El rol del sector privado en la educación fue el eje central del panel “¿Cómo las empresas impulsan las iniciativas de RSE en educación?”, realizado en el marco del V Seminario de Innovación Educativa de Ticmas, en Ciudad de México.
La actividad convocó a especialistas de distintas organizaciones comprometidas con el impacto social y educativo: Marina Tabares, directora de Operaciones de Turning Point; Mariana Alarcón, líder de Ciudadanía Corporativa de Accenture y presidenta de la asociación Amiti, y Héctor Espín, director de Vinculación y Desarrollo Ejecutivo de Fundación Azteca.
Durante el panel, los ponentes compartieron sus experiencias, desafíos y estrategias para que las empresas participen de manera activa en el fortalecimiento de la educación en distintas comunidades, con especial foco en la tecnología y el desarrollo de habilidades para la vida y el trabajo.
Marina Tabares abrió el debate señalando el enorme potencial de los programas educativos que incorporan tecnología en comunidades de bajos recursos, destacando un dato clave que reveló un estudio del Banco Mundial: “Todos los programas de educación digital que se insertan en las comunidades tienen previsto que incrementen en un 30% lo que es la alfabetización digital en los jóvenes”, dijo. Para Tabares, esta cifra es clara evidencia del poder transformador de la tecnología en la vida de las personas. “Sabemos que la tecnología transforma. La tecnología es progreso, es bienestar y sobre todo mejora la calidad de vida de las personas”, expresó.
Desde su rol en Turning Point, Tabares colabora con empresas que tienen entre sus pilares de sostenibilidad el desarrollo educativo y el fortalecimiento de competencias digitales, una apuesta que define como “fundamental” para el futuro de los jóvenes. “Es fundamental que las empresas enfoquen sus programas en cuanto al desarrollo de habilidades digitales y que sean inclusivos, no solo integrando a sus colaboradores o a sus familias, sino también pensando en estas comunidades desatendidas y en cómo involucrarlas en las iniciativas que desarrollan”, dijo.
En tanto, Mariana Alarcón, con su doble sombrero de Accenture y Amiti, propuso una mirada más amplia sobre los desafíos actuales en materia educativa. Explicó que la innovación es una herramienta esencial en sus programas, aunque destacó que ese término no se limita solo al uso de dispositivos tecnológicos: “La innovación no son nada más tablets; la clave es pensar cómo creamos valor, cómo logramos un impacto positivo y creamos historias de éxitos compartidos”.
Para Alarcón, la habilidad de “aprender a aprender” debería permear todos los programas educativos, dado que, según explicó, en muchas personas sigue presente la percepción de que el aprendizaje formal finaliza con la universidad, dejando de lado la necesidad de continuar aprendiendo a lo largo de toda la vida. “No es fácil. Tenemos esta idea de que ya pasamos la primaria, la secundaria, la prepa, la universidad y decimos: ‘Bueno, ya acabamos’. Y no, realmente siempre es estar en un constante aprendizaje”, enfatizó.
Un objetivo prioritario, continuó Alarcón, debe ser ayudar a que más personas puedan desarrollar tanto habilidades tecnológicas como habilidades blandas, un tipo de competencia que muchas veces observan que falta entre los jóvenes que aspiran a ingresar al mercado laboral. Al respecto, subrayó la importancia de colaborar con otros actores sociales para consolidar redes de impacto: “Si no innovamos en la educación, no vamos a ver las nuevas habilidades que las empresas demandan. Es importante que nos sumemos y veamos cómo Ticmas, por ejemplo, ayuda a entregar estas habilidades, y que, como empresas, nos integremos en redes con otras empresas para que las personas puedan tener un desarrollo exitoso”.
Héctor Espín, de Fundación Azteca, perteneciente al Grupo Salinas, compartió la experiencia de esta organización en el desarrollo de un modelo educativo propio, el Modelo Educativo Azteca, que comenzó hace más de 20 años y que se enfoca en brindar educación de calidad a jóvenes con aptitudes sobresalientes provenientes de contextos vulnerables. Espín explicó que el objetivo principal fue atender un vacío en el sistema educativo nacional, que muchas veces no contempla la equidad para estudiantes con altas capacidades.
Desde su creación, este modelo ha trabajado con estudiantes de secundaria y media superior en escuelas públicas de Ciudad de México, y desde hace seis años expandió su alcance a otros estados del país gracias a alianzas público-privadas. Se estructura, explicaba Espín, se basa en tres ejes: la formación del carácter, la promoción de la libertad y la creación de valor, con el propósito de que los estudiantes puedan convertirse en agentes de cambio en sus comunidades. Y cubre tres áreas aprendizaje: el diseño y la tecnología, donde se promueve la cultura STEAM, el idioma inglés, y el desarrollo de habilidades para la vida, enfocadas en el autoconocimiento y la orientación vocacional, que acompañan al estudiante desde secundaria hasta el bachillerato.
La medición del impacto: cerrar el círculo virtuoso
Un desafío compartido por todas las organizaciones es cómo medir el impacto de los programas de RSE en educación. Para Mariana Alarcón, que habló tanto en nombre de Accenture como de Amiti, la evaluación del impacto debe narrar una historia completa, que demuestre el alcance del programa en la vida de los beneficiarios. “Queremos entregar y llegar a este impacto con los niños y las niñas, con los jóvenes; queremos saber qué tanto los impactamos de forma positiva, y qué tanto transformamos su vida”, dijo. Y continuó: “La idea es poder contar historias de círculos virtuosos. Poder decir: ‘conocimos a María, tomó un taller dentro de los programas que tenemos y ahora tiene la posibilidad de hacer crecer su familia, de crecer ella misma y de generar este entorno de diferencia en sus comunidades’”.
El sistema de evaluación de Fundación Azteca integra tanto evaluaciones internas como externas. Espín explicó que, por su naturaleza educativa, el sistema cuenta con un área específica de monitoreo y evaluación que realiza diagnósticos y evalúa las habilidades de los estudiantes en cada etapa, en áreas que abarcan desde lo socioemocional hasta el aprendizaje. Asimismo, describió el uso del retorno social de inversión (SROI), una herramienta de análisis externo que mide el beneficio generado por cada peso invertido en el proyecto. “Contratamos un despacho, que justamente se encarga de hacer evaluación de programas sociales. Y lo digo con mucho orgullo: el Modelo Educativo Azteca salió muy bien evaluado a través del SROI. Pudimos determinar que de cada peso invertido, la tasa de retorno social es de cinco pesos, lo cual hace rentable nuestro modelo y lo hace escalable”, explicó.
Por su parte, Marina Tabares, desde Turning Point, también resaltó la importancia de establecer indicadores claros (KPIs) y definir métodos de evaluación desde el inicio de cada programa para darles un seguimiento puntual, incluso después de su finalización. Para Tabares, la medición no solo ayuda a evaluar el impacto, sino que también permite comunicar de manera transparente los resultados a los grupos de interés, aspecto que considera fundamental para mantener la credibilidad y la sostenibilidad de los proyectos. “El seguimiento puntual es fundamental. Tiene que ir desde el inicio, desde la implementación del programa, y no dejarlo solamente cuando terminan, sino darles un seguimiento a estos jóvenes, niños y niñas que han participado en esos programas y ver a dónde los ha llevado eso que se implementó”, afirmó.
Otro de los grandes desafíos abordados fue la sostenibilidad de los programas a largo plazo. Héctor Espín destacó la importancia de las colaboraciones público-privadas para dar continuidad al Sistema Educativo Azteca. “El programa se sostiene a través de una colaboración público-privada. Generar alianzas con los gobiernos es un reto. Y depender de eso para que el proyecto sea sostenible, pues todavía más”, comentó Espín, quien explicó que, gracias a los resultados favorables obtenidos en las evaluaciones, los gobiernos han comenzado a interesarse en la expansión de este modelo educativo en sus regiones. Y compartió los planes de internacionalización de Fundación Azteca, con un proyecto piloto en Guatemala. “El objetivo es que podamos seguir incidiendo en Centroamérica para hacer un bloque regional de planteles que puedan ayudar a que se genere un semillero de jóvenes que puedan ser capitalizadores del crecimiento de sus países”, afirmó.
Marina Tabares, en tanto, coincidió en la relevancia de construir alianzas estratégicas y ecosistemas de colaboración como una forma de asegurar la sostenibilidad. “El ir en grupo, el formar alianzas que, sin duda, son básicas para este tipo de programas es fundamental porque vas en equipo y eso te da los elementos importantes para poder tener un mucho mejor impacto de tus iniciativas”, expresó.
Por su parte, Mariana Alarcón subrayó la importancia de la planificación y de crear etapas de trabajo a corto, mediano y largo plazo. “Algo que nos ha funcionado bastante ha sido crear este plan de trabajo en etapas. Empezando desde corto, mediano y a largo plazo”, señaló, y destacó el rol de las alianzas para el éxito de los programas. Para Alarcón, la colaboración multisectorial fortalece el impacto social de las iniciativas, y mencionó proyectos en colaboración con Fomento Social Banamex, Nacional Monte de Piedad y Fundación Coppel, enfocados en brindar empleos dignos y de calidad a los jóvenes. “Si somos varios en un mismo barco, definitivamente vamos a llegar. No sé qué tan rápido, pero de que vamos a llegar mucho más fortalecidos y más lejos, seguro que sí”, concluyó.
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