Owen Cooper, una de las estrellas emergentes más prometedoras de la televisión, atrajo la atención no solo por su actuación en Adolescencia, la exitosa serie de Netflix, sino también por su visión sobre la masculinidad, la creatividad y los desafíos que enfrentan los jóvenes en la era digital. En una conversación reciente con Vogue, Cooper reflexionó sobre su carrera, su crecimiento personal y el impacto de las redes sociales en su vida y la de su generación.
En el centro de Adolescence hay una pregunta dolorosa: ¿cómo un chico común puede ser arrastrado por los rincones más oscuros del mundo digital? Para Owen Cooper, la respuesta está en lo que no se ve, en lo que ocurre a escondidas, en los espacios donde los adultos ya no tienen acceso. “Algunos chicos están teniendo celular a los siete años. Yo tuve mi primer teléfono a los once o doce. Pero es en la secundaria donde arranca la adicción, porque lo tenés siempre encima, en el bolsillo del blazer”, explica.

Cooper no sólo interpretó a un adolescente que cae en la trampa de los discursos de odio en línea, sino que se convirtió —aunque no lo busque— en una voz que interpela esa realidad. Su personaje no responde a los estereotipos clásicos del chico “problemático”. Es alguien corriente, sin grandes traumas aparentes. “Jamie es un chico normal. Y eso es lo más importante: puede pasarle a cualquiera. El acoso en redes sociales te cambia la cabeza.”
En ese sentido, Adolescence no busca moralizar, sino mostrar cómo la masculinidad tóxica se filtra, se cuela y crece en silencio dentro del entorno digital. Y Cooper es plenamente consciente de eso. A diferencia de muchas representaciones que se enfocan en la violencia explícita, la serie pone el foco en el proceso previo, en la descomposición emocional que sucede antes del colapso.
La mirada de Cooper sobre la masculinidad también se aleja de los clichés. No reniega de la vergüenza o la sensibilidad; al contrario, las reivindica como parte del crecimiento. “Si no me hubiera dejado sentir vergüenza, nada de esto habría pasado”, repite, casi como un mantra. En una industria donde la vulnerabilidad masculina todavía se ve como debilidad, sus palabras suenan disruptivas.
Lo que transmite, al final, es una mezcla de alerta y esperanza. Hay peligros reales, sí. Pero también hay salidas. Y una de ellas, quizás, sea mirar con más atención lo que les pasa a los chicos antes de que sea demasiado tarde.

El desafío técnico de actuar en tiempo real
Uno de los aspectos más comentados de Adolescence es su audaz propuesta técnica: cada episodio, de una hora, fue rodado en una sola toma continua. Sin cortes, sin pausas, sin red. Para Owen Cooper, fue una experiencia tan intensa como transformadora. “Todavía me pregunto cómo hice para aprenderme todo eso, sinceramente”, dice a Vogue riéndose, con la mezcla justa de orgullo y sorpresa.
El reto de memorizar guiones extensos en poco tiempo fue brutal. “Tuve dos semanas para aprenderme los textos en serio y estuve todos los días en mi cuarto volviéndome loco con el guion. Había tanto resaltado que ya casi no se podían leer las líneas”, cuenta. Ese nivel de concentración y disciplina fue clave para sostener la tensión dramática de la serie, que se desarrolla en tiempo real y no deja respiro al espectador.
Pero más allá del desafío técnico, lo que lo marcó fue la construcción emocional del personaje. Cooper revela que no necesitó inventar una historia compleja para interpretar a Jamie. “Lo brillante de lo que hicieron Stephen Graham y Jack Thorne es que Jamie es un chico normal. Su familia, todo... es normal. Y eso demuestra que el poder de las redes sociales puede cambiar a cualquiera.”

El hecho de que no haya un “trauma secreto” ni una explicación evidente detrás de la espiral del protagonista es, para Cooper, lo más perturbador. “No importa qué clase tengas, cómo te veas. Te puede pasar igual. Jamie es un pibe que sufre acoso en redes sociales y su cabeza empieza a irse para otro lado. Comete un acto horrendo que cambia su vida, la de su familia, y la de todos los que lo rodean.”
La combinación de un formato narrativo exigente y una temática profundamente actual convirtió a Adolescence en una experiencia actoral única para Cooper. Pero también en un espejo incómodo sobre las consecuencias invisibles del mundo digital.
Entre el vértigo del éxito y la humildad
Desde el estreno de Adolescence, la vida de Owen Cooper cambió por completo. A los 15 años, el actor ya se encuentra filmando proyectos con figuras de renombre y viviendo en hoteles distintos cada semana. “Esta semana estuve en cuatro hoteles diferentes”, cuenta con naturalidad, antes de soltar una pequeña sonrisa: “Este es probablemente el mejor porque tiene Netflix en la tele y las almohadas son muy buenas.”
La serie no solo le abrió las puertas de la industria, también lo catapultó a una fama inesperada. Su actuación ha sido comparada con grandes figuras del cine. Cuando le cuentan que algunos ya lo señalan como el próximo Leonardo DiCaprio, Cooper se ilumina: “Me encantaría tener la carrera de Leonardo DiCaprio. Y la de Robert De Niro. Y la de Al Pacino. Películas como Taxi Driver, Goodfellas, El Padrino son de antes de mi tiempo. Pero El lobo de Wall Street, Django, Inception, Shutter Island… no creo que DiCaprio haya hecho una película mala.”

A pesar del entusiasmo, su enfoque sigue siendo realista. Luego de rodar Adolescence, ya participó en una comedia televisiva titulada Film Club, junto a Aimee Lou Wood, a quien describe como “probablemente una de las personas más graciosas que conocí”. Además, se encuentra filmando una adaptación de Wuthering Heights dirigida por Emerald Fennell. Sin embargo, todo lo cuenta sin fanfarria, con una sencillez que parece mantenerse intacta.
En lugar de dejarse arrastrar por la efervescencia del éxito, Cooper lo vive como una consecuencia natural de su esfuerzo. “Si no me hubiera pasado días encerrado en mi cuarto volviéndome loco con el guion, esto no habría pasado”, admite. La fama, para él, es un efecto colateral, no un objetivo. Y eso lo diferencia.
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