueldos bajos y dificultades para independizarse. Y han decidido probar suerte fuera. Algunos de los destinos más frecuentes: Australia, Alemania, Irlanda o los Países Bajos.
Allí, descubren algo que parecía olvidado en su país de origen. Oportunidades. No necesariamente en empleos de alto estatus, pero sí en trabajos bien pagados, con horarios estables y posibilidades reales de progresar. Es el caso de Jaime Romero, un joven español que cuenta su historia desde Sydney.
De abogado a camarero
Licenciado en Derecho y Administración de Empresas, Jaime se cansó antes incluso de empezar su carrera profesional en España. “Ni siquiera llegué a empezar. Me di cuenta de que no iba conmigo ese ritmo y busqué un país donde la cultura fuera diferente, más slow life”, relata. No se veía trabajando en una oficina y quiso probar algo diferente.
Sin planes claros y con lo justo para empezar, se mudó a Australia y encontró trabajo como camarero en un club de surf. Hoy, gana alrededor de 1.400 dólares australianos a la semana, lo que equivale a unos 5.500 euros al mes, una cifra impensable para un recién licenciado en España.
Para ponerlo en perspectiva, el salario medio de un camarero en España ronda entre los 1.200 y 1.600 euros mensuales. Jaime, en cambio, gana lo mismo que un médico especialista o un piloto de avión comercial en nuestro país. Y lo hace sirviendo cafés, sonriendo a los clientes y terminando su jornada con tiempo suficiente para irse a surfear.
Más que un trabajo, una forma de vida
Sin embargo, Jaime matiza que el coste de vida es mucho mayor. Concretamente, un 39 % más alto que en España. Pero aun así, paga 290 dólares semanales de alquiler y “puede permitirse vivir bien”.
En Australia, ha encontrado algo más valioso que el dinero, que es el tiempo. Tiempo para sí mismo, para hacer deporte, para vivir. “Voy a empezar a formarme como entrenador personal. En España, a estas alturas, estaría peleando por un contrato de prácticas”, comenta con convicción. Su estilo de vida actual, entre el mar y el trato con la gente, le proporciona la estabilidad emocional y económica que buscaba.
Pero... no todo es tan bonito
Eso sí, no todo es idílico. Jaime reconoce que lo más difícil es la distancia: “Llevo 10 meses sin ver a mis padres. Lo más duro de estar aquí es que cualquier emergencia te pilla a dos días de vuelo”. Y seguro que su familia piensa que no hacía falta irse a las antípodas a vivir.
Pero para Jaime parece que sí hacía falta. No se arrepiente de haber tomado una decisión que, para muchos, es tan valiente como extraña. Dejar atrás una carrera universitaria para trabajar en hostelería en la otra punta del mundo. Aunque él mismo lo dice: “Cuanto más tiempo paso en Australia, menos ganas tengo de volver”.
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