
Arena blanca y fina, mar turquesa y calmo. Las playas de Aruba son, sin lugar a dudas, paradisíacas y hermosas. La autodenominada "Isla Feliz", a lo largo y ancho de sus escasos 184km cuadrados, ofrece una amplia serie de ofertas, paseos, visitas y actividades durante todo el año.
El árido Parque Nacional Arikok -que ocupa un 20% del país- con sus maravillas naturales, el mariposario, una visita de compras por el centro de la pintoresca Oranjestaad, las ruinas de Bushiribana, safaris en jeep, las Formaciones Rocosas de Ayo, el legendario Faro Blanco y hasta una piscina natural, permiten distraer por un momento la atención de las mejores playas como Eagle Beach, Palm Beach o Baby's Beach, hasta las más alejadas pero igualmente hermosas Arashi, Hadicuri Beach y Malmok, ofreciendo un sinfín de actividades acuáticas desde el Paddle Board de moda, hasta kitesurf y recorridos para buceadores experimentados de todo el planeta.
En el centro de la isla se puede tomar un paseo gratuito en tranvía por sus calles principales, donde se aprecia el estilo holandés en la arquitectura. Allí hay locales de primeras marcas y un shopping, además de algunos negocios arubianos que derivan en la plaza Nikki Habibe, destino de compras.
En cuanto a la gastronomía, se destaca su cocina internacional como sus platos gourmet con toques locales de calidad, exóticos platos locales como el reconocido keshi yena, un queso gouda glaseado relleno de carne o pez espada frito con salsa picante de papaya, que llevan a la isla a recibir una merecida reputación de ser la meca culinaria del Caribe.
La isla derrocha felicidad, más allá de su slogan. Y es sencillo de comprobarlo a través de su clima con casi inexistencia de lluvias, fuera del área de huracanes y con los arubeños, que son otra bendición para los turistas con su alegría, educación y buena predisposición a cuestas. Cada uno de ellos, sin distinción, maneja al menos cuatro idiomas a la perfección: inglés, castellano, holandés y papiamento, un dialecto propio. Y siempre preparados para ofrecer al visitante compañía junto a unos tragos tropicales –el tradicional Aruba Ariba! o quizás un ron con pulpa de cactus, un blue margarita o su cerveza local, Balashi, producida con agua desalinizada, para disfrutar especialmente al atardecer.

Pero no solo es feliz esta isla, sino que es tranquila y segura. En Aruba nunca falta espacio, no hay multitudes ni peleas por el lugar. Es que Aruba posee esa particularidad que hace que familias o parejas disfruten con desenfado y despreocupación de la belleza natural y única de este pedacito de tierra caribeña. Y allí el tiempo parece pasar un poco más despacio.
Aruba tiene uno de los índices más altos de visitas repetidas entre los destinos del Caribe. Quienes la conocen; vuelven.
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