
El sendero de la recuperación económica luce más sinuoso de lo que se esperaba para esta altura del año. Si bien no cabe dudas de que los indicadores serán, este año, positivos en comparación a los registros en todos los sectores de 2020, aparecen en el proceso de reactivación marchas y contramarchas que no estaban previstas. El primer golpe fue el impacto de la segunda ola de contagios de coronavirus, que golpeó sobre la actividad actividad en abril y mayo. Para junio, en tanto, de acuerdo a los últimos indicadores que difundió ayer el INDEC, el trance parecía superado. Tanto la industria como la construcción, anotaron subas respecto de los meses anteriores que inducen a pensar que “ya pasó lo peor”. Sin embargo, cifras preliminares de julio encienden algunas luces amarillas.
Son datos que aportaron rubros como la construcción, la industria automotriz y también el consumo masivo. En el primer caso, sector considerado el motor por excelencia de la recuperación económica, aseguran que la evolución era la esperada: el Índice Construya (IC), elaborado por la asociación de empresas proveedoras del sector del mismo nombre, registró el mes pasado una ralentización “anunciada”, según dijo la entidad el comunicado, con un avance de apenas 1,1% respecto al mes anterior y de 7,4% en términos interanuales. Para agosto, en las compañías que integran el Grupo Construya ya prevén un indicador negativo. Esto, a pesar de que los períodos preelectorales suelen dotar de impulso adicional al sector.
“En los años impares, de elecciones, el índice suele subir más que en los pares. Este año, sin embargo, eso no va a ocurrir. En gran medida por los vaivenes del año pasado: primero la paralización del rubro y después el boom por la brecha cambiaria, que dejó una base alta en el segundo semestre”, explicó a Infobae el director comercial de la firma Klaukol y vocero del Grupo Construya, Daniel Muñiz. La combinación de la brecha con las restricciones por la pandemia produjo, por ejemplo, el furor por la construcción de piletas. Este año, señaló Muñiz, esos factores ya no tienen el mismo peso: la brecha se estabilizó y los precios se acomodaron. Y tampoco se prevén las mismas restricciones a la movilidad. Así, de un inicio de año con un indicador que mostraba un salto interanual de 50%, la expectativa ahora es que la desaceleración que se registra lo lleve a un incremento inferior a 10% respecto de 2020. Es decir, prevén que el pico de actividad para el sector quedó atrás, incluso a pesar del gasto electoral. “Durante julio se observa que el crecimiento de los despachos se ralentizó. Esperamos que a las nuevas obras iniciadas recientemente se sumen las licitaciones de Procrear y el relanzamiento de planes de pago como Ahora 24 para impulsar el crecimiento de la demanda en los próximos meses”, destacaron desde Grupo Construya.
También por parte de la industria automotriz se conocieron datos que indican una reactivación algo trabada. Más allá de la menor producción por vacaciones, período en que las plantas paran para tareas de mantenimiento, las ventas mayoristas registraron una retracción de 13% respecto del mes anterior. El dato anticipa las menores ventas de las concesionarias, aun cuando en el sector explican que no se trata de falta de demanda sino de unidades. De hecho, en la Asociación de Fábrica de Automotores (ADEFA), recortaron la proyección anual de ventas a unas 420.000 cuando a principios de año esperaban colocar 20.000 más. Esto por las dificultades para importar, producto de la estricta dosificación de dólares por parte del Banco Central.

El consumo masivo, particularmente en supermercados, es otro gran rubro cuya recuperación está evidenciando limitaciones. De acuerdo al Seguimiento en Tiempo Real del Consumo, informe que elabora BBVA Research, en las últimas semanas una parte de los consumos más relegados, mayormente servicios, aceleraron la recuperación, en alguna medida por el efecto de las vacaciones de invierno. De manera inversa, aquellos que habían repuntado con rapidez se mantienen ahora relativamente estables.
“Continúa la tendencia de un crecimiento mayor en los gastos de servicios que en bienes, aunque en el total, el consumo resultó estancado y por debajo del nivel previo a la pandemia”, destacó el estudio, en el que se remarca la retracción en el uso de tarjetas de crédito respecto a la pre pandemia. “Comparando con lo que sucedía en 2019, el uso de la tarjeta de crédito para enfrentar gastos se redujo sensiblemente mientras que el empleo de la tarjeta de débito ganó preponderancia. En particular, durante el primer semestre de 2021 las primeras se utilizaron 10% menos a la vez que las segunda se aplicaron 35% más comparando con el mismo período de 2019”, se puntualizó.
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